domingo, 24 de abril de 2016

El arte de quedarse solo: República y Quijotes


Domingo, 17 de abril
QUIZÁ EN BERTÍN OSBORNE

––¿Así que los domingos tomas ahora aquí el café de la mañana, en Dos de azúcar? No dos, sino media docena de cucharadas de azúcar es lo que echas tú a tu prosa cuando hablas del rey. Das un poco de grima de lo dulzón que te pones, amigo Martín.
            ––¿Tú crees?
            ––Hoy mismo en El Comercio, sin ir más lejos. ¿No te da un poco de vergüenza ser tan cortesano? ¡Quién te ha visto y quién te ve! Acabarás sin más lectores que Letizia Ortiz y Graciano García.
            ––Tienen cosas más interesantes que hacer que leerme a mí. Lo único que he dicho es que la jefatura del Estado no es hoy un problema, que está en buenas manos.
            ––Pero no ha habido votación popular, algo imprescindible para tener legitimidad en una democracia.
            ––Bueno, en España nunca el jefe del Estado ha sido elegido por votación popular.
            ––¿Ah, no? ¿Ya te olvidas de que alguna vez tuvimos una república?
            ––Dos, para ser más exactos. Pero ya me dirás cuándo se celebraron elecciones para elegir a Salmerón, Pi y Margall, Figueras, Castelar, Alcalá Zamora o Manuel Azaña. Siempre los eligió el parlamento. Fueron elecciones indirectas.
            ––Las de tu admirado Felipe ni indirectas han sido.
            ––Ya volveremos a eso. Por cierto, ¿has leído la constitución de la segunda República? Yo creo que pocos de los que la añoran lo han hecho.
            ––¡Ahora vas a meterte con la República! ¡Qué bajo has caído! Te vendes por un plato de lentejas.
            ––Cierto, si me vendo es por un plato de lentejas, o mejor, por una fabada que es lo que nos dan de comer cuando nos reunimos los jurados del Príncipe de Asturias. Es uno de los pocos premios en los que no se paga a los miembros del jurado.
            ––Peor me lo pones. Te vendes por nada.
            ––Yo no me vendo: me regalo. Pero no cambiemos de tema. Vayamos a la constitución republicana. Por si no te fías de mi memoria, la busco en el teléfono. Título V, artículo 67: “El Presidente de la República será elegido conjuntamente por las Cortes y un número de compromisarios igual al de Diputados. Los compromisarios serán elegidos por sufragio universal, igual, directo y secreto, conforme al procedimiento que determine la ley”. Ya me dirás cuándo hubo esa elección de compromisarios. Ni en el 31 con Alcalá Zamora ni el 36 con Azaña. En ambos casos, bastó un acuerdo entre partidos. También resulta curiosa la manera cómo se destituyó a Alcalá Zamora. Se le aplicó el Artículo 81: “El Presidente podrá disolver las Cortes hasta dos veces como máximo durante su mandato cuando lo estime necesario, sujetándose a las siguientes condiciones: a) Por decreto motivado. b) Acompañando al decreto de disolución la convocatoria de las nuevas elecciones para el plazo máximo de sesenta días. En el caso de segunda disolución, el primer acto de las nuevas Cortes será examinar y resolver sobre la necesidad del decreto de disolución de las anteriores. El voto desfavorable de la mayoría absoluta de las Cortes llevará aneja la destitución del Presidente”. Los mismos que pedían la disolución de las Cortes y la convocatoria de las elecciones que llevaron al poder al Frente Popular votaron luego que no estaban justificadas, para así poder destituir a un presidente que no les gustaba. Es lo mismo que está ocurriendo ahora en Brasil con Dilma Rousseff. Se utiliza un pretexto jurídico para plantear una cuestión de confianza no prevista en la constitución y destituirla. En el caso de Alcalá Zamora, no estaba nada claro que fuera su segunda disolución de las cortes ya que la anterior no se debía a su voluntad sino a que habían concluido su labor las cortes constituyentes.
            ––Para defender la monarquía eres capaz de cualquier cosa. Hasta de enmendarles la plana a los historiadores.
            ––No le enmiendo la plana a nadie. Solo digo que no conviene contraponer a la jefatura del Estado actual (que está cumpliendo escrupulosamente su papel) con una república idealizada. Habría que ver qué tipo de república queremos, ponerse de acuerdo, y eso lleva su tiempo, no se cambia de régimen de un día para otro, es como dejar una casa en buen uso por otra que hay que construir. Y si los parlamentarios no se ponen de acuerdo para investir un presidente del gobierno, ¿cómo iban a hacerlo para elegir jefe del Estado, algo que requeriría aún mayor número de votos? Por cierto, y con esto termino, no quiero aburrirte más, ¿has leído en la constitución republicana cuáles eran las atribuciones del jefe del Estado? Artículo 75: “El Presidente de la República nombrará y separará libremente al Presidente del Gobierno y, a propuesta de este, a los Ministros”. Sus atribuciones estaban más cerca de las de Alfonso XIII que de las de Felipe VI. Y Alcalá Zamora las aprovechó para enredar lo suyo.  O sea que no resulta muy aventurado afirmar que el régimen democrático que tenemos hoy, a pesar de todas sus imperfecciones, no tiene nada que envidiar al de la segunda República, sino más bien todo lo contrario.
            ––¡Pero los españoles no eligen a su jefe del Estado, te pongas como te pongas!
            ––Pues si tuviéramos una constitución como aquella tampoco lo elegirían los españoles sino Mariano Rajoy, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Pedro Sánchez. ¿Y en quién podrían ponerse de acuerdo al menos tres de ellos? Quizá en Bertín Osborne.


