sábado, 16 de marzo de 2024

Coraje y alegría: No sé yo

 

Sábado, 9 de marzo
BUSCO TRABAJO

Nunca me he llevado demasiado bien con el tiempo libre. Siempre me ha sobrado. Y si lo hacía con dos o tres empleos, mucho más ahora que solo tengo uno. Ser únicamente  escritor –al menos como yo entiendo la escritura-- nunca fue una ambición mía.

Soy escritor de chispazos, de iluminaciones. Siempre he envidiado a los autores que se pasan semanas o meses dándole vueltas a un poema. En mi caso, nacen de un tirón, con pocos retoques posteriores, o van directamente a la papelera. Y no soy investigador de largas jornadas de archivo. Qué bien lo pasaría ahora yendo al Archivo General de la Administración a analizar, qué se yo, los expedientes de la censura o cualquier otro asunto de cierto interés literario. O escribiendo novelas, de esas de seiscientas páginas, que te obligan a largas jornadas de oficinista durante varios años. Y luego a andar danzando de un lado a otro para la promoción durante meses. Pero nunca he sido capaz de entender la literatura como una forma, tan digna como cualquier otra, aunque por lo general menos rentable, de ganarse la vida. Un error, sin duda. Y los errores se pagan, como ahora estoy comprobando. A mí me da lo mismo tener cien lectores que cien mil. A los editores no, por supuesto. Y no me da lo mismo cualquier lector. Si pudiera, les haría un examen previo. Para lo que vale cualquiera, y cuantos más mejor, es para comprador de libros.

El poema, cuando llega, es un don y yo no puedo comerciar con él porque no soy el propietario sino el afortunado que primero lo recibe. Los libros, por el contrario, son un producto como cualquier otro que necesita obtener una rentabilidad.

            En fin, que me sobra tiempo. Creo que voy a poner un anuncio ofreciéndome para corregir textos, cuidar niños, dar clases particulares, acompañar ancianos, pasear perros, cosas así. No puedo hacerlo gratis porque entonces le quitaría el trabajo a otras personas que lo necesitan quizá más. Pero cobraría poco, lo mínimo, y lo donaría a una buena causa. 

Domingo, 10 de marzo
ÚTIL FUNCIÓN

Mientras la sangre no llegue al río, la polarización política, como el apasionamiento futbolero, cumple una útil función en la estabilidad emocional de los ciudadanos. Discutir sobre si estos son más corruptos que aquellos o aquellos más que estos, insultar a Pedro Sánchez o a Isabel Díaz Ayuso, jalear o criticar a los jueces que hacen de su toga un sayo y se lanzan, nuevos cruzados, a defender la sacrosanta unidad de España, nos hace olvidar por un rato nuestros problemas personales, que son, al menos para cada uno de nosotros, los verdaderamente preocupantes.

Lunes, 11 de marzo
LO QUE YO PIENSO

---Imagínate –le digo a un amigo que quiere saber lo que pienso de lo que está pasando en Gaza y se extraña de que nunca mencione el conflicto—que los palestinos reciben de pronto de Rusia, China y la Unión Europea la misma ayuda en armamento y dinero que Israel recibe de Estados Unidos; imagínate que con la ayuda de los países fronterizos cierran el país, no dejando entrar ninguna ayuda externa; imagínate que bombardean Tel Aviv y los otros asentamientos urbanos (incluso Jerusalén, después de evacuar a la población árabe) sin dejar piedra sobre piedra; imagínate que, en legítima defensa, matan diez, veinte o treinta veces más de lo que lo han hecho los israelíes en Gaza, medio millón por ejemplo, la mayoría mujeres y niños; imagínate…

            ---No sigas, no me puedo imaginar tanta barbarie. Si eso ocurriera, los palestinos estarían entre los mayores criminales de la historia.

            ---Pues eso que tú piensas de los palestinos que hicieran eso, es lo que yo pienso de los israelíes –no de los judíos—que lo están haciendo.

Martes, 12 de marzo
UN CUENTO DE TERROR

“No conocí a Ariel Sharon”, comienza el libro de Sergio Calleja La última guerra del Rey de Israel. Yo sí lo conocí, si se llama conocer a escuchar un discurso suyo en Yad Vashem, el museo del Holocausto, cuanto se celebraba su cincuentenario, creo que en 2003. Del libro de Sergio Calleja, jefe de la sección de Patología Cerebrovascular en el hospital central de Asturias, me hablaron por primera vez esta mañana. Mi amiga Sai tuvo la amabilidad de dejármelo en Panaria y allí me lo encontré esperándome para el café de la tarde.

Siempre me aterró el final de Ariel Sharon, un ictus leve, del que se recupera rápidamente, y otro poco después --tras darle tiempo a tranquilizar a sus votantes-- que lo deja ni muerto ni vivo durante largos años.

Sergio Calleja analiza el caso con minuciosidad de detective y llega a la conclusión de que el tratamiento no fue el adecuado por un exceso de celo de quienes se ocuparon de él. Ocurre a menudo con los pacientes especiales que a veces tienen menos suerte que el paciente común. Yo leo su libro como se lee un cuento de terror. Pienso que en cualquier momento un coágulo va a impedir que llegue sangre a un rincón del cerebro y me quedaré sin habla o sin poder mover una parte del cuerpo. Empieza a entrarme un sudor frío, pero sigo leyendo. Va uno teniendo cierta edad y conviene conocer al enemigo.

