viernes, 28 de septiembre de 2012

Nada personal: No hablo de política

Sábado, 22 de septiembre
VER. OÍR Y CALLAR


“Qué poco patriota eres”, me dice un amigo al darse cuenta de mi escasamente disimulada simpatía hacia los independentistas catalanes y vascos. “Bueno”, le respondo, “hay diversas maneras de entender el patriotismo. La mía no pasa por imponer su patria a nadie”.
            –-Pues eso es lo que ellos hacen. Los independentistas son una minoría que pretenden hablar en nombre de todos. La mayoría de los vascos y de los catalanes quieren seguir siendo españoles.
            –-¿Y entonces qué problema hay? Basta con una consulta para acallarlos.
            ––¿Y la constitución? Que ellos no la respeten, lo entiendo. Es la constitución española, ¿cómo iban a respetarla? ¡Pero que no la respetes tú que te las das de más democrático que nadie!
            ––La respeto, pero no la venero. No es un texto sagrado dado por Dios a los hombres. Es fruto de un acuerdo entre partidos. Puede cambiarse. No olvides que, sin remontarse mucho, hubo un tiempo en que el Sahara, ateniéndose a la legalidad de entonces, era una provincia española exactamente como las otras, con sus procuradores en Cortes. Y que muy poco antes de que dejara de serlo de la noche a la mañana allá fue el rey (que entonces era Príncipe de España y ocupaba provisionalmente la jefatura del Estado) a afirmar su españolidad por los siglos de los siglos.
            –-No te entiendo. ¡Qué tendrá que ver Cataluña con el Sahara!
            ––¿Por qué no hablamos de otra cosas? Ya sabes que a mí no me gusta meterme en política. Me crié en el franquismo, y en esa época nos enseñaban a ver, oír y callar si no queríamos meternos en problemas.
            ––¡Tú no callas ni debajo del agua!


Domingo, 23 de septiembre
EL AMOR Y UN CABALLERO

Me gusta jugar a que estoy enamorado. (En realidad nunca lo he estado, salvo quizá de mí mismo). En caso contrario, me aburriría y aburriría hablando siempre de política. Lo malo es que suelo acabar enamorado de verdad, como les pasa a los que juegan con fuego. Afortunadamente, nunca me hacen caso. Tengo la suerte de casi nunca tener suerte en el amor. Se pasa mal, pero se pasa pronto. Cuando lo he pasado verdaderamente mal es cuando he tenido suerte.
No es que yo sea uno de esos misántropos que no soportan a nadie demasiado tiempo demasiado cerca. A estar solo prefiero estar con alguien, pero con la condición de que ese alguien no esté conmigo. No sé si me explico.
Claro que podría explicarme mejor, pero en ciertos temas resulta poco elegante entrar en detalles. Siempre, en estos casos, recuerdo a Somerset Maugham: “Está bien que un caballero, a partir de los sesenta años (bueno, él decía cincuenta, pero los tiempos han cambiado), tenga vida sexual, pero no es correcto que hable de ella”.


Miércoles, 26 de septiembre
FELIZ CUMPEAÑOS

No podríamos vivir sin patrañas. El otro día aparecía Facebook en la portada de El País porque supuestamente una adolescente se equivocó al etiquetar la invitación a su cumpleaños y no puso el evento como privado, sino como público. La consecuencia: que en lugar de veinte o treinta personas aparecieron veinticinco mil.
Y esto lo publica un periódico que se las da de riguroso. ¿Cuánta gente ha conseguido reunir en Madrid el movimiento “Ocupa el Congreso”? Pues unas seis mil personas y eso a pesar de las muchas organizaciones que están detrás y del cabreo generalizado. ¿Y miles y miles de personas atraviesan Holanda para felicitar a una desconocida en su cumpleaños? ¿Y más de quinientos policías no pueden contenerlos porque ninguno quiere quedarse sin su trozo de pastel y su refresco?
            En lugar de disculparse y tirar de las orejas al redactor jefe que aceptó esa leyenda urbana, el sesudo diario le dedica a los pocos días un editorial. Y hoy vuelve a arremeter con Facebook por no sé qué presunto fallo en la confidencialidad de algunos mensajes.
Comulgar con ruedas de molino es una costumbre que suele tener la gente. Incluso los periodistas rigurosos cuya misión parecería ser evitar precisamente que la gente comulgue con ruedas de molino.


