domingo, 26 de octubre de 2014

Nadie lo diría: Esta casa es una ruina


Sábado, 18 de octubre
NO SE META EN POLÍTICA

“¡Últimamente no hace más que meterse en política! Estamos hartos de la maldita política. Escriba de otra cosa”, me reprocha un desconocido al que me encuentro esta mañana en la avilesina calle de la Cámara.
            Le respondo con vaguedades y me callo lo que me habría gustado decirle, que yo no escribo para él, que solo escribo para aquellos a los que les gusta lo que escribo. Pero la verdadera respuesta la encuentro luego al abrir al azar el libro que llevo conmigo: “Vosotros debéis hacer política, aunque otra cosa os digan los que pretenden hacerla sin vosotros y, naturalmente, contra vosotros. Solo me atrevo a aconsejaros que la hagáis a cara descubierta; sin disfraz de otra cosa; por ejemplo: de literatura, de filosofía, de religión. Porque de otro modo contribuiréis a degradar actividades tan excelentes, por lo menos, como la política, y a enturbiar la política de tal modo que ya no podamos nunca entendernos”.
            Quien habla es el machadiano Juan de Mairena y se dirige a los jóvenes. Claro que yo no soy joven.


Domingo, 19 de octubre
A OTRO PERRO CON ESE CUENTO

Me gustan los cuentos de hadas, pero no me gustan que me cuenten cuentos. Leo una entrevista con Jeremy Rifkin, economista que asesora según dicen a Angela Merkel, Matteo Renzi y el gobierno chino, y descubridor de una alternativa al capitalismo: “Al reducirse el coste hasta cero, algunos productos pasan a ser gratuitos y no generan beneficio en el mercado. ¡Y eso ha permitido que aparezca la economía colaborativa! Piense en un coche con GPS, Internet, motor eléctrico y que se desplaza, sin conductor, por una smart road. Y, además, ese coche se ha creado con una impresora en 3D. Ya es posible: ¡ya se ha hecho! Usaremos energía eólica y solar. ¡El sol no manda facturas ni el viento tampoco!”
            Leo la entrevista, la vuelvo a leer y descubro que, entre mis muchas limitaciones, está también mi incapacidad para ser periodista. De inmediato me pondría a discutir con el entrevistado. “Empecemos por el final –le diría–, está claro que ni el sol ni el viento mandan facturas, pero hacen falta unos intermediarios para convertir la energía solar o la eólica en energía eléctrica y esos sí pasan facturas. ¿Un coche fabricado con una impresora en 3D? Sí, claro, un coche de juguete y que cuesta diez veces más que cualquiera preparado por otro medio. Usted dice que ya es posible, que ya se ha hecho, pues muy bien, enséñeme esa impresora que fabrica coches con GPS, Internet, motor eléctrico y que se desplazan, sin conductor, por una smart road, quizá también construida con otra impresora. Enséñela y ese artilugio si será noticia de primera página en todos los periódicos. Mientras no pueda hacerlo, escriba si quiere cuentos de ciencia ficción, pero no me los cuente a mí”. Rompería la entrevista y la tiraría a la papelera. Y si yo fuera Angela Merkel, Matteo Renzi o el gobierno chino cambiaría de inmediato de asesor económico.


Lunes, 20 de octubre
UN AVARO

Ser feliz es un deber, señala Diderot; no ser feliz un pecado, afirma Borges. Yo reconozco que de joven más de una vez incumplí ese deber, incurrí en ese pecado. Con los años me he vuelto más virtuoso. Ahora procuro exprimir bien cada día para que no se me escape ni un minuto de la dicha que pueda contener. Me he vuelto un avaro, como casi todos los viejos, un avaro de la felicidad.


Martes, 21 de octubre
LA DOMÉSTICA FELICIDAD

Paso la tarde en Caces, a las afueras de Oviedo, en casa de mi amigo Xuan Bello y al marchar me siento lleno de la más insana envidia. ¡Una casa en el campo, con huerta y jardín, con niños y gatos, con espacio para alojar a los amigos y a miles y miles de libros sin tener que tropezarme a cada paso con ellos!
            Se me ocurre que ya va siendo hora de que piense en sentar la cabeza y en dejar de vivir con la provisionalidad de un estudiante, improvisando siempre, paladeando el instante, sin pensar en el día de mañana.
            Pero luego, mientras vuelvo a Oviedo, recuerdo que no tengo coche, que el taxista me cobró el doble de lo habitual (espero que pronto Uber le dé su merecido), que no tardará en llegar el invierno y se embarrarán los caminos y no tendré a mano ni una cafetería y que los niños requieren atención durante las veinticuatro horas del día y que los gatos –el distante Polo, la melosa Prúa– no son juguetes, sino seres vivos que también enferman, se reproducen y mueren.
            Antes de llegar a Oviedo y darme una vuelta por la librería de Valdés, ya me ha desaparecido por completo ese feo sentimiento de la envidia. La doméstica felicidad se la dejo para otros, más afortunados. Yo me conformo con hacerles una visita de vez en cuando, admirar el paraíso, fingir un poco de envidia y luego sonreír recordando aquella anécdota de Menéndez Pelayo que tanto me gusta repetir. Resulta que, según cuenta Juan Varela, cierta noche de gala pudo ver, en uno de los palcos del Palacio Real, a una antigua novia, engalanada y oronda, junto a su atento y esmirriado marido, y entonces dio un suspiro y exclamó: “¡Dios mío, de qué felicidad me he librado!”