Aunque el libro es de 2023, no hay ninguna mención al período especial que tuvimos que pasar en el 2020, pero intuyo que sus opiniones sobre ciertas novedosas vacunas exprés no deben diferir mucho de las mías: “Los ensayos clínicos son caros y son financiados por las mismas empresas que se beneficiarán de unos resultados positivos de los mismos”. Esos resultados positivos deben, por tanto, ponerse en cuarentena, y nunca mejor dicho. Otra conclusión es que la mayor parte de las enfermedades se curan solas y las verdaderamente graves no hay quien las cure. O sea, que conviene evitar médicos --sobre todo si son especialistas que solo saben de lo suyo-- y medicamentos siempre que sea posible. Chequeos los menos, el sobrediagnóstico puede encontrar problemas que solo son problemas cuando se comienzan a tratar.

            Me gustan las palabras finales: “Los médicos necesitamos aprender humildad. Nos enfrentamos a algo mucho más grande que nosotros mismos y mucho más grande que la propia medicina. Nos enfrentamos con herramientas toscas y precarias al misterio de la vida”.

Miércoles, 13 de marzo
VANO ESFUERZO

La poesía que acompaña es la que se nos queda en la memoria, no la que está en los libros a los que volvemos de vez en cuando o no volvemos nunca: “Si imposible es hacer tu vida como quieras, / por lo menos esfuérzate / cuanto puedas en esto: / no la envilezcas nunca / por contacto excesivo / con el mundo que agita movedizas palabras”.

            Creo que fui siempre fiel a ese consejo de Cavafis y nunca tuve un contacto excesivo con el mundo (ni con el demonio o la carne). Ahora me arrepiento: me habría gustado tener mayor contacto, más mundo. Fui siempre rectilíneo –insensible, como el asceta, ante las tentaciones-- hasta una meta equivocada.

            Tampoco importa mucho. Sospecho que si hubiera seguido el camino contrario también ahora me habría arrepentido.

Jueves, 14 de marzo
UN PASO MÁS

---¡Ya estarás contento! ¡Ya habéis humillado a la justicia! ¡Ya los españoles no somos iguales ante la ley! ¡Ya tenéis la maldita amnistía!

            ---¿Seguro que ya la tenemos? Este ha sido un paso más, solo eso. Para hacer que descarrile se seguirán empleando todos los medios, incluidos los legales, que son los más eficaces cuando el juez es juez y parte.

---¡Y cómo no van a estar indignados si los habéis dejado con el culo al aire!

---Humanamente es muy comprensible su afán de venganza, pero no sé yo si encaja del todo en la praxis jurídica.

Viernes, 15 de marzo
NI EN SERIO NI EN BROMA

“Si imposible es hacer tu vida como quieras…”

¿Y cómo hubiera querido yo que fuera mi vida? ¿Cómo quiero que sea?

            Me hubiera gustado una vida más activa, menos contemplativa. “La acción es la verdadera fiesta del hombre”, escribió Goethe y le gustaba citar a Azorín. Haber participado en política, haber contribuido a mejorar el mundo, haber sido empresario, haber fundado una familia, o más de una, y estar ahora rodeado de hijos, nietos y hasta algún biznieto…

            Cuento estas cosas a un amigo y él se enfada un poco.

            ---Nunca sé si hablas en serio o en broma, Martín. Creo que me estás tomando el pelo.

            La verdad es que, como suele ser habitual en mí, no hablo ni del todo en serio ni del todo en broma. Uno nunca está de acuerdo con lo que tiene. El plato que ha pedido el comensal de la mesa de al lado siempre nos parece más apetitoso que el nuestro.

            Si cuando yo tenía veinte o treinta años, me preguntaran sobre cómo me gustaría que fuera mi vida medio siglo después, respondería que muy semejante a la que tengo ahora. Y sin embargo…



 

sábado, 9 de marzo de 2024

Coraje y alegría: Corazonadas de la razón

 

Sábado, 2 de marzo
PLAN DE VIDA

---En todos mis días, invierno o verano, festivos o laborables, procuro que haya una hora para escribir, cuatro para leer (en cuatro lugares distintos) y tres para la conversación inteligente. Lo último me cuesta bastante conseguirlo.

            ---Y eso que la inteligencia la pones tú y a los interlocutores solo nos pides atenta admiración. 

Domingo, 3 de marzo
CODEPENDENCIA

“Querer ayudar es muy noble, pero mucha gente no quiere ser ayudada en la forma en que tú lo haces”. A veces basta abrir un libro al azar para encontrar respuesta a nuestras preguntas. No es necesario que sea la Biblia ni el Tao ni las obras completas de Shakespeare. El que hoy me aclara muchas cosas me lo enviaron al despacho del Milán (no tienen mi dirección actualizada) y parecía de muy poco interés. Lo edita en Oviedo la editorial Mañanes, de la que hay muy poca información en Internet, y su autora es Ximena Rodríguez, de la que no hay ninguna, y que no figura en la cubierta (donde, por cierto, el título, aparece mal escrito. Todo invita a no perder el tiempo con este libro. Pero antes de descartarlo lo hojeo, como tengo por costumbre, y al hablar de la codependencia veo que habla de mí. “Necesito alguien que me necesite”, he escrito en más de una ocasión.

            Ayudar es un arte que yo no domino. Nunca está claro quién necesita más a quién: si el que da la ayuda o el que la recibe. Si yo tuviera mucho dinero y pudiera ser mecenas (mi vocación frustrada), todas las ayudas que diera serían rigurosamente anónimas. Así me ahorraría muchos malos ratos.

            Pero Ensayo sobre lo social no es el bodrio más o menos pretencioso que todo hacía suponer. Se trata de una especie de novela didáctica, un poco a la manera dieciochesca, costumbrista y ágil. Yo me he divertido leyéndolo y he aprendido un poco más de mí. ¿Qué más se le puede pedir a un libro?  