Jueves, 27 de septiembre
CAMPOS DE SOLEDAD, MUSTIO COLLADO

Charlo un momento con Pilar Rubiera antes de que comience la presentación del número centenario de la revista Clarín en el Aula Magna. “Daremos noticia, pero muy breve, apenas tengo sitio”, me dice. Y yo, perdiendo una buena oportunidad de estar callado, le respondo con una broma: “Claro, necesitáis todo el espacio para seguir arremetiendo contra el Niemeyer”.
            Es un tema del que prefiero no hablar. No bastó la premeditación y alevosía para destruir el proyecto, hubo también saña, y esa saña aún no parece haberse saciado. La última vez que estuve en el Centro Cultural fue a finales del pasado junio. Escribí entonces una nota, que luego taché. Hay temas de los que prefiero no hablar. Decía así:
No había vuelto desde que el golpe de manos le hizo cambiar de manos. Cruzo de nuevo, con emoción, el zigzagueante puente que va y viene sobre la ría. No tardo en comprobar que le han devuelto el nombre, pero todavía no el alma.
Lo que el anterior gobierno de Asturias hizo con el Niemeyer pasará a la historia universal, no de la infamia, sino de la estupidez. Y con qué alegría le secundaron artistas locales, periodistas presuntos o no tan presuntos, asturianistas de vario pelaje, todos los ofendidos porque algo pudiera hacerse en esta tierra, y tener éxito, sin contar con ellos. Compitieron a ver quién daba la pedrada más certera. Pero apuntaran a Areces, a Natalio Grueso, a Carlos Saura (¡hace fotos borrosas!) o a Woody Allen (¡como si aquí no tuviéramos quien toca mejor el clarinete!), todas daban en el mismo sitio.
            Aunque los edificios siguen en pie, tengo la sensación de que paseo entre ruinas. Me repito los versos famosos: “Estos, Fabio, ay dolor, que ves ahora, / campos de soledad, mustio collado, / fueron un tiempo Itálica famosa…”
            En la cafetería, con tres buenos amigos, Cristina, Alfonso y Marcos, agradable comida, grata sobremesa. Pero del local que yo conocía apenas queda nada. Ni siquiera las vistas. Delante de la cristalera que da a la plaza han colocado mostradores, cajas, mesas, una especie de trastero que tapa la espléndida geometría de los edificios. Y el mobiliario interior ha cambiado: ahora hay unas sillas de plástico que no desentonarían en ningún chiringuito playero. Fuera, en la terraza, una especie de sofás-cama (más cama que sofás) para que los jubilados que se aventuren a pasar el rato en este lugar se tumben a dormir la siesta.
            Cuánta desolación. Recuerdo las primeras veces que pasé por aquí, la noche de la inauguración, el aire de fiesta, de modernidad, la sensación de que Avilés estaba un poco más cerca del centro del mundo.
            Pero todo duró lo que un sueño. Me imagino a Marcos Vallaure frotándose las manos: “¡Ahí queda eso! ¡Lo hemos pisoteado bien! ¡A ver si sois capaces de hacer que vuelva a crecer la hierba!”
            Y los caballos de Atila no se van del todo cuando se va el gobierno de Foro. Dejan de guardia a dos o tres periodistas para que saquen a relucir el asunto de las deudas cada vez que alguien se hace la ilusión de que, con un poco de esfuerzo, todo podría volver a ser como antes.
            ¡Las deudas! ¿Qué deudas dejaría el Guggenheim si a los pocos meses de su inauguración hubiera un cambio en el gobierno vasco y el nuevo gobierno se dedicara a desacreditarlo, a hundirlo, a cambiarle el nombre y a convertirlo en museo de los pelotaris? ¿Qué deudas dejaría el Musac de León si a los pocos meses de inaugurado hubiera un cambio político en Castilla y León y el Marcos Vallaure de turno se dedicara a decir que lo que allí se exponía no era arte y acabara convertido en un centro de investigación sobre el botillo? ¿O el Ivam de Valencia? ¿O el Reina Sofía?
Quien tiene la culpa de que la inversión necesaria para poner en marcha un nuevo centro cultural se convierta en gasto no productivo es quien le puso la zancadilla y lo hizo caer al suelo en el momento del despegue.
            Salgo del Niemeyer sin mucha esperanza. La alegría de la recuperación me ha durado poco. Son malos tiempos para reflotar un proyecto semejante. Quienes lo hicieron posible todavía están curándose las heridas de las pedradas que recibieron. Y aunque se hayan ido quienes parecían los peores enemigos aún hay gente con la piedra en la mano, al acecho de cualquiera que quiera volver a intentarlo.


Viernes, 28 de septiembre
YA TE LO DIJE

––Eres la leche, tío. Estás en contra de los que salen a la calle y rodean el Congreso para regenerar la democracia y en cambio apoyas la secesión de Cataluña. Te dices de izquierdas y por un lado coincides con la extrema derecha y por otro con el nacionalismo identitario y tribal, lo más antidemocrático que hay.
            ––Si las cosas están mal, lo que hay que hacer es tratar de arreglarlas, no empeorarlas. Si ahora tenemos una mayoría aplastante del PP, si ahora puede aprobar las leyes que quiere en el Congreso, es, en buena parte, gracias a la aguerrida muchachada del 15-M y a sus valetudinarios valedores intelectuales. Su descrédito de la política, se lo creyeron las gentes de izquierda, no las de derecha, que fueron a votar como un solo hombre. ¿Qué se arreglaría disolviendo estas cortes, “que no nos representan”, y convocando otras nuevas? Pues una nueva mayoría absoluta del partido gobernante, uno o dos escaños más para los partidos de Cayo Lara y Rosa Díaz, arañados en ambos casos a los socialistas, y poco más, aparte de perder tiempo y dinero.
            –-¿Tú crees entonces que hay que cruzarse de brazos y aguantar lo que nos echen?
            –-Me parecen bien las protestas, pero hay que hacerlas de manera que favorezcan nuestros intereses (los del que protesta), no los intereses contrarios. En esto último está especializada cierta descerebrada acracia.
            ––Y Cataluña, ¿qué? ¿No eres ahí tú el que defiendes el interés del contrario?
            ––De ese tema prefiero no hablar. Despierta instintos demasiado primarios y no quiero enemistarme con algunos de mis pocos lectores, como Rosa Navarro Durán. Pero me alegra saber que, si hablara, no me ocurriría lo que a Vicente Blasco Ibáñez, que pasó una temporada en la cárcel por mostrarse partidario de la independencia de Cuba.
            ––Cataluña no es Cuba.
            ––Pues en aquel tiempo, legalmente, Cuba era como Cataluña: una parte de España. Pero yo de política no hablo, ya te lo dije. 


viernes, 21 de septiembre de 2012

Nada personal: Galgos y podencos



Sábado, 15 de septiembre
MIENTRAS TANTO

“Las rutinas están bien siempre que no se conviertan en una rutina”, me dice un amigo al que no veía desde hace años. En mi caso no hay ese peligro, pienso. Cada día es una caja de sorpresas. Abro los ojos y, de las dieciséis o dieciocho horas que me aguardan hasta que vuelva a cerrarlos, solo tres o cuatro están más o menos previstas en mi agenda (y sujetas, como todo lo humano, a imprevista variación). El resto queda al albur, sometido a la decisión de mi guionista favorito: el azar. Nunca sé si el día que me espera será selva o jardín, o las dos cosas al mismo tiempo.
            Tengo muchas rutinas, pero nada rutinarias. Cada una de ellas es una fruta que no me canso de saborear. Incluso el aburrimiento, el no hacer nada, el apagar la música, cerrar el libro, mirar pasar las nubes, o ni siquiera eso: tratar de poner la mente en blanco y solo conseguir que se llene de negros nubarrones.
            Pienso entonces que no me he equivocado en nada, sino en las dos o tres cosas verdaderamente importantes. Y me lleno de desesperación.
Desesperarme es también una de mis costumbres, como fracasar en el amor. Juego a ser el más infortunado de los hombres. Y lo soy de verdad durante un rato, un largo rato: diez, quince minutos, a veces incluso media hora. Luego caigo en la cuenta de que era solo un juego y disfruto doblemente con todo lo que tengo al alcance de mi mano.
Algún día dejará de ser un juego, pero mientras tanto…


Domingo, 16 de septiembre
LA MARCA ESPAÑA

Realmente parece que, como país, andamos algo bajos de autoestima. “¿A fin de cuentas cuáles son las dos grandes aportaciones de España a la cultura occidental?”, escucho en el Caffè di Roma (reconozco la voz, es un colega de la Universidad) y la pregunta retórica me trae a la memoria las polémicas del siglo XVIII. “¡La siesta y el botellón!”