Miércoles, 22 de octubre
PERPLEJIDADES DE UN PATRIOTA

Tengo la impresión de que la casa en la que hemos vivido durante las últimas décadas tiene las vigas carcomidas y amenaza derrumbe. Y yo no sé bien si apuntalarla desde dentro, si ayudar a los que quieren hacer una chapucilla aquí y otra allí para que aguante unos años más o salir fuera, contribuir a derribarla por completo y unir mi esfuerzo al de los que quieren construir una casa nueva.
            Cada día se descubre otra viga podrida más, y aún nadie se ha atrevido a comprobar la solidez de la viga maestra –esa que era “inviolable”, según una lectura interesada y mentirosa de la Constitución–, quizá la más podrida de todas.


Jueves, 23 de octubre
ORDENO Y MANDO

Hace veinte años que murió Víctor Botas, pero sigue más vivo que nunca. El lunes se inaugura la exposición que se le dedica en la Biblioteca del Fontán. Yo he podido visitarla hoy y en una de las vitrinas me encuentro con una anotación de su diario íntimo e inédito. Corresponde al 17 de agosto de 1985 y dice así: “Por la tarde le llevo a García Martín los textos de mi librito Aguas mayores y menores. Es un libro menor, en tono jocoso, que recoge varios poemas míos –o traducciones– un poco ‘sucios’, y que publicaré, al fin, en Oliver. José Luis se me niega en redondo a publicar uno de los textos, ‘De rerum natura’, aduciendo que su contenido es radicalmente falso y propio de un lunático. Me parece una estupidez por su parte, e incluso una prueba de la tendencia, más o menos larvada, que ya hace tiempo observé en García Martín, al dogmatismo y al ordeno y mando”.
            Sonrío al recordar nuestras discusiones de entonces. Y sospecho que esa tendencia mía, creo que no al dogmatismo, pero sí al ordeno y mando, cada vez resulta menos larvada.

                                                                                       
Viernes, 24 de octubre
HACED RIQUEZA

Llego a la tertulia un poco más tarde de lo habitual. Es algo que solo ocurre un viernes al año, como lo de ponerme corbata. Y es que yo siento una simpatía especial por Felipe de Borbón, que empezó a venir a Oviedo cuando comenzamos a reunirnos en Oliver. Su edad es la misma que la de los jóvenes poetas de entonces, Oliván o Almuzara. “¿Qué tal, qué tal los premios?”, me preguntan. “Muy bien, muy bien, a los que protestaban ni se les veía ni se les oía”. “O sea que la policía cumplió perfectamente su cometido de aislar a la casta del resto de la ciudadanía”, apostilla Jaime.
            La verdad es que todo resultó bien, pero yo pasé un poco de vergüenza ajena al ver al rey hacer involuntariamente el ridículo. Y no me refiero a los ramplones elogios que dedicó Banville (“autor de prosa muy trabajada”, etc, etc), propios de la más trivial reseña periodística, sino al consejo de Unamuno que cita, a esas “palabras sabias” que, según el rey, “deben resonar con esa fuerza con la que han resistido, sin envejecer, el paso del tiempo”. Las palabras de Unamuno son las siguientes: “Haced riqueza, haced patria, haced ciencia, haced ética”. ¿Unamuno, el Unamuno del “que inventen ellos” mandando a los jóvenes que hagan riqueza? La cita es textual, pero está sacada de contexto. Aparece en el epílogo a Del sentimiento trágico de la vida y tiene que ver con su defensa del quijotismo y su rechazo de la europeización propugnada por Ortega. Tras enaltecer a don Quijote y proclamar que su misión es “clamar, clamar en el desierto”, concluye: “Y vosotros ahora, bachilleres Carrasco del regeneracionismo europeizante, jóvenes que trabajáis a la europea, con método y crítica… científicos, haced riqueza, haced patria, haced arte, haced ciencia, haced ética, haced o más bien traducid sobre todo Kultura, que así mataréis a la vida y a la muerte. ¡Para lo que ha de durarnos todo…!”
            El redactor del discurso no ha entendido nada y ha puesto en ridículo al rey. “Estoy preocupado por lo que dirán mañana los periódicos”, digo en la tertulia.
            “¡Qué ingenuo eres, Martín! Dirán maravillas, como es su obligación, que para eso los pagan. Aparte de que no creo que ni siquiera Anson o García de la Concha se hayan dado cuenta”.