Lunes, 4 de marzo
LA META ES EL OLVIDO

Produce un poco de melancolía encontrarse en una librería de viejo con un libro afectuosamente dedicado e intonso. Huberto Pérez de la Ossa –no había oído hablar de él—dedica en julio de 1925 a Gonzalo de Merás Polifonías, publicado tres años antes. Yo, al contrario que el tal Gonzalo, corto cuidadosamente las páginas y lo leo en Atípiko mientras tomo el habitual café. Sonrío al comprobar con qué cuidado corrigió a mano una mortificante errata.

Está escrito entre 1915 y 1922, entre los dieciocho y los veinticinco años (ya me he informado sobre el autor) y la mayoría de los poemas son de un trasnochado modernismo. Pero su versión de los famosos eneasílabos de Rubén Darío (“Juventud, divino tesoro”) no carece de interés: “¡Oh juventud, tesoro eterno! / ¡Gracia que nunca pasará! / Vienen las nieves del invierno; / la primavera va detrás”. Y hay una elegía al amigo de la adolescencia, “un alma maravillosamente clásica”, que todavía conserva su emoción: “¡El dolor! No, ya no es tu historia / --a lo sumo, será la mía--; tu alma fue hecha para la gloria, / para la luz y la armonía”.

Creo que se salva también el poema final sobre las diversas corrientes de la época y su apartamiento de ellas. “Pero no, no estoy solo; voy con mis dos hermanos: / mi pasado, mi rubio hermano adolescente; / mi porvenir, mi hermano de faz desconocida”.

            En una foto de 1923, aparece junto a Lorca y Buñuel, Jarnés y Barradas. Estaba en el mejor sitio en el mejor momento. Antes de la guerra civil, publicó mucho y tuvo algún importante premio, pero solo ensayo y narrativa; después de la guerra (vivió hasta los años ochenta) se dedicó al teatro como director y adaptador. No sabemos qué fue de Cancionero de las cosas humildes, el libro que se anunciaba en Polifonías. Ni qué pensaba cuando sus compañeros de aventuras literarias eran glorificados y nadie recordaba que había sido uno de ellos.

            Un poeta menor que llegó a la meta, el olvido, antes que los demás y que a mí me ayuda esta melancólica mañana a olvidarme de los apaleamientos en mis andanzas de buen samaritano. 

Martes, 5 de marzo
BIEN QUE ME ARREPIENTO

Últimamente no puedo quitarme de la cabeza una coplilla popular que escuché cantar no sé cuándo ni dónde: “Hice algunas cosas malas / y no quiero arrepentirme, / pero bien que me arrepiento / de aquel favor que te hice”.

Miércoles, 6 de marzo
LO QUE A MÍ ME BASTA

Se hablaba de una discusión en Facebook a propósito de que una joven poeta, a la que habían invitado a leer sus versos, dijo que ella solo lo haría si le pagaban trescientos euros.

            ---Hombre, si se cobra entrada, y hay público suficiente, pues me parece perfecto.

Y luego pensé, aunque no me atreví a decirlo --uno va de duro por la vida-- que yo soy tan poco profesional que me basta con algo de admiración y un poco de cariño.

Jueves, 7 de marzo
DESENMASCARILLADOS

---La verdad es que para los que no habíamos perdido la cabeza y padecimos como un insulto a la inteligencia la obligación de ir con mascarillas a todas partes, fueran o no necesarias, y tuvimos a la policía, a la guardia civil e incluso al ejército vigilando que no saliéramos a tomar el aire sin ellas, aunque fuera de noche y por lugares solitarios, el sainete del caso Koldo tiene algo de justicia poética. Sobre todo, si no pagan solo los meros comisionistas, sino las autoridades político-sanitarias que convirtieron el cubre bocas en un objeto del deseo que había que conseguir, y en cantidades millonarias, aunque luego se pudrieran en un almacén, a cualquier precio. La dañina estupidez --¡cuántas muertes por obligada mala praxis médica durante la pandemia!-- me parece un delito mayor que quedarse con un puñado de euros del montón de dinero público que se despilfarra sin control ninguno.

            ---¿O sea que, según tú, quien tendría que dimitir e irse a su casa no sería el impresentable Ábalos, sino Pedro Sánchez? Y ya puestos, supongo que también Feijoo, y todos los que eran presidentes autonómicos cuando Sánchez, muy astutamente, les cedió la gestión de la cosa para que hicieran el ridículo por cuenta propia.

            ---Volvería a ser peor el remedio que la enfermedad. Tendré que conformarme con disfrutar de este sainete. Y regodearme ya esperando al siguiente, cuando se destape el negocio de las vacunas, cómo se desprestigió la más barata, cómo se chantajeó a los sumisos ciudadanos (¡si no te vacunas, no te dejo ir al cine!), cómo caducaron cientos de miles de dosis, cómo se regalaron otras que aquí no valían, pero que quizá podrían aprovechar los pobrecitos subsaharianos… Pero Pfizer es mucha Pfizer, nada tiene que ver con la picaresca de los trapicheos en China, y sabe disimular bien sus sobornos en mecenazgos universitarios, donativos para las fundaciones de los partidos y publicidad encubierta. Confiemos en que un listillo haya metido la pata y que los del partido rival se lancen en tromba y acaben tirando piedras contra el tejado de vidrio que los cubre a todos.

Viernes, 8 de marzo
NO PUEDO NO PENSAR

(Como los contertulios habituales se retrasan --soy yo el único que está a las siete en punto, desde hace cuarenta y cuatros años, todos los viernes en la cafetería--, saco el cuaderno y escribo.)

Perdía la razón todas las noches, pero la encontraba al despertar.

Cuando tenía razón, no atendía a razones.

A la razón hay que darle vacaciones de vez en cuando.

Con el berbiquí de la razón, rara vez se hace brotar el agua de la sabiduría.

Razonar es un deporte de élite.