Lunes, 17 de septiembre
MEGALOMANÍAS

Antes de que comience la función, una voz indica que estamos de aniversario. Tal día como hoy, hace ciento veinte años, en 1892, se inauguró este teatro. Clarín ese verano estuvo en Salinas y luego en Gijón. Trabajaba poco, paseaba por la playa, no podía dejar de pensar en el ministro de Educación de la época. Resulta que un reciente decreto había suprimido la enseñanza universitaria de la filosofía del derecho, con lo que Giner de los Ríos se quedaba sin cátedra. En carta del 24 de agosto le escribe: “El otro día, yendo solo por la playa, me eché a reír de mí mismo, porque me sorprendí irritado de veras y apostrofando al ministro en voz alta y hasta con palabras malsonantes”. A mediados del mes siguiente vuelve a Oviedo para asistir a la inauguración de un teatro del que se siente orgulloso, no en vano él fue quien propuso el nombre de Teatro Campoamor cuando era concejal.
Me aburro con Werther, de Massenet, y pienso en Leopoldo Alas escuchando en este mismo espacio Los Hugonotes, de Meyerbeer, otro 17 de septiembre. Como la historia que se nos cuenta es simplonamente consabida, dejo pronto de seguirla y me distraigo con la música y con mis pensamientos.
            Soy un conservador, qué le vamos a hacer (aunque solo de lo que merece la pena ser conservado), y me alegra comprobar que cuando todo cambia tan rápidamente hay tradiciones que permanecen.
También soy un poco megalómano y por eso cuando dialogo con mis amigos más jóvenes, pongo en cuestión  ideas comúnmente aceptadas o logro introducir alguna duda entre presuntas evidencias, me siento un Sócrates o un Voltaire. Y cuando salgo del teatro pensando en la clase de mañana a primera hora y en el artículo que he de escribir luego arremetiendo contra un disparatado libro, me siento otro Clarín.
            Sócrates, Voltaire, Clarín, no importa si en miniatura o en versión microscópica, eso es lo que me gusta ser. Cada uno escoge a los maestros a los que quiere parecerse. Yo he escogido a esos tres.


Martes, 18 de septiembre
OCURRENCIAS

Siempre que quedo citado con alguien, llevo un libro, por si se retrasa. Hoy no lo he hecho y, como no puedo estar sin hacer nada, aprovecho esos minutos para garabatear algunas ocurrencias.
¿Qué acierto puede haber en una vida sin ningún error?
Era completamente previsible. Siempre salía por donde menos se esperaba.
No siempre al perder a un amigo se pierde a un amigo. (Espero que ningún malpensado piense que estoy pensando en Felipe Benítez Reyes al pensar esto.)
Hay una edad en que a uno le interesan muy pocas cosas, y esas pocas le interesan más bien poco.
Qué poco conocemos a quien mejor conocemos.
En lo que llamamos realidad hay dos o tres miligramos de verdad  y varios kilos de fantasía.


Miércoles, 19 de septiembre
CAMBIO DE BANDERA

Recuerdo muy bien la primera vez que escuché hablar a Santiago Carrillo. Fue el 30 de abril de 1977 en la plaza de toros de Gijón. No se me ha olvidado la emoción de aquel día. Era el primer mitin del Partido Comunista, legalizado hacía muy poco, tras la guerra civil. Había muchos jóvenes, pero también bastantes ancianos que se abrazaban llorando. Comenzó a hablar Carrillo y su tono era didáctico, nada mitinero, casi de maestro de escuela. Lo que decía no era lo que se esperaba. Y hubo un momento en que comenzaron las protestas. Costó que los aplausos acallaran aquellos abucheos. Carrillo hablaba de la necesidad de aceptar la bandera roja y gualda. La plaza estaba llena de banderas republicanas. Los que las portaban las alzaban entre gritos. Pero Carrillo siguió hablando y alguien a su lado enarboló la bandera que muchos identificaban con los cuartelillos de la guardia civil y la represión y las palizas. “Camaradas –dijo–, desde ahora esta bandera deja de ser la bandera franquista para ser la bandera de todos, la bandera de España”.  Unos instantes de silencio que parecieron durar una eternidad. “Tiene valor este tío –pensé yo–, se la está jugando”.  Luego unos tibios aplausos.
            Fuera de la plaza no había desaparecido el miedo. Los mayores escondían las banderas rojas, se guardaban las insignias con la hoz y el martillo. Temían provocar. Temían volver a la cárcel. Todos éramos conscientes de haber vivido un momento histórico. Y yo pensaba en la paradoja de que hubiera sido un “sanguinario rojo”  (hacía poco que Manuel Fraga había declarado: “Si yo permitiera volver a España a Carrillo y a la Pasionaria, no habría policía suficiente para protegerlos de la ira de los españoles”) el que con aquel cambio de bandera –casi un juego de manos–  hubiera apuntalado la tambaleante monarquía.