Lunes, 18 de abril
BIBLIOTECA ILUSTRADA

Resulta curioso que siempre está hablando mal de la novela cuando para mí el arte supremo es el arte de contar historias, de contarlas o de contármelas. La música, cualquier música, no me interesa si no se convierte en la banda sonora de la película que se desarrolla en mi imaginación mientras la escucho. Tampoco soy demasiado sensible a los matices del color y a las sutilezas de la composición. Entro en el Prado y lo que me fascina son las historias que escucho con los ojos. Visito esta tarde el estudio de Federico Granell, una especie de cueva de Montesinos al final de la calle larga y ferroviaria de la Argañosa, y me encuentro con mil y una historias que he vivido, que me gustaría vivir. Aquel paisaje de Capri, frente a los Farallones, entre la villa de Malaparte y los jardines de Augusto; el beso en la Piazza del Popolo, que continúa por toda la eternidad; la lectora que avanza por las sombras del bosque iluminada solo por un libro; el álbum alemán, de 1936, con todas las fotos cuidadosamente arrancadas y minuciosamente reconstruidas por el pintor; la multitud de solitarios que cruzan una plaza o esperan en el aeropuerto… Decía el príncipe Hamlet que a él le bastaba una cáscara de nuez para sentirse el rey del universo. A mí me basta esa silueta oscura que avanza por un camino arbolado, en Cintra o cerca de Las Caldas, para comenzar una historia llena de enredos, magia y fantasmagorías. Los pintores que prefiero no hacen otra cosa que ilustrar, sin saberlo, la biblioteca de mi imaginación.