Sábado, 25 de octubre
EL REY Y YO


Anoche soñé que por fin se rompía la viga maestra de la Transición y a mí el derrumbe me cogía dentro del Campoamor, asistiendo a la entrega de los premios Príncipe de Asturias. Mientras veía venir sobre mi cabeza a la gran araña de cristal, gritaba tratando de disculparme: “Yo no estoy aquí para apoyar al rey, el rey y yo estamos aquí para apoyar a la cultura”. No sé si mis excusas sirvieron de algo. Me desperté sudoroso antes de que la lámpara me cayera encima.






domingo, 19 de octubre de 2014

Nadie lo diría: Mi deporte favorito


Sábado, 11 de octubre
NADIE ES PERFECTO

Me reprocha un amigo, y no es el único, que no haya arremetido inmisericordemente contra Jordi Pujol después de su “confesión” andorrana.
            “Tengo muchos defectos, amigo Piquero, pero no todos. Qué se le va a hacer, nadie es perfecto. Y uno de los que me faltan es el instinto gregario de callar cuando todos callan y gritar cuando todos gritan, de adular al poderoso cuando toca y de darle patadas cuando viene a tierra. En un linchamiento, no seré yo de los que corren a unir sus manos a los que tiran de la cuerda. Esa costumbre no escasea entre los humanos en general ni entre mis compatriotas en particular, así que se me puede disculpar que carezca de ella”.


Domingo, 12 de octubre
REGALOS Y ADVERTENCIA

Todos los domingos iguales y ninguno repetido.  Por la mañana, en el Fontán, encuentro el libro de Julio Camba, Haciendo de República, dedicado por un desconocido a otro desconocido, “en recuerdo de los días de barbarie”. Por la tarde, al ir a pagar el café tras la lectura habitual antes del cine, me dice la camarera: “Hoy le invito yo”. Luego, antes de que comience la película, oigo una voz enfadada tras de mí: “Siempre estás con lo mismo. Ya me lo has dicho mil veces. Me tienes harto”. Vuelvo discretamente la cabeza y veo una pareja de unos cincuenta años. El hombre sigue protestando: “Pasa el dinero a tu cuenta, si así te gusta más. Pero te recuerdo que ya he gastado contigo más de siete mil euros”. La mujer se da cuenta de que están llamando la atención y le dice algo en voz baja: “¡No me da la gana! Tú me atacas y yo me defiendo”. Afortunadamente, callan durante la película. No me parece que hayan escogido la más adecuada. El guionista de Perdida, de David Fincher, parece que piensa lo mismo que yo del matrimonio. ¿Qué pasaría por su mente mientras veían aquella intrigante, impactante, tremebunda historia de otra pareja? No se les oye ni respirar. Al final son los primeros en salir, separados, sin mirarse. No creo que el hombre duerma esta noche tranquilo.
            Disfruto de la película de David Fincher, tan bien contada, como en la adolescencia de las novelas enrevesadas y tramposas de Ellery Queen o William Irish. Y salgo del cine contento de haber sabido evitar el matrimonio y otras trampas a menudo mortales.


Lunes, 13 de octubre
UNA TUMBA SIN NOMBRE

En esta mañana de lluvia y sol voy con Paulina hasta el cementerio de San Salvador, en Oviedo. Hay en él una tumba sin nombre y en ella una lápida oscura con unos versos anónimos: “Anduve entre vosotros. Vi las cosas / comunes a los hombres: la mañana / y el rojo atardecer; aquella ardiente / figura, casi inmóvil, en el aire, / de una rosa otoñal; ciertos lugares / curiosos de la Tierra. Me detuve / una vez (solo una) ante la extraña / pregunta de un amor. No te recuerdo / ahora: estarás triste (es tan difícil / asumir el olvido). Me das pena”. El poema no lleva firma, pero lo escribió Víctor Botas por encargo de una mujer para la tumba de otra. Ahora las dos descansan juntas bajo la misma lápida, sin nombres ni fechas, solo con unos versos que hablan de “la extraña pregunta de un amor”. ¿Un amor que no se atrevió a decir su nombre? Mejor un amor en el que los nombres y las fechas, en vida y en muerte, estaban de más. Ahí siguen las dos, juntas para siempre, a salvo de las miradas indiscretas y las venenosas lenguas de la Vetusta imperecedera.


Martes, 14 de octubre
EN EL CAFÉ DINDURRA

Paso por Gijón, para asistir a la presentación del nuevo número de la revista Anáfora, y aprovecho para tomar un café en el renovado Dindurra. Lo han estropeado un poco, pintando de purpurina las esbeltas columnas art deco, pero por lo demás sigue siendo el mismo. Me fijo en los grupos de señoras de cierta edad con sus pasteles, sus chismes y sus churros con chocolate. Parecen exactamente las mismas, y sentadas en las mismas mesas, de la última tarde antes del cierre. Como si las hubieran tenido guardadas, numeradas y envueltas en celofán para que no se llenaran de polvo, en algún almacén hasta el momento de la reapertura. Ya estaban cuando yo, en 1983, presenté en este café mi libro sobre Pessoa (ni siquiera levantaron la vista cuando recitamos sus versos) y también bastantes años antes, más de cuarenta, cuando entré por primera vez. Es preciso que algo cambie para que todo siga igual. En el Dindurra han cambiado lo mínimo, el color de las columnas, y todo sigue igual. Un reencuentro feliz.