Jueves, 20 de septiembre
UTOPÍA

Cuando tardo en dormirme, me gusta pensar en cuál sería para mí un mundo perfecto, me gusta fantasear utopías. Hoy se me ocurre imaginar un mundo de robots casi humanos. Los amigos te acompañan siempre que los necesitas, y cuando no, desaparecen. Lo mismo las o los amantes, según las preferencias de cada uno. Tú puedes estar de mal humor, pero los demás no, los demás siempre están sonrientes. Nunca discuten. Siempre hacen lo que tú quieres. Hay mayordomos pluscuamperfectos, como el David de la película Prometheus, que se encargan de todos los pequeños detalles de la vida cotidiana.
            Vivir solo es aburrido, pero vivir rodeado de seres humanos es un fastidio. Son caprichosos, incomprensibles, hoy te admiran y mañana no te aguantan, siempre tienes que andar templando gaitas con ellos. Una lata. Mejor estar rodeado de prodigiosos robots que hacen todo lo que pueden hacer los seres humanos: escucharte, comprenderte, acariciarte, mimarte, adularte, y que jamás se cansan de hacerlo.
Me gustaría vivir en un mundo en el que yo pudiera cansarme de cualquiera, pero en el que nadie pudiera cansarse de mí. Un mundo en el que satisfacer todos mis caprichos sin que nadie se ofendiera. Un mundo en el que siempre se rieran mis gracias.
            Pero no sé si ese mundo resultaría tan apetecible como ahora me parece. En cualquier caso, resulta una fantasía agradable para antes de dormirme. ¡Vivir en un mundo en el que todo el mundo está a tu servicio y nadie puede hacerte daño! Y algo todavía mejor: un mundo en el que a nadie puedes hacer daño por muy torpe y desconsiderado que te muestres con la gente que quieres. Los robots ni sienten ni padecen. No te hacen sentir esta mala conciencia que yo siento y que me impide dormir.

           
Viernes, 21 de septiembre
TE NOMBRO EMBAJADOR

“¿Qué te pareció el puñetazo del rey en la mesa? ¡Van a saber esos catalanes lo que es bueno!”, me dice un amigo en la tertulia. Y yo, que últimamente no quiero meterme en política, le respondo que me ha divertido verle citar la fábula de Iriarte que aprendí en la escuela: “Por entre unas matas, / seguido de perros / (no diré corría), / volaba un conejo”. El conejo de la Independencia, pienso yo malicioso, y como no nos movamos con algo más de habilidad política que la que demuestra esa carta me temo que no habrá galgos ni podencos que logren darle alcance antes de que llegue a la meta.
            La fábula “Los dos conejos” lleva al frente la moraleja: “No debemos detenernos en cuestiones frívolas, olvidando el asunto principal”. ¿Cuestión frívola? Sospecho que lo único frívolo es considerar frívolo un asunto tan potencialmente explosivo.
            Con la bien intencionada carta, se ha hecho aparecer al rey como rey de España, pero no de Cataluña. La gente poco inteligente (me refiero a los asesores del rey, por supuesto) suele actuar así: defiende su causa dando armas al enemigo.
            A esos asesores les aconsejaría que, además de El príncipe, leyeran El principito, especialmente aquel capítulo en que el protagonista llega a un asteroide habitado por un rey. Como rey, no podía ser desobedecido. “Quédate”, le pide al principito. “No quiero, me voy a otro lugar”. Y el rey entonces, con voz muy autoritaria: “¡Te nombro embajador!”


viernes, 14 de septiembre de 2012

Nada personal: Extraterrestres y otras evidencias


Sábado, 8 de septiembre
EL MILAGRO DE CASTAÑEDA

Decía Antonio Machado que el ser humano es una criatura paradójica, “un animal absurdo que necesita lógica”. Pero también vale lo contrario: un animal racional y lógico que necesita el absurdo para sobrevivir.
            Visitando la colegiata de Santa Cruz de Castañeda, en Socobio, Cantabria, me sorprendió un bajorrelieve en el que fuera retablo del altar mayor que representaba la última cena. Cristo abraza tiernamente a su discípulo predilecto y a un lado, sobre la mesa, volcado, está el Santo Grial. Una gota de vino o de sangre parecía brotar de él. Alargué la mano y la toqué con el dedo. No, no se trataba de una ilusión óptica.
Como los niños, instintivamente llevé el dedo a los labios: era vino del color de la sangre. Miré en torno mío para contar aquel descubrimiento, pero mis compañeros habían ya salido de la iglesia y estaban camino del autobús. Corrí tras ellos. El sol de fuera me deslumbró y me hizo ver lo absurdo de la situación. ¿Qué iba a decirles? ¿Que había sido testigo de un milagro? Miré mi dedo: seguía manchado.

     
       Recordé el Cristo de Donatello que está en la iglesia de Santa Maria dei Servi, en Padua. Se trata de un Cristo que hace exactamente seis siglos, en 1512, comenzó a sangrar por sus heridas. Aquel hecho prodigioso sirvió para acrecentar la fe de los creyentes y para animarles a perseguir con más saña a los herejes. Me dio un poco de miedo la cara del crucificado cuando, al azar de un paseo por Via Roma, lo vi por primera vez hace unos días. Parecía un extraterrestre, una sombría y siniestra criatura de otro planeta.
            Manuel Lozano Leyva, en El fin de la ciencia, un libro de divulgación científica, arremete con muy buenas razones contra la astrología, la homeopatía, la ufología y otras pseudociencias. Con muy buenas razones y alguna ingenuidad. ¿Por qué nunca podremos entrar en contacto con extraterrestres?, pregunta. Y esta es la respuesta: “Admitamos que se logren construir naves casi tan veloces como la luz, el caso es que hay que acelerarlas. Un sencillo cálculo muestra que para acelerar una nave de la masa de un coche hasta un tercio de la velocidad de la luz, frenarla después (si no, ya me dirán), y hacer lo mismo al revés una vez que haya terminado la visita a unos vecinos situados a quince años luz, indica que se necesita la misma energía que consume Europa en veinte años. A ver qué Parlamento aprueba unos Presupuestos Generales del Estado que contemplen semejante partida. Y los extraterrestres para venir aquí seguramente tienen el mismo problema, porque sin duda son democráticos, ya que son tan listos”.
            Hombre, si admitimos que somos capaces de construir naves casi tan veloces como la luz, ¿qué nos impide admitir que somos capaces de acelerarlas y frenarlas?
            Pero los dioses y los extraterrestres que nos asustan y nos deslumbran no vienen de más allá de las estrellas, sino de lo más profundo de nosotros mismos.
            Al dejar sobre la mesilla de noche el libro de Manuel Lozano que he estado leyendo, me sorprende ver que ha quedado nítidamente impresa la huella de mi dedo manchado con el vino y la sangre del Santo Grial, a pesar de que me lo había lavado concienzudamente al llegar a casa.
            Un hecho inexplicable. Pero no me quita el sueño. A fin de cuentas, lo más inexplicable es que algunas de las cosas que nos pasan tengan explicación. O creamos que la tienen.