Martes, 19 de abril
DESFAZIENDO ENTUERTOS

––¿No vas a decir nada de Shakespeare o de Cervantes, amigo Martín? Serás la única persona que no lo hace en este año en que vamos a acabar hartos de uno y de otro.
            –-No me parece. Ambos resisten bien tanto manoseo. A mí me gustaría aclarar un equívoco en relación con Cervantes, con el Quijote precisamente, pero no soy yo nadie para enmendarle la plana a los especialistas.
            ––Yo creo que con nada disfrutas más. Ya demostraste que los catedráticos de derecho constitucional estaban equivocados cuando decían, y quizá dicen, que el rey estaba al margen del código penal en sus actividades privadas. Veremos a ver por dónde sales ahora.
            ––Pues que no hay un Quijote, sino dos.
            ––Claro, el de Cervantes y el de Avellaneda.
            ––Entonces serían tres. Cervantes no escribió una novela en dos partes, sino dos novelas protagonizadas por don Quijote y Sancho, de la misma manera que Conan Doyle no escribió una novela sobre Sherlock Holmes sino varias.
            ––¡Pero si él mismo habla de primera y segunda parte!
            -–-El término “parte” en la época es ambiguo. Puede referirse a las “partes” de un libro (como ocurre en el primer Quijote) o a la continuación, hoy diríamos a la secuela, de una obra famosa. Se podrían citar infinidad de ejemplos. Baste uno. Poco después de publicarse en Amberes el Lazarillo apareció una Segunda parte de Lazarillo de Tormes, igualmente anónima. Pero se trata solo de una continuación, no de la segunda parte, en el sentido actual, de aquella novela. Lo mismo pasa con el segundo Quijote. Deben ser leídos y juzgados por separado, cada uno de ellos es una obra de arte independiente (aunque relacionadas), de ahí las diferencias de estilo y de concepción. Editarse pueden editarse juntos, eso no importa, como también pueden editarse en un tomo cada una de las series de los episodios nacionales galdosianos, o todos los libros de Alatriste, pero eso no impide que se trate de novelas diversas. Lo mismo que son dos novelas, y no una, Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza, de Emilia Pardo Bazán, aunque la segunda continúe la historia de la primera. Cervantes escribió dos novelas sobre don Quijote, la primera, titulada El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, fue la que tuvo más éxito en su tiempo; la segunda, El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha es quizá la preferida por los lectores actuales.



Miércoles, 20 de abril
UN ADIÓS

Silban las balas a mi alrededor y yo silbo también una vieja canción mientras sigo mi camino y hago como si no me enterara. Esta mañana, traspapelado en un montón de libros que derribé sin darme cuenta, apareció la Antologia pessoal de Eduardo García. un admirado poeta del que hacía tiempo que no tenía noticias. Había nacido en Brasil y en la capital de aquel país  se edita esta antología bilingüe. Vivía en Córdoba y alguna vez me sirvió de guía en esa ciudad.
            "Escribir poesía es tratar de romper fugazmente, en algunos instantes privilegiados, la muralla de piedra de la rutina", escribe en el prólogo. Para mí no es de piedra, sino del más frágil y precioso cristal la muralla de la rutina.
º           Esta mañana releía los versos de Eduardo García, que tenía un tanto olvidados: "Al fondo de mí mismo hay cuatro puertas: / la puerta del jardín de los deseos, / la puerta del instante prodigioso, / la puerta de la infancia recobrada".
             Esta tarde me entero de que acaba de cruzar la cuarta puerta, "la puerta de la nada imponderable". Lo hizo ayer, 19 de abril, exactamente cuatrocientos años después de que Cervantes se despidiera de nosotros en el prólogo del Persiles: "Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida”.


domingo, 17 de abril de 2016

El arte de quedarse solo: No Podemos No



Sábado, 9 de abril
RAJOY FOR EVER

“¿Qué crees que va a pasar en las nuevas elecciones, Martín?”. “Como profeta, valgo poco; siempre pensé que no llegaríamos a ellas. Imagino que cada uno se reafirmará en su voto, que habrá pocos cambios, pero más abstención. Y esas abstenciones serán sobre todo en los votantes de izquierda. O sea, que mejorarán los resultados de Rajoy, perro viejo que desde siempre apostó por una segunda vuelta. Y es posible que vuelva al poder. Tendremos otros cuatro, quizá otros ocho años de gobierno de la derecha, que Podemos aprovechará para tratar de cumplir su verdadero objetivo: destruir al PSOE después de haber devorado a Izquierda Unida y convertirse en la oposición montaraz que justifica a  un perpetuo  gobierno de la derecha. Pero a lo mejor las cosas no ocurren así. Ya te digo que soy un mal profeta”.