Miércoles, 15 de octubre
LA BARBARIE ESPAÑOLA

Admiro mucho a Julio Camba, pero no puedo hojear siquiera su Haciendo de República sin sentirme indignado. La Segunda República tenía muchos puntos flacos, cometió grandes errores y yo no necesito que venga ningún historiador revisionista para conocerlos y reconocerlos; me crié en el franquismo, oí hablar de ellos una y otra vez. Pero Camba se burla del divorcio, de la libertad de cultos, del voto a la mujer (por no hablar del Estatuto de Cataluña: de ese se siguen burlando los Camba de hoy; de lo demás quizá también, pero no en público). Lo que dice del divorcio resulta especialmente indignante (aunque no muy distinto de lo que yo llegué a leer en 1981, cuando se tramitaba la ley, a muy sesudos catedráticos contrarios a ella). Resulta que, según él, se aprobó el divorcio y fue un fracaso, nadie se divorciaba: “Yo me explico perfectamente esta contumacia, porque, claro está, como los novios que se casaba antes del advenimiento de la República no contaban con el divorcio, tenían buen cuidado de ver lo que hacían y procuraban no casarse a tontas y a locas”.
            El final del capitulo es tan bárbaro que nos cuesta seguir admirando a Camba después de leer este libelo antirrepublicano, este elogio de la ancestral barbarie española, escrito a sueldo de Pedro Sainz Rodríguez, efímero ministro de Franco: “Para esto, más valdría seguir a la antigua española y hacer como aquel caballero que, al pasar un día por delante de su casa, le dijo a un amigo que iba con él: ¿Tendría usted la bondad de esperarme un rato? La verdad, ya que estoy aquí, no quisiera desperdiciar la ocasión de darle una paliza a mi mujer; pero no se preocupe usted. Bajaré enseguida…”


 Jueves, 16 de octubre
GRACIAS, ANDRÉS

Al fotocopiar unos textos de la antología Pequeñas resistencias para comentarlos en clase, me encuentro con un folio impreso y cuidadosamente doblado que me parece propaganda editorial. Antes de tirarlo a la papelera, le echo una ojeada y descubro que se trata de una carta en la que no había reparado cuando recibí el libro, allá por 2002. “Apreciando José Luis”, comienza, “me encuentro en la librería con tu nueva recopilación de artículos y compruebo que en esta, además de incluir tus últimas reseñas, vuelves a utilizar la correspondencia de alguien (en este caso la mía): es decir, a ejercer esa tan ovetense costumbre de contestar en público a palabras privadas”.
            ¡Una carta de reproche y la leo doce años tarde! Miro la firma: Andrés Newman. Me imagino que el tiempo y el éxito le habrán hecho olvidar sus resquemores hacia mí. En cualquier caso los reproches, leídos ahora, me parecen muy atinados. Señala que en mis críticas me detengo en lo que no me convence (incluyendo larguísimas citas literales), mientras que los poemas que mi entender son meritorios los despacho “con una cita apresurada”. Y no se refiere a él, o no solo a él, sino a Lorenzo Oliván, Pablo García Casado, Carlos Marzal “o tantos otros poetas cuyos mejores aciertos merecían quizá más aprecio, igual que sus textos menos afortunados se merecían algo de esa benevolencia que a veces muestras con poetas de menor fuste”. Y sigue con una frase que me ruboriza un poco porque me parece que da en el clavo: “Esta actitud, qué quieres que te diga, me recuerda a esos profesores irritables que le suben la nota a los alumnos corrientes, mientras suelen perseguir a los alumnos más destacados con el pretexto demagógico de que ellos podrán cargar con la exigencia”. Algo de eso hay, algo de eso hay, aunque yo soy más bien de esos profesores que suelen subirle la nota a todo el mundo. Y en cuanto a mi labor como crítico, ya hace tiempo que he dejado, me parece, esa actitud matonil del portero del Parnaso que se dedica a dictaminar, con rudas maneras, quién pasa y quién no pasa. En realidad, yo nunca me he visto así, pero si Newman y otros me veían así, algo de eso habría.
            Después de otros varios reproches, y de matizados elogios, concluye así: “Ojalá quisieras contestarme con una carta, más allá de las réplicas rimbombantes de las tribunas públicas”. Le contesto doce años después y no en una carta privada (hace tiempo que hemos perdido el contacto), pero espero que sepa disculparme: “Gracias, Andrés, muchas gracias. Aunque tarde, tomo nota”.


Viernes, 17 de octubre
MIENTO, UNA VEZ MÁS

“Llevo una vida muy sana: no fumo, no bebo, no hago deporte”, me gusta repetir. Pero no es enteramente cierto. Hay un deporte que practico con frecuencia, y desde hace años: tirar piedras contra mi propio tejado.



domingo, 12 de octubre de 2014

Nadie lo diría: Oviedo y alrededores


Domingo, 5 de octubre
PARA SER FELIZ

Para ser feliz yo solo necesito tres cosas, las mismas que todo el mundo: mucha salud, algo de amor y casi nada de dinero.