           
Domingo, 9 de septiembre
EL ÚLTIMO EN ENTERARSE

“Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes es una de las buenas costumbres que nos quedan”. Con esta cita de Borges comienza Sherlock & Watson. Madrid Days, la nueva película de Garci.  Pero al verla en lo que menos piensa uno es en Sherlock.
Tenía las peores referencias, pero pudo más mi curiosidad. ¡Sherlock y Jack the Ripper y Galdós! Hasta un niño haría algo interesante con esos ingredientes.
El Sherlock de Garci no es Sherlock sino un pasmarote al que a veces llaman así; Jack es un enviado del futuro o el poder o qué se yo que indigesto galimatías; Galdós es un actor recitando un papelito como en una función de colegio. No lo hace ni mejor ni peor que Ruiz Gallardón, con su barba postiza, o que Luis Alberto de Cuenca, escuchando muy serio un discurso que viene tan poco a cuento como el resto.
Los actores no hablan, parecen leer lo escrito en un teleprompter (haciendo a veces, como los malos locutores que se fían demasiado de las comas, pausa donde no deben).


Fui el único espectador que resistió las dos horas largas de metraje. Pero yo tenía un interés adicional: ver qué nuevo disparate se nos ofrecía tras cada fundido en negro. Quizá me quede con Watson, en el tren, defendiendo las corridas de toros como si recitara un editorial del Abc o mejor, ya al final, explicándole a su señora, en el dormitorio y con todos los ingredientes a la vista, antes de hacer el amor, las maravillas del cocido madrileño.
            Salí pensando en cómo se puede hacer de esa manera el ridículo. ¿No tiene Garci ningún amigo que se atreva a decirle la verdad? Son los riesgos de ser guionista, director y productor.
            Luego pensé que yo también soy el guionista, el director y el productor de mi propia vida. ¿No me pasará a mí lo que a Garci que haciendo lo que creo que debo hacer, con total libertad, sin tener demasiado en cuenta las opiniones ajenas, esté en realidad haciendo el ridículo? ¿Será mi vida, como Sherlock & Watson. Madrid Days, ni siquiera mal cine (aunque cuente con buenos profesionales, si prescindimos del director y guionista), sino solo mala literatura impostada y pretenciosa? Si ocurre eso, espero no ser, al contrario que Garci, el último en enterarme.


Martes, 11 de septiembre
SIEMPRE AMIGA

En China me consideraban el típico español, pero yo creo que, como español, resulto muy poco representativo. Por ejemplo, no soy nada anticatalanista. Me alegra el éxito multitudinario de la manifestación de hoy en Barcelona.
Para que se forme una pareja, hacen falta dos síes. Para que se rompa una pareja, basta un no. El verbo amar no admite el imperativo. “Libre te quiero, pero no mía”, dice el poema de Agustín García Calvo que canta Amancio Prada. Cataluña, libre te quiero: española, si tú quieres; no española, si así lo deseas. Pero siempre amiga.


Miércoles, 12 de septiembre
ALIENS

Miro el mundo desde muchos lugares, y uno de los más ilustrativos es la ventana de la televisión, a la que me asomo cada noche. Hace tiempo que me fascina un programa del canal Historia titulado Aliens. Todo –desde las pirámides hasta la mitología griega– lo explican por la visita de seres extraterrestres en los orígenes de la humanidad.
Al principio me parecían un timo esos documentales, llenos de presuntas “evidencias” que no resisten el menor análisis científico. Hasta  que me di cuenta de que no eran programas de divulgación científica, sino programas religiosos que disimulan su condición de tal  (las verdades religiosas siempre gustan de presentarse como verdades a secas). Detrás de la serie Aliens, como detrás de la película Prometheus, de Ridley Scott, está la Iglesia de la Cienciología predicando su evangelio. Ni más ni menos absurdo ni más ni menos dañino que el de las diferentes sectas cristianas, mahometanas o judías (menos dañino, en realidad, que el de bastantes de ellas).
No basta la razón, no basta la ciencia. El hombre, como los niños, necesita que le cuenten cuentos. Y gracias a esos cuentos es capaz de lo mejor y lo peor. ¿Esperar la llegada de los extraterrestres o esperar la llegada del Mesías? No hay ninguna diferencia. Mitos que ayudan a explicar lo que no tiene explicación ninguna.


Jueves, 13 de septiembre
OTRO COMIENZO

La emoción del primer día del nuevo curso. Antes de esta mañana, ya he entrado cuarenta veces por primera vez en un aula ante la atenta mirada de los alumnos. Y no se ha convertido en rutina, ni se convertirá nunca, por mucho que se repita.
            Hasta este momento todo fue barullo administrativo. Ayer por la tarde todavía no estaban asignadas las aulas, y hacía falta un cursillo especializado para entender los horarios, con sus clases explicativas, seminarios, tutorías grupales, Mayor y Minor. La Universidad, como el país, a ratos da la impresión de una pesada barcaza que ha perdido el rumbo o  un boxeador noqueado que por milagro se tiene en pie.
            Pero comienzan las clases y esa mala impresión desaparece, al menos en mi caso. Ha pasado el tiempo, cuarenta años o cuarenta siglos, y la situación sigue siendo la misma. Alguien que habla, alguien que escucha, preguntas y respuestas, enseñar lo que se sabe y tratar de aprender juntos lo que no sabe. Y resignarse a que haya cosas, las más importantes, que no sabremos nunca. Y el miedo a no estar a la altura de lo que los alumnos merecen.
            Sócrates lo haría infinitamente mejor, pero no hacía una cosa distinta de lo que hago yo. Y eso me basta para sentirme orgulloso. Y agradecido.