Domingo, 10 de abril
EL JARDÍN DE EPICURO

Antes del cine, un agradable paseo por El jardín de Epicuro, de Anatole France. Luego cierro el libro, abro el negro moleskine y anoto algunas ocurrencias.
            Los poetas se consuelan con fantasías, como los niños.
            Todo se puede decir si se sabe decir.
            Bendita ignorancia, que nos permite soportar la vida.
            Observa a los demás si quieres conocerte a ti mismo.
            Cuando eliminas un vicio, matas una virtud.
            Un poco de ironía y un mucho de piedad hacen soportable la vida.
            Sin misterio la vida es un error.
            Tan aburrida la felicidad que a veces buscamos la desdicha para tener algo que contar.
            Dios se jugó a los dados el universo con el diablo y perdió la partida.

     
Lunes, 11 de abril
INCONVENIENTES DE SER UN GENIO

"¿Pero no tendrá nadie que le revise sus guiones y le dé una opinión sincera?", me preguntaba yo ayer al salir del cine después de ver la Julieta de Almodóvar.
            Es una lástima desperdiciar tan refinada puesta en escena, esa sugerente sinfonía en rojo, en una historia tan poco creíble, que suena a falso del principio al fin.
            Baste un ejemplo. Xoan, el marido de Julieta, después de una discusión con ella, sale a pescar una tarde en que se anuncia mal tiempo. Una gran tormenta, varios naufragios, un muerto en uno de ellos, según informa la televisión. Vemos a Julieta reconociendo el cadáver de Xoan (está destrozado: lo reconoce por el corazón en rojo que poco antes se había hecho tatuar), se celebra luego el funeral correspondiente, se arrojan las cenizas al mar (una hermosa escena) y solo entonces se le ocurre a la madre notificar a la hija adolescente, que está en un campamento, que su padre ha muerto.
            Otro ejemplo. La hija marcha a un retiro espiritual de tres meses en los Pirineos, no quiere que la madre la llame ni la escriba mientras esté allí. Pasado ese tiempo, la madre va a buscarla (¿y por qué va a buscarla si no fue a llevarla y la hija ya es adulta?); cuando llega le dicen que la hija no está allí, que se ha marchado a otro lugar que no le pueden decir y que no quiere saber nada de su madre. ¿No seria más lógico que le hubiera dejado una nota  o que le informara de su decisión la propia hija?
            Nada tiene sentido: ni el ciervo que como en un video cursi de youtube corre junto al tren, ni la parada de diez minutos que el revisor va anunciando por los pasillos para que los viajeros bajen a estirar las piernas, ni el suicida que se arroja al paso del tren (¿cómo pudo hacerlo?, ¿aprovechó esa breve parada para caminar vía adelante?, ¿nadie se dio cuenta?), ni el que sean los propios viajeros los que transporten su cadáver en camilla, ni el que la protagonista desista de su viaje a Portugal porque una conocida le diga que ha visto a su hija en Italia, ni el que regrese a su antiguo piso por si recibe alguna comunicación (¿no le guardaba el portero las cartas?), ni la “conversión” de la hija...
            No hay personajes, solo muñecos que se mueven según el capricho del director, aunque a veces nos conmuevan gracias al buen hacer de los actores: el rostro doliente de Emma Suárez llena con frecuencia toda la pantalla.
            Pero leo hoy un artículo de Vicente Molina Foix y en él encuentro la siguiente rotunda afirmación: "Se trata, a mi juicio, del mejor guión de Almodóvar en toda su carrera, un ejemplo de excelente trasvase cinematográfico de un material de alta calidad, diseminado en su origen y aquí unificado con pleno sentido, sin que en ningún momento la localización española de los escenarios canadienses de Alice Munro chirríe".
            Debemos haber visto películas distintas. Cierto que la lectura de los relatos de Alice Munro nos explica la procedencia de los disparates de Julieta. Por ejemplo, la del ciervo que corre junto al tren: "Juliet vio que un lobo grande cruzaba la superficie helada y lisa de un pequeño lago. El lobo no hizo caso del tren, no titubeó ni echó a correr. Tenía el pelo largo, plateado, sombreado de blanco. ¿Creería que lo hacía invisible?"
            Todos los incomprensibles comportamientos de los personajes tienen su origen en los tres relatos de Alice Munro ("Destino", "Pronto" y "Silencio"), donde se encuentran verosímilmente engarzados en la trama, al contrario que en la película. No opina lo mismo alguien tan experto en estas cuestiones como Vicente Molina Foix.
            ¿Una pretenciosa patochada esta Julieta? No diría yo eso, no soy Carlos Boyero. Solo un pretencioso envoltorio para una historia en la que todo chirría. Y es que por muy genio del cine que uno sea, contar con un buen equipo de guionistas es tan imprescindible como contar con un buen director de fotografía.