La razón es el motor, pero la imaginación es la gasolina.

Solo con la razón la vida no sabe a nada.

Si hasta los números pueden ser irracionales, ¿cómo no había de serlo el ser humano?

El que sabe que no sabe nada ¡cuánto sabe!

La razón humana no está hecha a medida de la realidad.

Solo al ser expulsados del paraíso, Adán y Eva tuvieron uso de razón.

Después de muertos, el ateo y el creyente descubren que los dos tienen razón o que no la tiene ninguno.

Si el azar de la cronología hubiera permitido que Sócrates y Jesucristo se encontraran, ¿habrían tenido algo que decirse?

Hay filósofos que utilizan la razón para justificar las ocurrencias más disparatadas.

A Platón le suspendieron en un examen de filosofía por demasiado fantasioso.

Los límites de la razón no son los límites del mundo.

Dios se ríe de los que desconfían de la razón. ¡Si la he inventado yo!, dice en tono de reproche.

La razón no sabe de moral, igual le da justificar una causa que la contraria.

Qué paradoja que los seres racionales solo de tarde en tarde tengan razón.

La razón tiene razones que la razón no comprende.



 

 

 

sábado, 2 de marzo de 2024

Coraje y alegría: El arte de perder

 

Sábado, 24 de febrero
NO ES LO QUE OS CUENTAN
 

---Tú que lo sabes todo –se burla un amigo--, cuéntanos cómo va a acabar la guerra de Ucrania, que parece el cuento de nunca acabar.

            ---No me gusta presumir de profeta, pero ya escribí, a poco del comienzo, cuando a Zelenski se le subió la ayuda de la OTAN a la cabeza y, negándose a cualquier negociación, dijo que lucharía hasta la victoria final, hasta la recuperación de Crimea y la derrota humillante de Rusia, ya escribí entonces que esta podría ser la guerra de los treinta años, tirando por lo bajo. Mientras siga de testaferro de la OTAN, Rusia no va a ser capaz de obligar a Ucrania a que acepte formalmente la decisión de las zonas prorrusas y, con OTAN o sin ella, Zelenski no va a ser capaz de recuperarlas. O sea, que tenemos guerra para rato, hasta que quienes financian a Zelenski –quien paga manda—le obliguen a negociar.

            ---Me escandalizas, Martín. ¿Pero es que para ti no hubo una invasión ilegal de un país soberano?

            ---Hubo y no hubo. Hubo el apoyo a una de las partes en una guerra civil, a la más débil, a la de las repúblicas del Donbás.

            ---¡Bombardearon Kiev!

            ---Como la OTAN bombardeó Belgrado, aunque creo que los rusos causaron menos muertos y menos daño. Unos querían ayudar a la independencia de Kosovo –ilegal, por cierto, parece que España no la reconoce porque supondría un precedente para Cataluña-- y otros a la de las repúblicas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. De Crimea ni hablamos porque su pertenencia a Ucrania fue una decisión meramente administrativa de los tiempos de Jrushchov, cuando esas cosas no importaban porque todo era la Unión Soviética.

Domingo, 25 de febrero
FERIA DE ANTIGÜEDADES
 

Feria de Antigüedades en el mamotreto de Calatrava, ese aparatoso crustáceo gigante que representa bien lo peor de una época en arquitectura y en política. Hacía tiempo que no pasaba por allí. Hay algunos puestos de libros. Pocos de interés.

No soy coleccionista ni bibliófilo. Hace tiempo que no compro nada que no vaya a leer esa misma mañana o esa tarde. Y nunca busco nada concreto, me dejo seducir. Me guiñan primero los ojos las Poesías completas de Luis Carrillo y Sotomayor, editadas por Dámaso Alonso en 1936. Una bella edición de Signo, la editorial de antología de Gerardo Diego. La colección tiene un bonito título, “Primavera y flor”, y el colofón lleva la fecha del 8 de abril cuando aún nadie imaginaba –aunque ya se afilaba la guadaña-- que la República iba a ser “antes de tiempo y casi en flor cortada”. También murió antes de tiempo, a los 27 años, Luis Carrillo y Sotomayor. Lo leo por la tarde, antes de entrar a ver una desasosegante película, Desconocidos, de Andrew Haigh, sobre la familia y otras soledades. Como el protagonista, que regresa a su casa familiar y la encuentra tal como era hace treinta años con sus padres vivos y jóvenes, como el poeta barroco –del que deslumbra algún endecasílabo entre la retórica epocal--, yo también siento “en agua y fuego el corazón deshecho”. En el agua y el fuego del tiempo que ni vuelve ni tropieza.

Lunes, 26 de febrero
CON BAROJA

Releo hoy el otro libro que compré ayer, Los amores tardíos de Pío Baroja. Recuerdo que cuando lo leí hace mucho tiempo, en la colección Austral –debía yo de tener veinte años-- solo me interesaron las prosas descriptivas y líricas que aparecen al comienzo de los capítulos. Pensé entonces, y lo pienso ahora, que deberían editarse aparte (y así creo que se hizo con una de las series, “Las estampas iluminadas”). La novela propiamente dicha –que no es una novela independiente, sino parte de la trilogía Agonías de nuestro tiempo--, me aburrió un poco: dos personajes, José Larrañaga y su prima Pepita, que se encuentran en sus viajes por Europa y charlan de esto y aquello, sin que falten los tópicos antisemitas.