Viernes, 14 de septiembre
ES ASÍ

Leo Canon heterodoxo, un “manual de literatura española para lectores irreverentes”, de Antonio Enrique, para ver si cambio de opinión sobre el libro y el autor. Pero no pasa de un bien intencionado batiburrillo en el que buena parte de las páginas se dedican a una vieja guerra literaria, la que enfrentó a los llamados poetas de la Experiencia y de la Diferencia. En esa guerra yo también participé e hice toda la sangre que pude (entonces era joven y cruel, ahora ya no soy joven).
En el apéndice (la edición original es del 2003), el autor mira a los alumnos que inician el nuevo curso: “Pero de pronto me sobreviene una turbación, una certidumbre que me deja triste para el resto del día: estos muchachos nunca leerán el Quijote íntegro. Es así. Estoy ante la primera generación que no va a leer el Quijote”. Yo sonrío, como ante las “evidencias” que catedráticos de raras universidades presentan en Aliens. Los escolares de ahora, como los de hace cien años, unos leerán el Quijote y otros no; así ha ocurrido siempre. Pero las nuevas ediciones definitivas de Francisco Rico (hasta la edición siguiente, también suya) se seguirán vendiendo cada vez más.
            Sonrío. Sigo siendo cruel con la estulticia ajena y sigo siendo joven. Cada nuevo curso es para mí un nuevo nacimiento. Los alumnos tienen siempre veinte años y yo también. No me pidan que lo explique. Es así, aunque no sea así. 


sábado, 8 de septiembre de 2012

Nada personal: Gastad, enriqueceos


Domingo, 2 de septiembre
MUCHOS DEFECTOS

Tengo muchos defectos. Todos los que conocen los que me conocen y alguno que solo conozco yo. Pero me faltan bastantes. No soy nada interesado, por ejemplo. Ni demasiado crédulo. Soy alérgico, verdaderamente alérgico (me salen manchas en la piel) a la simplificadora demagogia, no solo en boca de políticos, sino también en la gente de la calle. La verdad es que en el aspecto intelectual no respeto nada a casi nadie. Ya sé que no resulta elegante, cuando tu interlocutor dice una tontería, sea Vargas Llosa o un amigo estudiante, decirle “eso es una tontería”. Pero yo no puedo contenerme. Me gusta discutir y entrar a matar en cuanto veo que mi interlocutor confunde los datos o recurre al sofisma. Muchos se enfadan, claro. Y me guardan rencor perpetuo por intentar dejarlos en ridículo públicamente. Pero ese es mi deporte favorito. Me gusta el cuerpo a cuerpo intelectual.  Muchas veces he salido vapuleado. Bueno, muchas no, pero sí algunas. Y sé lo mal que se siente uno. Pero de esas derrotas siempre aprendo nuevas mañas para que resulte más difícil derrotarme la próxima vez.
            Tengo muchos defectos, pero entre ellos no se encuentra la falta del sentido del deber. Me gusta obedecerme.


Lunes, 3 de septiembre
SIN MALA CONCIENCIA

Por un precio no mayor del que estoy acostumbrado a pagar en esta cara ciudad, me alojo en  la suite principal del hotel. Al principio siento un poco de mala conciencia al tener tanto espacio para mí solo. Paso de una estancia a otra y luego salgo al balcón, sobre el laborioso Cannaregio, mi canal favorito. En el silencio, escucho el rumor sigiloso de sus aguas, sobre las que se refleja la luna. Enfrente tengo la torre de San Giobbe; a mi izquierda, el Ponte dei Tre Archi, y a la derecha la desembocadura del canal en la laguna. El día ha sido largo, con la mañana y la tarde trabajando en Oviedo, y luego el fatigoso viaje, pero ahora me siento como un príncipe de incógnito, con la ciudad entera y la espléndida noche de verano ofrecidas como regalo de bienvenida.
            Agradezco el regalo con una sonrisa, tiro mi mala conciencia a la papelera y luego duermo de un tirón. Tengo muchos defectos. Pero no me impiden estar moderadamente a gusto conmigo mismo ni aprovechar, cuando la ocasión se presenta, las buenas cosas de la vida. A fin de cuentas, que uno lo pase mal no hace bien a nadie.


Martes, 4 de septiembre
OCURRENCIAS

No necesito yo muchas razones para venir a esta ciudad, pero siempre me invento algún pretexto. Esta vez ha sido la Biennale di Architettura, inaugurado hace unos días, y especialmente la polémica ocasionada por uno de los premios, concedido al proyecto venezolano Torre David-Gran Horizonte. 
            Me fascina el Arsenale, los inmensos espacios de la Corderie, el secreto Giardino delle Vergini. El lema propuesto por el director, David Chipperfield, da título a la muestra: “Common Ground”, el terreno común, lo que une a las más diversas experiencias arquitectónicas. Uno de los premios, que se conceden el mismo día de la inauguración, el pasado 29 de agosto, ha levantado cierta polémica. La Torre David, de Caracas, es un rascacielos de más de cuarenta pisos que quedó sin terminar y que ha sido ocupado por cientos de familias. Han creado allí una peculiar favela vertical, con sus propias reglas, en las que ni siquiera se atreve a entrar la policía. Han tenido que resolver el problema del agua, de la energía eléctrica, de la falta de ascensores, han hecho gala de un inmenso ingenio para sobrevivir. El proyecto de Venecia ha recreado un restaurante muy popular en Caracas, Gran Horizonte, y alrededor ofrece una muestra fotográfica de cómo es la vida en Torre David. Los grandes neones del restaurante sorprenden en medio de la Corderie y es agradable sentarse allí y discutir con los amigos que nos acompañan si este proyecto no supone una banalización de la miseria (tan estética en las fotografías) y un apoyo a la invasión de la propiedad ajena. En el pabellón de Venezuela, en Giardini, Chávez promociona sus viviendas sociales. Un cartel dice: “Donde hay una necesidad nace un derecho”. La verdad es que, con razón o sin ella, yo le tengo simpatía a Chávez desde aquel incidente con el rey Juan Carlos, tan torpemente manipulado por la prensa española. El grotesco incidente provocado por las palabras privadas del rey (¿por qué no te callas?) que los micrófonos convirtieron en públicas, lo saldó Chávez con una réplica improvisada que aquí se nos hurtó: “Como dijo el prócer Artigas: Con la verdad ni ofendo ni temo”.