Martes, 12 de abril
COSAS QUE NUNCA CAMBIAN

Revisando papeles, aligerando el despacho del Milán, encuentro un viejo número de la revista El Ciervo. Es de febrero del 2001. Ayer mismo, para los que tenemos una cierta edad, y otro mundo para el resto del mundo. Sonrío al leer un artículo titulado “Enganchados a Internet”, una moda que al parecer ya estaba pasando: “Se detecta un cierto cansancio ante los contenidos que ofrece Internet; incluso en los Estados Unidos jóvenes internautas abandonan la red, desencantados de la realidad virtual”. Concluye el experto: “No me resisto a terminar mi artículo sin recomendarles el buscador Google.com, sorprendentemente potente y de fácil uso”. Conviene recordar que lo más familiar hoy era ayer mismo una extraña novedad.
            Pero no todo es cambio, también hay cosas estables en el universo. Luis F. Zaurín me entrevista en ese número de El Ciervo. La última pregunta parafrasea un verso mío: “¿Y a dónde irás que no te sientas extraño?”. Y yo aprovecho para hacer una enumeración de los lugares en los que no me siento extraño: “En el mercado de Sant Antoni, en Barcelona, o en el mercado de Lagunilla, en Ciudad de México; en una cafetería de Coimbra o en el corso Vannucci de Perugia; en una callejuela del Trastevere o en la calle 42; en Oviedo, tomando el café matinal en Las Salesas, o en Tánger, en el café París, junto a la Place de France y el Boulevard Pasteur. En fin, que hay muchos lugares esparcidos por el mundo donde me encuentro como en casa; es en casa donde a veces me encuentro fuera de sitio”.
            Lo curioso es que esa entrevista la releo precisamente mientras tomo el café de la mañana, en torno a las doce, en Las Salesas. El mundo cambia aceleradamente; yo cambio un poco más despacio, si es que cambio, que tengo mis dudas.
            “Me divierte hacer de malo” afirmo en el título de la entrevista. Me sigue divirtiendo. Pero creo que ya no asusto a nadie.


Miércoles, 13 de abril
AUTORRETRATOS

Era un hombre sin interés ninguno: solo tenía buenas costumbres.
            El perfecto amigo es el que está siempre que le necesitas y no le importa que tú no estés cuando él te necesita.
            La vida en pareja es la preferida por los que no viven en pareja.
            Cuando un hombre o una mujer encuentran a la mujer o al hombre de su vida, no saben lo que pierden.
            Nada me gusta más que demostrar que tengo razón cuando sé que estoy equivocado.
            Las estrellas son bellas porque están lejos.
            Hay quien siempre hace lo que quiere y siempre quiere exactamente lo mismo que el resto del rebaño.
            Cuesta mucho dudar de la inteligencia de alguien que nos admira sinceramente.
            El ingenio alumbra, pero no calienta.
            Sé bondadoso, pero procura que no se note demasiado.
            Fingía ser malo por coquetería.
            El enamorado de sí mismo es siempre generoso: no le importa que otras personas compartan ese amor.
            Sé como la luna, que lo ve todo y nunca revela ningún secreto.