            Creo en Dios como creo en las sirenas y en don Quijote y en la música de Mozart y en tantas otras maravillosas obras humanas.

            ¿Estado civil? Disponible, siempre disponible.

            Si pudiera escoger edad, ¿con cuál me quedaría? Exactamente con la que tengo ahora: sesenta y cuatro años, tres meses y dieciocho días.

            Las tres cualidades que más admiro en un ser humano: bondad, belleza, inteligencia. Por este orden.
            Cuando duermo solo, rara vez me siento solo; cuando duermo acompañado, casi siempre.

            La sensación de estar enamorado es la que yo prefiero, pero siempre que no esté de verdad enamorado, que solo juegue a estarlo.

            El amor, el amor verdadero, es siempre el no correspondido; el otro es como un pastelón demasiado dulce que enseguida empalaga.


Lunes, 6 de octubre
TANTA PRISA

En un libro de Stevenson alguien ha subrayado esta frase: “Tenemos tanta prisa por hacer, por escribir, por acumular posesiones, por hacer audible nuestra voz un instante en el silencio de la eternidad, que olvidamos aquello de lo que estas cosas no son sino partes: vivir”.
            Se utiliza la primera persona del plural, pero yo leo una directa acusación (“tienes tanta prisa por hacer, por escribir...”) y en seguida trato de defenderme: “Cierto que todo lo hago con prisa, pero porque respeto mi tempo, que es molto accelerato, no porque quiera acumular nada, ni libros ni posesiones. Soy de esas personas que saben con bastante exactitud lo que necesitan para vivir y todo lo que sobrepase ese mínimo les sobra”.
            Todos los días al despertarme lo primero que hago es alegrarme de estar vivo y dar gracias por ello. Una de esas acusaciones, sin embargo, es cierta: intento hacer audible mi voz, aunque solo sea un instante, en el silencio de la eternidad.


Martes, 7 de octubre
DESNUDARSE EN CADA PÁGINA

"Siempre estás diciendo que hay cosas de las que no debe hablar un caballero y luego no haces más que hablar de esas cosas", me reprocha un amigo.
            "Quizás no sea yo un caballero", le respondo. "Pero tengo la impresión de que mis indiscreciones, sobre todo si tienen que ver conmigo y no con los demás, están muy controladas: nunca digo ni una palabra más de lo que quiero decir".
            "Pues das la impresión de lo contrario".
            "En eso consiste el arte del escritor autobiográfico: en dar la impresión de que se desnuda en cada página cuando los que se desnudan son los lectores".


Miércoles, 8 de octubre
NO SOMOS MÉXICO

Lee uno las noticias de Iguala, en el estado mexicano de Guerrero, y le cuesta creer que esté leyendo el periódico y no una espeluznante novela negra. Detiene la policía a unos estudiantes que protestan, mata y tortura a dos o tres y los demás, varias decenas, se los entrega a una banda criminal para que termine el trabajo. Sus restos, o lo que parecen ser sus restos, quizá sean los de otros desaparecidos, aparecen poco después en una fosa común que ni siquiera se han tomado el trabajo de disimular.
            Aquí, afortunadamente, no estamos como en México. Aquí el gobierno no necesita incumplir la ley para incumplir la ley. Amnistía a los delincuentes económicos y les garantiza el secreto a cambio de que devuelvan la fortuna que tenían fuera y paguen un mínimo diez por ciento. Pero ese secreto tiene sus excepciones. Si un personaje molesta, se le pasa su expediente a la Fiscalía Anticorrupción, con el pretexto de que el origen de su fortuna puede ser delictivo, y poco después se filtra a la prensa. Parece que a Pujol se le avisó varias veces de lo que podía ocurrir si no abandonaba “la deriva soberanista”, si no volvía a ser el nacionalista que sabía tensar la cuerda hasta el punto justo que convenía a sus intereses y a los de Madrid; pero él prefirió hacerse el harakiri con una confesión.
            A Fernández Villa le colocaron en la picota cuando más les convenía, en el momento preciso para darle la puntilla al movimiento sindical y poner plomo en las alas de los socialistas por si acaso iniciaban la remontada con el nuevo líder.
            “El caso de Pujol no es el único –avisaba Antonio Garrigues Walker el pasado domingo--, hay otros políticos que tenían y siguen teniendo cuentas en el extranjero”.
            A todos los vinculados con la izquierda o el nacionalismo periférico, los iremos conociendo en los próximos días. El resto de los corruptos pueden dormir tranquilos. Sus nombres nunca se harán públicos. Este gobierno sabe lo que se hace. O eso cree. “Lo que no sabe –me replica una amiga militante de Izquierda Unida que alentó el 15M y ahora está aterrada con el auge de Podemos-- es que cada golpe bajo a la izquierda es un nuevo impulso para la oposición antisistema. A este paso se nos puede venir abajo todo más pronto de lo que pensamos, incluso en las próximas elecciones generales".
            Y yo le replico que no se preocupe, que mientras no salga a la luz el Gran Tapado, el Preboste que sostenía todo el tinglado de la corrupción institucional, la gran mentira de estos últimos años seguirá en pie. Y hay demasiados intereses creados para que no se abra ese pozo negro: la porquería salpicaría a todos.  