            Me cae bien Chávez, pero qué ingenua demagogia la del pabellón de Venezuela. Cuando entro, en un video una joven madre está contando lo mal que vivía y lo bien que vive en su nueva casa “gracias a Dios y al señor presidente”.
            Las propuestas de los Pabellones Nacionales no han sido seleccionadas por el director de la Biennale. Y se nota. Algunas propuestas son enteramente conceptuales. Y ya se sabe que lo mismo que la poesía concreta suele tentar a los que no saben escribir ni dibujar ni esculpir, el arte conceptual suele ser el preferido de los que además de eso también tienen ciertas dificultades para que se les ocurran cosas de algún interés. En el pabellón de la antigua Yugoslavia (todavía con ese nombre) un cartel indica que en serbio las palabras “cien” y “mesa” son homónimas; por no se sabe qué extraña consecuencia, el rectángulo del pabellón, con las paredes vacías, está ocupado por una inmensa mesa blanca (¿de cien metros cuadrados?) sin nada encima.
            Una exposición de estas características no sería nada si no fuera también un parque de atracciones para adultos. El ingenio es tan importante como el talento. En el pabellón de Brasil hay un gran muro metálico con pequeños agujeros a ambos lados. Uno pone el ojo, como quien se asoma a una cerradura, y observa la vida cotidiana de los habitantes de una casa de Sao Paulo: en el jardín, en la cocina, en la bañera… Códigos informáticos llenan el techo y las paredes del pabellón de Rusia. A la entrada te dan un iPad que has de ir enfocando a cada uno de ellos para ver la información en la pantalla. Pero lo divertido es la extraña decoración, no lo que se nos cuenta.
            Como todas las personas que no saben hacer nada bien, se interesan por todo y tienen muchas ocurrencias, yo creo que habría sido un buen artista contemporáneo.


Miércoles, 5 de septiembre
QUIÉN PAGA ESTO

Hoy se inauguran en Mantua el “Festivaletteratura”. Mientras tomo un café en el Pedrocchi, hojeo el programa y me dan ganas de cambiar mis planes y trasladarme hasta allí. Abundan las propuestas fascinantes. Pero lo que más me sorprende, y para bien, es que muchas de ellas son de pago. En la Argentina de los años veinte, los escritores españoles podían hacer una fortuna dando conferencias. Pero las daban en un teatro y cobrando la entrada. En Mantua hoy, a las nueve de la noche, Emilio D’Alessandro da una charla en el Aula Magna de la Universidad con el título de “Trent’anni accanto a Kubrick”. El precio de la entrada es de cuatro euros y medio. Mañana, a las once y media, en la iglesia de Santa Maria della Victoria, el novelista Pablo d’Ors leerá un texto suyo en español; luego dos de sus traductores habituales ofrecerán cada uno su versión que será discutida punto por punto por el autor y los espectadores. El precio de la entrada es también de cuatro euros y medio. El sábado, en francés y sin traducción, Eric-Emmanuel Schmitt pronuncia una conferencia titulada “Â quoi sert la littérature?”; las entradas cuestan lo mismo. No sé el público que habrá en Italia. En España no solo no iría nadie sino que todo el mundo se sentiría ofendido porque, dirían los demagogos, la cultura debe ser gratis.

         
    Mientras me doy un paseo por Padua, mientras recorro en este día lluvioso, las plazas de la Fruta y de la Hierba, mientras camino por la Via del Santo hasta la basílica de San Antonio para admirar la estatua ecuestre de Gattamelata (yo prefiero el Colleone),  se me ocurre que, ante todo lo gratuito, deberíamos siempre hacernos la pregunta que se hizo Josep Pla al observar por primera vez a Nueva York profusamente iluminada: “¿Y esto quién lo paga?”
            Las cosas gratis también tienen un precio, pero ese precio no lo paga el que disfruta de ellas sino que se paga entre todos. Salvo la educación obligatoria y la sanidad, nada debería ser gratis. Nada que valga la pena, quiero decir.


Jueves, 6 de septiembre
VIDA DE BARRIO

Esta ciudad me quiere bien y por eso procura que no me aburra. Me basta torcer por cualquier callejuela para que me sorprenda. Hoy, al salir del hotel, en lugar de ir hacia el Ponte delle Guglie, he caminado en sentido contrario y me he encontrado en un apacible barrio provinciano con señoras que hacen la compra, ancianos sentados en un banco, vecinas que hablan de ventana a ventana y que me miran al pasar con esa curiosidad y esa insistencia con que en los pueblos observan a los forasteros. Camino por la arbolada Fundamenta Casa Nove hasta la Sacca di San Girolamo. Unas viviendas sociales, de construcción reciente, ofrecen una buena muestra de austeridad, funcionalidad y belleza. En una esquina olvidada de la isla, casi en su puerta de servicio, los espacios comunes se abren hermosamente a la laguna.
Hay una Venecia que no llama la atención, hecha solo para los venecianos y que está al lado mismo de la otra, de la invadida por los turistas. Se adentra uno en ella y es como si mirara detrás de las bambalinas, como si cometiera una incorrección y entrara sin llamar en la parte de la casa que no está preparada para las visitas. A veces hay cochambre y basura y precariedad. No importa. Todo lo compensa una ascética belleza, la propia de los lugares donde la vida no es fácil y que por eso se aman más.