El dibujo de la cubierta, una noria con la leyenda “Los llenos de dolor y los vazíos de esperanza”, es probablemente del propio Baroja, que esbozó el retrato alguno de los personajes en el manuscrito de la novela (el del protagonista es un autorretrato). Me apasiona ahora la relación entre los dos primos, esa “tensión sexual no resuelta”, como en tantas series de televisión, que se resuelve con una elegante elipsis. A medianoche –termina uno de los capítulos--, Pepita “subió la escalera y entró en el cuarto de José”.  El capítulo siguiente comienza con que, al despertar, “él la estrechó en sus brazos con toda su fuerza”. Si la novela se llevara al cine, el director no podría evitar dedicar buena parte del metraje a mostrarnos lo que hicieron en la cama esa noche y las siguientes. Son las convenciones de la época.

            Tenía esta novela en uno de los gruesos tomos de las obras completas, pero ahí no me apetecía leerla. Prefiero hacerlo mientras tomo un café. La comienzo en Noor, la continúo en Atípiko y la termino, conmovido, en Los Prados. Soy un lector itinerante. Cada libro tiene su lugar y su momento. Qué placer pasear por Rotterdam y alrededores esta mañana de lluvia y sol.

Los amores tardíos de José Larrañaga tienen lugar a sus cincuenta y cuatro años. Me identifico con él, pero en mi caso, más que tardíos, son ya póstumos.                                                                                                                                                           

Martes, 27 de febrero
APROVECHO PARA PRESUMIR

---Dime, oh Kalikatres sapientísimo, qué opinas del caso Koldo.

            ---Pues que no me sorprende, tras el ejemplo de quien fue jefe del Estado durante cuarenta años, que haya quien se sienta tentado por imitarle y cobre sustanciosas comisiones siempre que pueda. “Si ayudo a hacer negocios a otros –filosofaba el refugiado de Abu Dabi--, ¿por qué no voy a llevarme yo una parte?”. Allá ellos con la justicia, que paguen lo que tengan que pagar y que caiga quien caiga. Lo que me extraña es que nadie se sorprenda de que hubo un tiempo en que las mascarillas –que no servían para nada en buena parte de los casos en que las hicieron obligatorias, por ejemplo, paseando al aire libre-- se convirtieron en el Santo Grial que había que conseguir a cualquier precio. Si las autoridades, que perdieron la cabeza después (o antes, no sé bien) de hacérsela perder al resto de la población, le daban lo que pidiera, sin preguntar nada, sin control ninguno, ni siquiera de calidad, a quien les trajera mascarillas, ¿a qué sorprenderse de que las cobraran a un alto precio? El doble o el triple deberían haber pedido.

            ---Deduzco, oh Kalikatres sapientísimo, que en tiempos de la pandemia, que en tu opinión vino acompañada de una más dañina tontemia, solo tú conservaste en su sitio la cabeza.

            ---Algunos más habría, me imagino, pero entonces callaban. Yo dejé pública constancia, semana a semana, de tanto ridículo o criminal disparate, y ahí están las hemerotecas para el que quiera comprobarlo. 

Miércoles, 28 de febrero
UN MAL DÍA

“Al diario hay que venir ya llorado”, me comentó un amigo tras leer La vida y sus desatinos, última entrega del diario de José Luna Borge. “¿A qué entristecer a los demás con las triviales miserias de cualquier vida?”

            Lo recuerdo hoy, al final de un mal día, apenas atenuado por la animada tertulia en torno a la traducción de los sonetos de Shakespeare y la peculiar ortografía de Emily Dickinson. Las penas de amor, desde esta distancia, me parecen más llevaderas que el desengaño de ahora.

Cuando la caída de la Unión Soviética, circulaba por Rusia una humorada: “¿En qué se convierte un comunista de toda la vida cuando deja de serlo? En un anticomunista de toda la vida”.

            A mí ahora se me ocurre una variación: “¿En qué se convierte un amigo de toda la vida cuando deja de serlo? En un enemigo de toda la vida”.

            Amigos de los que Facebook llama “amigos” tengo muchos, exactamente cinco mil. Amigos de verdad, media docena. Amigos sobre cuyo hombro podía llorar a cualquier hora del día o de la noche creía tener uno. Ahora sé que no tengo ninguno. Y quizá siempre lo supe, aunque hiciera todo lo posible por engañarme a mí mismo. A la memoria me vienen los versos de Víctor Botas: “Algunas veces / ponemos dulces máscaras a aquellos / que están en nuestras vidas / para seguir queriéndolos”.

Jueves, 29 de febrero
REMEDIOS

Llovió durante la mayor parte del día, pero a primera hora de la mañana el regalo de unas horas de sol. Antes, a las diez en punto, cruzaba el parque para ir hasta Noor; ahora, tras el derribo del puente sobre la autopista, atravieso la plaza de Santullano, frente a la iglesia, y creo que no pierdo mucho con el cambio.

Como a los niños pequeños, nada me gusta más que la repetición. Ya me he acostumbrado a la nueva ruta y creo que hasta doy exactamente el mismo número de pasos y me detengo en los mismos sitios a hacer algunas fotos. Remedios contra la desesperanza, más eficaces, al menos para mí, que cualquier medicina.

El azul del cielo disuelve las negruras de la noche. Quizá todo fue un malentendido. Y, en cualquier caso, tampoco importa tanto. Si el hombre más fuerte es el que está más solo, como decía Ibsen en Un enemigo del pueblo, yo muy fuerte debo ser.




 

sábado, 24 de febrero de 2024

Coraje y alegría: Fruta del tiempo

 

Sábado, 17 de febrero
RECTIFICO

No todos los libros se leen de la misma manera, aunque la mayor parte de la gente tenga una sola manera de leer. Los libros requieren su entorno y su momento, especialmente los libros de poesía. Claro que, en mi caso, la mayor parte se quedan en el estante de la librería tras un ligero hojeo o van al montón de los desechables si me han llegado espontáneamente.