Jueves, 9 de octubre
SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS

Los deseos que se realizan a destiempo, ¿no sería mejor que no se realizaran nunca? Leo en clase “El pasaporte”, de José Hierro: el poeta viaja por primera vez a París, tras lograr por fin que le concedan el pasaporte, cuando ya ha perdido la juventud y toda la ilusión de ir a París.
            Cuando yo estuve enamorado de ti, tenías muchos menos años que yo, eras la inalcanzable juventud. Ahora tienes más o menos mi misma edad, o al menos la diferencia no se nota tanto (yo, tan vanidoso, diría que no se nota nada), y el azar ha querido –tú tardaste en recordar mi nombre-- que pasemos la noche juntos.
            Y no diré más. Un caballero no habla de estas cosas. Pero París sigue siendo París a cualquier edad que se visite.


Viernes, 10 de octubre
LEVAR ANCLAS

El momento de zarpar, de levar anclas, de desplegar las velas, de dejar atrás todo lo que nos resulta familiar... No hay emoción que pueda comparásele. O quizá sí: el momento del regreso.

            Nunca me ha deprimido que el mundo esté lleno de gente más joven, más guapa y, sobre todo, más lista que yo. Qué aburrido resultaría en caso contrario.

            "Ni Dios ni amo" decían los antiguos anarquistas. Comparto lo segundo, no lo primero. A mí, Dios me entretiene; es el perfecto amigo imaginario.

            Hay ciudades que me gustan tanto que nunca sería capaz de vivir en ellas; me conformo con pasar unos días juntos, alojados en un buen hotel, sin dar tiempo a que la aventura se convierta en rutina.

            El mundo es demasiado grande, hace tiempo que me he resignado gozosamente a no salir de mi pequeño rincón, Oviedo, salvo para darme una pequeña vuelta por los alrededores: Avilés, Gijón, París, Lisboa, Roma, Venecia, Nueva York. Del resto puedo prescindir, siempre que se me permita hacer de vez en cuando una excepción con Ginebra, Coimbra o Perugia.

            Después de pasarme el día hablando y discutiendo con unos y con otros (es mi deporte favorito), qué placer llegar a casa y encontrarse solo con el maravilloso silencio.

            Soy la persona más egoísta del mundo. Solo me ocupo de lo que me interesa. Pero apenas hay cosa en el mundo que no me interese.

            Mi pesadilla favorita: perder la vida escribiendo y descubrir al final que lo que uno ha escrito no le interesa a nadie, ni a uno mismo.

            Qué caprichosa la compañía de los vivos, nunca están cuando más los necesitas; los muertos queridos, en cambio, no te abandonan nunca.


           



domingo, 5 de octubre de 2014

Nadie lo diría: De libros y Sevilla


Domingo, 28 de septiembre
TECNOLOGÍAS Y TONTERÍAS

¡Qué fácil darse cuenta cuando los demás hacen el ridículo, qué difícil cuando se trata de uno mismo! Leo una entrevista con mi antiguo amigo Juan Manuel de Prada (se enfadó porque tardé más de un día en responderle si publicaba o no una larga conferencia sobre Aleixandre), en la que razona su rechazo a las nuevas tecnologías: “A mí me gusta disfrutar de la amistad a través de la vida. La tecnología, en general, te aparta de la vida. Acabas como un gilipollas hablando con un amigo a través de Skype… cuando podrías hacerlo en el bar de la esquina”.
            No sé yo si eso ha ocurrido en alguna ocasión; sospecho que no, pero si ha ocurrido la culpa no sería de las tecnologías, sino del par de hipotéticos gilipollas. La última vez que vi utilizar Skype fue en la cafetería de un centro comercial a una mujer que lloraba y daba besos a unos niños que estaban al otro lado de la pantalla, en su país, creo que Bulgaria. Juan Manuel de Prada le habría dicho: “Pues yo a mis hijos prefiero besarlos directamente, no en la pantalla”. Y la emigrante le habría dado al ilustre escritor con el portátil en la cabeza. Se lo merecía, sin duda.