  
Viernes, 7 de septiembre
UNA RECETA PARA LA CRISIS

“¿Pero no te parece indecente en estos tiempos de recorte andar por ahí de vacaciones y derrochando el dinero?”, me reprochan en la tertulia.
            “¿De vacaciones? Me levantaba a las siete y hasta las diez de la noche no volvía al hotel. No he parado un momento. ¿Derrochando? Gastando en lo que me enriquece. Y esa es la receta que daría yo, si no para salir de la crisis (no me atrevería a afirmar tanto), sí para atenuarla: no ahorrar, gastar, gastar, gastar, todo el que pueda y todo lo que pueda. ¿Gastar en qué? En enriquecerse, esto es, en libros (si te gustan los libros), en música (si te gusta la música), en cine (si te gusta el cine), en museos (si te gusta el arte), en todo lo que nos hace mejores y más felices. No ahorrar, salvo lo imprescindible; ahorrar es tirar el dinero. Mejor que circule y dé vida. Estancado se pudre.
            Oscar Wilde decía: “Tengo gustos muy sencillos, prefiero siempre lo mejor”. Yo también, y es un consejo que vale para personas y para países. Hay que preferir siempre lo mejor… que uno pueda permitirse, por supuesto.  


sábado, 1 de septiembre de 2012

Fugacidad, eternidad, verano: Friedrich Nietzsche en Turín (Poemas y fragmentos)


Pocas ciudades tan gratas como Turín, con sus palacios barrocos, sus cafés de otro tiempo, sus insondables librerías, sus cines, sus avenidas de anchos soportales que protegen de la lluvia y la nieve, su elegancia saboyana, su continuo homenaje al Risorgimento. Y sin embargo allí, en el hotel Roma, se suicidó Pavese un día del verano de 1950, el año en que yo nací, y el 3 de enero de 1889 tuvo Nietzsche la crisis final que le precipitó en la inconsciencia; hay además un insistente rumor que habla de cultos satánicos. A pesar de esa historia y esa leyenda, a mí me pareció siempre “uno de los lugares más propicios para la felicidad”, como Borges decía de Ginebra. Pensé mucho en Nietzsche la última vez que estuve allí. Me sentaba cada tarde en el café Baratti & Milano, donde él sin duda descansó muchas veces de sus largos paseos y escribió, acercándose mucho al papel, algunos de los fragmentos póstumos que yo ahora traduzco con ciertas libertades. Vivía muy cerca, al otro lado de la Galleria Subalpina a la que dan los ventanales del café, en la esquina de las calles Carlo Alberto y Cesare Battisti. Nietzsche, antes que filósofo, era poeta. Por eso le seguimos leyendo, por eso nos sigue deslumbrando.



REÍR Y CALLAR

Bajo un cielo muy azul,
tumbados en la hierba,
hermoso es callar juntos;
reír, aún más hermoso.
Reír juntos, reír siempre
en la salud y la enfermedad.
Cuanto peor vaya el mundo
más nos reiremos
y sin decirnos nada
nos lo diremos todo.




A LOS ESPÍRITUS LIBRES

No hay puertas de acceso,
todas son puertas de paso.

Un veneno mortal
es siempre el mejor bálsamo.

Ocúltate tras de tus opiniones,
que lo que verdad piensas
no lo sepa ni Dios.

Un alumno que no
traiciona a su maestro
no es un buen alumno.

Aprender a no pensar:
es la mayor sabiduría.

¿Quieres ser admirado?
Procura no ser comprendido.

Cuando la obra habla,
el autor calla.

Hay que ser muy poco serios
para tomarse el mundo en serio.




AMIGOS MÍOS

Amigos míos, estoy loco.
Tengo demasiada razón.
No digáis: se engañaba;
su vida, una maldición,
demasiado ambicioso
quiso enfrentarse a Dios
y Dios como a los locos
le dio siempre razón.
Amigos míos, jóvenes
de alegre corazón.
no me tengáis piedad.
Seguid como hasta ahora
llenos de admiración.
Hasta Dios me envidiaba,
por eso me destruyó.




VERDAD, FELICIDAD

No podía alcanzarte:
corrías demasiado rápido.
Solo ahora, ya viejo,
Se acomoda a tu paso
la felicidad.

            *
Deja al osado
que corra hacia el abismo,
no detengas su ímpetu.
Quizá de un salto logre
llegar al otro lado.

            *

El mundo hoy
te enseña los dientes.
No te empeñes
en acariciarlo
o te dará un mordisco.

            *
Solo en la multitud
el hombre solo
está de verdad solo.

            *
Acepta las contrariedades,
sé amable con lo inoportuno.
Sonríele al azar
y él te sonreirá.

            *
Amo a la humanidad
como ama el jinete al caballo
que le lleva a la meta

            *
Sin una sonrisa
ninguna verdad
es de verdad
verdad.

            *
El relámpago de mi sabiduría
quemante espada
que parte en dos el mundo.

            *
En el mar del futuro
lanzo el anzuelo de mis palabras
para pescar con ellas
al más esquivo pez:
la inmortalidad.

            *
Aprede a saltar
por encima de tus pensamientos.
Al otro lado,
oh maravilla,
nada mancha el resplandor
cegador
de la nada.

            *
Dispara flechas
sin cesar al cielo.
Una de ellas
dará en el blanco:
tu corazón.




DIOS Y YO

Mi sabiduría iguala al sol,
ciega a los hombres.
Todos me niegan.
Soy como Dios.

            *
Soy el espejo
en que Dios se mira,
pero un espejo empañado
por razón y corazón.

            *
Dios es el perro que ladra
al final del camino
y nos veda la entrada
al mejor paraíso:
la nada.

            *
Dios creó al mundo de la nada.
El hombre, menos poderoso,
solo fue capaz
de crear de la nada
a Dios.

            *
Nadie os volverá a hablar
como yo os he hablado.
Yo os dije todo lo que dice
el silencio de Dios.

            *
Salgo de caza
y en todas partes salta
la liebre
de la felicitad.
Yo sigo cabalgando,
caza mayor es la mía.
Al Ser Supremo quiero darle caza,
exhibir su cadáver en mi puerta.

            *
Juego con las palabras,
les dejo decir
lo que ellas quieren
y todos piensan
que soy yo quien hablo.
Yo me escondo tras ellas
como Dios tras el mundo.




EPITAFIO

Hice de mi vida
un continuo combate.
Fui el héroe y el dragón
No le temo a la muerte
ni a la inmortalidad.




DESPEDIDA

Amigos, brindo por vosotros
que ilumináis el mundo
con vuestra risa clara.
Adiós y hasta la vista.
Muy pronto nos encontraremos
en un lugar llamado Ningún Sitio.