A veces me equivoco, y es lo que ocurrió con el último cuaderno –la mayor parte de los libros de poesía no suelen ser otra cosa-- de Gabriel Insausti. Tuve la mala puntería de abrir por un soneto poco afortunado: "Todavía lo veo con el ceño / fruncido sobre un libro –Benavente, / Maeztu, la Revista de Occidente-- / en aquel frío caserón porteño". ¿Y por qué leía con el ceño fruncido?, me pregunto yo. ¿No le gustaba nada de lo que leía? ¿Y es la Revista de Occidente un libro? ¿No leería más bien Acción ¿Española si era lector de Maeztu? Así de puntilloso soy yo. Más adelante tropiezo de nuevo: "Vivió siempre en lo eterno. Supo un día / que el tiempo es un error...". ¿En qué quedamos? ¿Vivió siempre en lo eterno o desde el día en que descubrió que el tiempo es un error?

           A Unamuno le irritaban los lectores como yo, que en realidad son muy escasos entre los lectores de poesía que suelen ser de razonamiento vagamente algodonoso y para los que todo vale. Parece que está pensando en mí cuando, en nota a uno de los poemas de Teresa, a propósito de los versos "y yo temblé porque un dedo invisible / vi que al morir el sol te acariciaba", señala que es posible que alguien exclame: "Si era invisible el dedo, ¿cómo lo pudo ver?". Su respuesta no puede ser más desdeñosa: "A la cerrazón crítica que supondría tal comentario, no hay sino oír y pasar de largo. Eso se le podrá ocurrir a un literato, un letrado, pero no a un poeta".

Pues cosas así se me ocurren a mí continuamente, don Miguel. Pero en esos versos suyos, o de su heterónimo, la contradicción es solo aparente: ese dedo invisible, el dedo de Dios, el dedo del destino, por un instante se hizo, o pareció hacerse, visible.

            Javier Almuzara me comentó ayer en la tertulia que el libro de Insausti Si es en tus ojos podía tener mejorables borradores (él le sugirió una variante a un haiku), pero que abundaba en aciertos memorables. Lo saqué del montón desdeñado, lo leí demoradamente en el primer café de la mañana, y puedo confirmarlo. Me gusta rectificar.

Domingo, 18 de febrero
NO LO CREO

Curiosa pesadilla la de esta noche. Resulta que el otro día, hojeando un libro, Letras de médicos, me llamó la atención una frase a propósito de Somerset Maugham: "Sus biógrafos relatan que llegó a ser muy cruel, incluso con las personas que lo querían, lo que explica la soledad en que vivió su ancianidad".

En mi pesadilla, estaba en la librería Cervantes, abría un grueso libro y leía esa frase. Pero no era la biografía del escritor inglés sino de un tal José Luis García Martín. Sonreí al despertar. "Hasta en sueños eres vanidoso", me dije. "¿Tú crees que alguien va a escribir tu biografía?"

            No, no lo creo. Algo bueno había de tener ser un escritor sin éxito. Nadie va a excavar en la "red de triviales miserias", como dijo Borges, que es mi vida, cualquier vida.

Lunes, 19 de febrero
METO LA PATA

La noticia de la muerte de Fernando Delgado, a quien me presentó Villena allá por el año 79, cuando yo preparaba la antología Las voces y los ecos, me trae a la memoria una de esas meteduras de pata en las que suelo incurrir con cierta frecuencia.

Fue en una comida con motivo de los premios Príncipe de Asturias, un año en que los dos participábamos como jurado. Alguien defendía la candidatura de Juan Marsé y como argumento adicional indicaba que no tenía premios. "Tiene el Planeta", dijo alguien. Y yo, de inmediato, solté mi ocurrencia: "Pero eso, más que un galardón, es un baldón".

El comensal de mi derecha y el de mi izquierda me miraron con cara de pocos amigos. Eran Fernando Sánchez Dragó y Fernando Delgado. Tardé en comprender las razones de su enfado: los dos eran premios Planeta (yo ni siquiera recordaba que fueran novelistas). También es mala suerte la mía: contar el chistecito sobre el Planeta la única vez en mi vida que he comido con un Planeta a cada lado.

Martes, 20 de febrero
TAMBIÉN YO

---¡Cada vez se habla más de política en todas partes y tú cada vez hablas menos! Está visto que lo tuyo es llevar la contraria. Claro, no te apetece comentar el batacazo que os habéis llevado en Galicia.

           ---No, no me apetece. También yo, si fuera gallego, habría votado a Ana Pontón.

Miércoles, 21 de febrero
RARO

Algunos de los mejores sonetos de Borges, los del cuaderno Cinco poemas, publicado en Mendoza en 1986, el año de su muerte, no sabemos quién los escribió, solo sabemos que no fue Borges, a pesar de Héctor Abad Faciolince llega a la opinión contraria en su apasionante quest "Un poema en el bolsillo", incluida en el libro Traiciones de la memoria.

            Los vamos analizando hoy en la tertulia virtual, de la que Jon Juaristi se fue entre amenazas ("¡Se te va a caer el pelo!") y a la que anda repitiendo por ahí que no piensa volver. Suerte la mía. A lo mejor así, el pelo no se me cae del todo.

El mejor de los poemas de Borges que no hijo de Borges, sin duda, uno de los grandes sonetos de la literatura española es el que el doctor Héctor Abad, el padre del escritor, llevaba en el bolsillo cuando lo asesinaron: "Ya somos el olvido que seremos". Pero todos nos parecen espléndidos. Hay uno dedicado a la biblioteca de la que fue director: "Nadie en La vasta casa. Ni siquiera / el eco de una luz en los cristales, / ni desde la penumbra los casuales / pasos de vaga gente por la acera".

             Es raro que el autor de esas maravillas no reivindicara su autoría. Solo por esos versos merecería pasar a la pequeña historia de la literatura.