Lunes, 29 de septiembre
ENVIDIA INSANA

El próximo mes se cumplen veinte años de la muerte de Víctor Botas. Con ese motivo se inaugurará una exposición sobre su vida y su obra en la biblioteca del Fontán. Vuelven de nuevo a pasar por mis manos las viejas fotos de la tertulia Óliver, los irreverentes cuadernillos de entonces, los manuscritos de los poemas de Botas, sus cartas, sus papeles íntimos, los libros dedicados. Y siento, junto a la esperada melancolía, algo que no me esperaba: envidia.
            “Ya es inmortal como los dioses”, dijo Borges de un pintor amigo fallecido. Botas sigue aquí, entre nosotros, pero ya nada puede afectarle.
            Estar muerto es la manera más normal de estar en el mundo. Así están Homero y Virgilio, Cervantes y Garcilaso, Galdós y Cernuda. A mí me no me importaría nada llevar ya treinta, cuarenta o cien años muerto, aunque no me hicieran ninguna exposición ni nadie se acordara de mí.
            El tiempo, el mejor cirujano, calma cualquier dolor, cura cualquier enfermedad, pone todas las cosas en su sitio. Ya la ausencia del amigo no nos duele, ha dejado de ser ausencia para ser otra forma de estar presente.
            Seguimos riéndonos con sus cosas en la tertulia. Seguimos emocionándonos cada vez que leemos sus poemas, y sorprendiéndonos de que su autor sea el mismo disparatado, maniático, a ratos insoportable personaje con el que acabamos de discutir sobre esto o aquello.
            Quién como tú, amigo Víctor, ahora ya por encima de todo, tomando el sol, fumando un apacible cigarrillo junto a Ángel González y encogiéndote de hombros ante la omnipresente cuestión catalana.
            ¿Encogiéndote de hombros? No creo. Parece que estoy oyendo tu comentario indignado:
            –¡Yo hace tiempo que habría mandado los tanques a Barcelona!
            –Eso, y después formamos un gobierno colaboracionista como el de Vichy con la señora Sánchez Camacho como presidente.


Martes, 30 de septiembre
NARCISO CASCARRABIAS

Cómo desprecian la religión los creyentes. Para ellos, las religiones no son más que una sarta de patrañas. Apenas si hacen una excepción cada uno con la suya. Yo soy más respetuoso. No es que yo crea que la religiones son verdaderas, pero sí que están llena de verdades.
            Cuánta sabiduría en lo de que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Todos los días me lo repito. Los defectos de los demás saltan a la vista, los propios tienen una curiosa tendencia a volverse invisibles.
            Mi capacidad para la autocrítica, nunca excesiva, me temo que está decreciendo con los años. Llegará un momento en que yo me seguiré viendo como un perpetuo adolescente que juega a la provocación y a la seducción mientras que los demás me verán solo como un viejo cascarrabias.
            Me aterra pensar que ese momento pueda haber llegado ya y yo no me haya dado cuenta. Quizá por eso huyo cada vez más de los espejos y no soporto que me hagan fotos.


Miércoles, 1 de octubre
TAMBIÉN EN CHINA CUECEN HABAS

“Lo primero que hay que hacer es respetar la ley”, “No puede haber democracia sin respeto a la ley”, “Las manifestaciones en la calle no van a alterar el pulso de este gobierno en lo que se refiere al respeto a la ley”.
            ¿Declaraciones de Mariano Rajoy o de María Dolores de Cospedal?  No, sino de Hua Chunying, portavoz del gobierno Chino respondiendo a los estudiantes de Hong Kong que se manifiestan en las calles exigiendo poder votar en libertad.


Jueves, 2 de octubre
MIS MAESTROS MEJORES

Por la mañana, antes de coger el avión para Sevilla paso por la librería en busca de mi admirado Feijoo. Qué placer tomarse un café en su compañía.
            Yo, que tantas veces he despotricado contra la basura curricular que suelen publicar las Universidades, esta vez tengo que quitarme el sombrero. Lidiendo con sombras es la antología que a Feijoo le hubiera gustado que se hiciera de su obra y la que yo habría  hecho si tuviera la erudición de Elena de Lorenzo, Rodrigo Olay y Noelia García.
            Cada uno tiene sus modelos, su galería de personajes ejemplares a los que le gustaría parecerse. Yo tengo a dos por encima de todos y los dos vivieron en el admirable siglo XVIII. Uno es Benito Feijoo; el otro, Giacomo Casanova.