Jueves, 22 de febrero
TODO SE SABE

---Me gustaría contarte lo que me han contado, pero no sabes guardar un secreto.

---Los míos los guardo bastante bien. Y los de los demás, cuando no interesan a nadie, que es en la mayoría de los casos. Cuenta, cuenta.

---Yo no soy como tú. Te quedarás sin saber lo que me dijeron de ti el otro día en una cena.

---Nada bueno, me imagino.

---Que tus poemas no los escribías tú, sino los poetas jóvenes que van a tu tertulia, de los que te aprovechas miserablemente, que tu mejor libro, Principios y finales, lo escribieron a medias Javier Almuzara y Martín López-Vega. Y las Fábulas que acabas de publicar, José Luis Piquero.

Viernes, 23 de febrero
ASÍ ES LA VIDA

No me pierdo la ocasión de asistir a la representación en el Campoamor de Adiós a la bohemia, de Baroja y Sorozábal, pero antes tengo que escuchar una Gran Vía trufada de alusiones a la actualidad, que si una amnistía a medida, que si los políticos catalanes, que si la coalición de los partidos de izquierda es un callejón sin salida, que si "me gusta la fruta" repetido una y otra vez por una ciclista que cruza el escenario. Pero la obra conserva parte de su encanto antiguo (parece que Nietzsche se escandalizó con sus burlas a la autoridad) y ayuda a soportar el chaparrón.

Llega luego Baroja y estamos en otro mundo. Despedida de dos amantes. "No se apure usted, don Ramón", le dice el camarero al hombre que se ha quedado solo. "Cuando una mujer se va, otra viene". Y la respuesta: "Es que no es una mujer la que se va, Antonio. Es la juventud, y esa no vuelve". "Así es la vida, y hay que tener paciencia... porque todo pasa, y bien pronto, no crea usted".

El protagonista, que tiene treinta años cuando se despide de la juventud, abandona el café y se va a dar un paseo "largo, muy largo". Yo también doy un paseo, antes de regresar casa, y con música de Sorozábal voy canturreando los versos de despedida que escribió Baroja a mi edad: "Si tenía alguna suerte, / la tiré por la ventana; / si tenía algún talento, / se lo ha llevado la trampa, / que ya nada me preocupa, / ni el dinero ni la fama, / y solo aspiro a dar fin / con decencia a la jornada".


sábado, 17 de febrero de 2024

Coraje y alegría: Flores de otro mundo

 

Sábado, 10 de febrero
MEJOR DE LO QUE MEREZCO

El amor dice mucho de quien ama, poco de quien se ama. Durante cerca de veinte años, por San Valentín, he venido recibiendo anónimamente un ramo de flores. Me lo enviaban a mi despacho del Milán y el año pasado, cuando había dejado la Universidad, allí siguió llegando. O sea, que es de alguien que me conoce poco, que no está muy al tanto de mis circunstancias personales. También me lee poco, porque quien lo hace sabe todo de mí, desde la hora en que me levanto hasta dónde tomo café cada mañana y cada tarde y dónde paso los sábados. Al principio, tomaba un poco a broma esos ramos de flores, pero luego me fui acostumbrando y, si este miércoles no me llega, me sentiré un poco triste. ¿Se habrá cansado de mí? ¿Me conocerá mejor y habrá dejado de quererme, como suele ser habitual?

             También el odio suele ser sin razones, aunque en mi caso haya más razones que para el amor. He escrito sobre muchos libros y casi siempre pongo el dedo en la llaga. Tengo esa maldita puntería. Recuerdo aquella vez que fui a Madrid con Víctor Botas que acababa de publicar su primer libro, y con Paulina. Quedamos a comer con Francisco Brines, al que yo entonces admiraba bastante. Luego le admiré menos, pero esa es otra historia. "¿Y a qué te dedicas? ¿Eres también profesor?", le preguntó amablemente el autor de Insistencias en Luzbel (era entonces su último libro) al de Las cosas que me acechan. Y a mí, siempre tan oportuno, se me ocurrió decir: "No se dedica a nada. Vive de las rentas". Brines tomó aquella broma como una ofensa personal: "¿Cómo que no se dedica a nada? ¿Escribir poemas no es un trabajo? ¿Acaso piensas como Fidel Castro que a los poetas hay que enviarlos a cortar caña para que hagan algo útil?". Y por ese estilo estuvo perorando largo rato. Paulina, Botas y yo nos mirábamos sin entender nada. Lo entendimos más tarde cuando supimos por Villena –entonces amigo nuestro-- que Brines ni necesitaba trabajar ni trabajó nunca y que sin duda eso le creó cierta mala conciencia en los tiempos del compromiso y la poesía social. Pero Brines no me odiaba, era incapaz de ello, solo que no le caía bien. Los que odian suelen ser poetas sin éxito, o con menos éxito del que les gustaría.

No les tengo miedo a los que te hacen ver que no te quieren bien, sino a los otros, a los hipócritas, o a los que ni siquiera conoces. Tampoco debería quejarme mucho. De haber vivido hace cien años, cuando Clarín, ya habría tenido que batirme en duelo media docena de veces por lo menos y habría sufrido alguna agresión. Llevo comentando un libro todas las semanas desde 1988. Si mis cálculos no fallan, son unos mil setecientos cincuenta libros, o sea que habré puesto reparos, calculando por lo bajo, a unos trescientos escritores españoles contemporáneos. He tenido suerte, no he dado con ninguno particularmente agresivo. Y hay quien me envía –o me enviaba-- flores por San Valentín. La verdad es que no me puedo quejar. La vida me trata mejor de lo que merezco.

Domingo, 11 de febrero
SIN ARGUMENTOS

"A partir de cierta edad, la vida deja de tener argumento", escucho decir a alguien mientras vuelvo del cine. Me encojo de hombros. Yo desde siempre he tenido que inventarle argumentos a la mía. Y no se me da del todo mal.

Lunes, 12 de febrero
MILAGROS DE BOLSILLO

Voy camino de la cafetería Noor, como cada mañana, y de pronto me fijo en una placa que no había visto antes: "Ministerio de Trabajo / esta casa está acogida a los / beneficios de la Ley de Paro / de 25 de junio de 1935".

Quedo extrañado ante esa pervivencia republicana. ¿Qué ley es esa? ¿Por qué el franquismo no hizo desaparecer la placa? Antes de diez minutos, como por arte de magia, ya lo sé todo sobre el asunto. He consultado la ley en la Gaceta de Madrid; me he enterado de la triste historia de Federico Salmón Amorín, el ministro que la promulgó (solo fue ministro durante unos pocos meses y con dos presidentes, Lerroux y Chapaprieta), asesinado en Paracuellos a los 36 años; he visto imágenes de algunos de los edificios que se construyeron al amparo de esa ley (fueron cerca de tres mil), las llamadas casas Salmón, todas con un elegante estilo racionalista, y lo que más me ha sorprendido es que esa placa no se colocó durante la República, no hubo tiempo y el gobierno del Frente Popular tenía otros intereses, sino que ordenó colocarlas en 1941 otro ministro de trabajo, José Antonio Girón de Velasco. No me imaginaba yo al franquismo homenajeando una ley republicana, aunque fuera de la República buena, la que muchos de los que se sublevaron apoyaban, al menos en los primeros días de la guerra.

De todo esto me entero gracias a ese prodigio cotidiano, el teléfono móvil, tan denostado. ¡Reduce nuestra capacidad de atención!, dicen psicólogos y docentes. Reducirá la tuya, les respondo. Yo, después de este paseo por la historia, me concentro perfectamente en el libro que estoy leyendo, una novela de Luis García Jambrina que convierte a Unamuno en émulo de Sherlock Holmes. Y no salen malparados ni el autor ni su criatura.

Miércoles, 14 de febrero
TODAS LAS CARTAS DE AMOR

Me llaman de la Facultad para decirme que acaba de llegar un ramo de flores a mi nombre. Me alegra la noticia. Temía que el anónimo admirador se hubiera olvidado de mí. ¿Quién será? Sigue sin enterarse de que ya no voy por el Milán, no lee mi diario.

         ---¿No será aquella poeta que pasaba por la tertulia y que te escribía tantas cartas y te llamaba tanto?

          ---¡Pero si ya se ha muerto!

          ---A lo mejor lo dejó dispuesto en su testamento. Amor constante más allá de la muerte.

          Y yo pienso con tristeza en aquella mujer, algo mayor que yo, que se obsesionó conmigo. Una vez –el correo era todavía el correo postal-- me llegaron al buzón unas declaraciones anónimas amorosas. Lo comenté en la tertulia. Ella me llamó a los pocos días para decirme que no era la autora, pero al final de la conversación añadió: "Rómpelos, por favor, que me da mucha vergüenza".

Durante años, me escribió largas cartas, que yo no leía, y que siempre llegaban por correo urgente. Más tarde fueron las llamadas telefónicas. Por la tertulia seguía apareciendo de vez en cuando. Venía en taxi desde Gijón y cuando ya tenía dificultades para caminar con una acompañante. Entonces me pareció solo una historia un poco ridícula, ahora me parece una historia triste. No siempre fui amable con ella. Lo que más me irritaba era verme reflejado, aunque mis obsesiones quiero creer que nunca llegaron a tanto. Como Unamuno, al que me divierte ver ahora convertido en detective, yo también tuve mi Delfina Molina.

           ¿Se seguirá acordando de mí después de muerta? Supongo que este ramo de flores, puntual por San Valentín, tendrá otra explicación más racional, pero a mí no se me ocurre.

"Todas las cartas de amor son ridículas", escribió Álvaro de Campos. "Pero al final solo es ridículo el que nunca ha escrito cartas de amor". Todas las historias de amor son ridículas, diría yo. Y las mías –que no contaré nunca-- no menos que las de mi Delfina.

Jueves, 15 de febrero
HOMENAJE

Hablo con Paulina del homenaje a Víctor Botas que propone el grupo socialista del Ayuntamiento. Lo de crear una cátedra, como las dedicadas a Alarcos o a Ángel González, no parece que tenga mucho sentido. Mejor una placa en la casa en que nació, aunque mejor redactada que las de Gamoneda o García Nieto.

           ---Por cierto, ese edificio en la esquina de Uría con Milicias Nacionales lo construyó el abuelo de Víctor en los primeros años de la República. Era todo de la familia. Fue el abuelo que le regaló el áureo de Vespasiano, una de las piezas más valiosas de su colección de monedas, que algún día te enseñaré. Como aquellos tiempos eran revueltos, decidieron hacer un hueco en una columna para esconder las joyas. Cuando quisieron recuperarlas después, no se acordaban de cuál era la columna. A punto estuvieron de provocar un derrumbe cavando en una y en otra. Lo de la plaça me parece una idea perfecta. Tendría que ser una inscripción sencilla.

A mí se me ocurre que podría ser algo así: "En esta casa / nació el poeta / Víctor Botas / (1945-1994) / que iluminó la vida cotidiana / con la luz del clasicismo". 

Viernes, 16 de febrero
ACERTAR LO PRINCIPAL

Decía Luis Rosales, en un poema muy citado, que jamás se había equivocado en nada, "salvo en las cosas que más quería". Yo me he equivocado mucho, me equivoco todos los días, pero pocas veces en las cosas que de verdad me importan.