Viernes, 3 de octubre
UN HOMBRE AFORTUNADO

Soy un hombre afortunado, inmerecidamente afortunado. Ya sé que no debería decirlo, pero no puedo evitar pensarlo mientras escucho a Abelardo Linares hablar de su fabulosa biblioteca. Le conocí allá por 1978, la primera vez que vine a Sevilla. Fernando Ortiz, con quién mantenía correspondencia, me dijo: "Te voy a presentar al mejor poeta joven que hay hoy en España". Y me llevó a casa de Abelardo, que aún no había publicado nada, y allí, en una terraza desde la que la Giralda parecía estar al alcance de la mano, escuché, comentados por su autor, los poemas de Mitos,que me gustaron mucho, pero no tanto como las precisas e inteligentes observaciones de su autor. Descubrí entonces que a Abelardo Linares le gustaba tanto hablar de literatura como a mí y comenzó una apasionada conversación que aún no ha terminado. Pueden pasar años entre uno de nuestros encuentros y el otro, pero de inmediato reanudamos la charla en el punto en que la habíamos dejado y podemos pasarnos tres o cuatro horas seguidas hablando de la vida y los libros, de los libros y la vida. Y esta última tarde financia nuestra discusión perpetua la Universidad de Sevilla y se realiza ante el público, como a mí me gusta. El coloquio empieza a las ocho, continúa durante la cena, termina a la una. En ese tiempo divertimos al público, aburrimos a los amigos, acabamos solos a la puerta del hotel y aún no nos habíamos cansado de encontrar argumentos nuevos para rebatirnos el uno al otro.
            Hemos quedado para comer hoy viernes y seguir debatiendo. Yo espero ser capaz de no sacar a colación el tema de Cataluña, aunque no sé si podré resistir la tentación. Bastantes motivos de discrepancia tenemos ya sin abandonar la literatura.
Soy un hombre afortunado. Me pagan por hacer lo que pagaría por hacer: leer, escribir, dar clases y ahora, quién lo iba a pensar, por charlar con mi interlocutor favorito en la Sevilla que se dora voluptuosa al sol de Otoño.
            Soy un hombre afortunado. De sobra sé que mi fortuna y yo mismo tenemos fecha de caducidad, pero mientras tanto... Claro que estas cosas no se las digo a nadie. He aprendido a quejarme como todo el mundo para no despertar envidia. "Malos tiempos estos", digo incorporándome al coro general. Pero yo los he conocido peores, bastante peores. Y también mi país.


Sábado, 4 de octubre
DIVINAS PATRAÑAS

Al final de mi charla en Sevilla, se me acerca uno de los oyentes y me pide que le firme un libro. Intercambiamos unas cuantas palabras. Es un anciano amable y culto. Al día siguiente, me hace llegar su última obra, La vida después de la muerte, y descubro que se trata de Ignacio Darnaude Rojas-Marcos, uno de los mayores expertos españoles en ovnis y extraterrestres, más de una vez invitado en Cuarto milenio y en otros programas por el estilo.
            Busco un lugar tranquilo para leerla de inmediato y lo encuentro en la vieja fábrica de cigarros, la de Carmen y Merimée, un edificio que siempre me ha fascinado con su geométrica sucesión de galerías y patios.
            El primer capítulo se titula “La vida cotidiana en el más allá”. Con total seriedad, como quien tiene pruebas ciertas de ello, mi amable interlocutor del otro día nos refiere “algunas de las nuevas ocupaciones” a las que podremos dedicarnos después de muertos: “llevar a buen término vocaciones nunca consumadas, estudiar alguna suerte de carrera universitaria, especializarse en una determinada disciplina, emprender una larga investigación, cultivar aficiones, aprender idiomas, dominar instrumentos musicales, gozar relaciones de parejas, ayuda humanitaria, conocer mundo”. Parece que la otra vida es la vida del perfecto jubilado. Incluso habría también el equivalente a los viajes del Inserso, claro que esos viajes no serían a Canarias o Benidorm, sino “exploración de planetas habitados, excursiones a Marte, Venus, la Vía Láctea con sus cuatrocientos mil millones de soles”.
            Un chiflado, me digo. Pero luego lo pienso mejor. Tengo amigos, buenos amigos, catedrátricos, ingenieros, empresarios de éxito, de los que nadie dirían que están chiflados, que se reúnen cada semana en recintos especiales para celebrar extraños ritos en los que el oficiente se bebe presuntamente la sangre del hijo de un carpintero muerto hace dos mil años mientras que buena parte de los asistentes comen, o creen comer, su carne, no sé si fresca o desangrada y amojamada. Ellos también conocen bien la vida que hay después de la muerte, lo mal que lo van a pasar unos y las supremas delicias de otros. ¿Diría yo por eso que están chiflados? Los chiflados no dan clases de matemáticas, presentan ponencias en congresos universitarios, contruyen puentes, ganan con sus inversiones más dinero en un mes de lo que yo ganaría en una década.
            Me sorprenden las fantasías ufológicas de Ignacio Darnaude, no las de mis amigos católicos. Nos sorprende solo aquello a lo que no estamos acostumbrados. Inventar cuentos, y luego creernos nuestros propios cuentos, es lo que nos hace humanos.
            En el frescor de la cafetería, absorto en el libro de Ignacio Darnaude, casi me olvido de Sevilla y de sus iglesias barrocas y de las maravillas que me esperan fuera. Uno de los capítulos se titula “Extravaganza histórica o exótico anecdotario de cielos y tierra” y es una antología de rarezas que podría haber firmado Borges; en otro, glosa el decálogo de Noam Chomsky para evitar la manipulación mediática.
            ¿Qué hay después de la muerte? Lo que tú creas que haya, eso es lo que hay para ti. Porque de la vida después de la muerte, como de cualquier otra cosa, solo se puede disfrutar en esta vida. Dios, que es eterno, muere con cada uno de los creyentes y morirá para siempre con el último. Los extraterrestres, al igual que Dios, existen, y existen verdaderamente, mientras haya alguien que de verdad crea en ellos.