Jueves, 14 de abril
PARTE DE LA SOLUCIÓN

Mis simpatías felipistas, de las que tanto se burlan algunos de mis amigos, no me impiden seguir celebrando con ilusionada nostalgia el catorce de abril. De aquella República me gusta todo lo que pudo ser, no lo que fue. Quienes ahora más la celebran son los herederos de los que entonces más contribuyeron a dinamitarla. Hace poco releía la crónica de Sender sobre los sucesos de Casas Viejas. Quienes lanzaron a aquellos míseros anarquistas a una insensata rebelión, quienes pedían mano dura para mantener el orden público y quienes luego acusaron al gobierno de haber ordenado la brutal represión tenían muy distinta ideología, pero una cosa en común: todos, en un momento u otro, recibieron financiación del mayor enemigo de la República: Juan March.
            El jefe del Estado, en estos momentos (y al contrario de lo que ocurría con Alfonso XIII o con su nieto), no forma parte del problema sino de la solución.


Viernes, 15 de abril
POR ESO

La felicidad aísla; la desdicha abre puertas. Por eso a mi me gusta cerrar bien todas las puertas y ventanas de mi casa.


domingo, 10 de abril de 2016

El arte de quedarse solo: Amigos que dejan de serlo



Sábado, 2 de abril
EL SOL Y TODAS LAS ESTRELLAS

“En el fondo, no cree que la tierra gire alrededor del sol, sino alrededor de sí mismo”, afirma Jardiel Poncela al presentar a uno de sus personajes.
            ¿Y quién, en el fondo, no ha creído alguna vez eso? Y en ocasiones parece que no es solo la tierra la que gira alrededor de uno, sino también el sol y todas las estrellas.        A mí, a partir de los dos años, me ha ocurrido muy pocas veces en la vida. Me ocurre ahora cuando tú me miras y es como si el universo entero me mirara.


Domingo, 3 de abril
PASARSE DE LISTO

No me extraña nada el revuelo causado por las patosas declaraciones de Félix de Azúa. Nos tiene acostumbrados. Y no solo cuando habla de política con esa “desfachatez del intelectual”, de ciertos intelectuales, tan bien diagnosticada por Sánchez-Cuenca. En literatura o arte, asuntos más acordes con su especialidad, resulta quizá menos hiriente, pero no menos desopilante.
            Sonrío ahora al recordar que una de las pocas veces que me censuraron un texto fue por causa suya. Resulta que, allá por 1996, Laura Freixas preparó un número monográfico sobre el diario íntimo para la Revista de Occidente. Aparte de diversos estudios, que todavía no han perdido su interés, pidió una muestra inédita a diversos diaristas españoles. En la mía, se discrepaba de alguna afirmación de Félix de Azúa. Nada personal, por supuesto. Aunque quizá sí: aludía yo a su tendencia a “pasarse de listo”. A Soledad Ortega, directora de la publicación, no le gustó. Laura Freixas, un tanto avergonzada, me dijo de su parte que debía de retirar esas líneas si quería que se publicaran las páginas de mi diario. No las retiré, no se publicaron, aparecieron pronto dentro de un libro.
            Me divierte pensar lo que diría Soledad Ortega si leyera lo que escribe su admirado Azúa en el diario fundado por su hermano, José Ortega Spottorno.



Lunes, 4 de abril
VIEJAS CARTAS

Años setenta, años ochenta. Repaso viejas cartas de los tiempos de Jugar con fuego y de la antología Las voces y los ecos. Cartas de Ángel González, de Ángel Crespo, de Carlos Bousoño, de Jaime Gil de Biedma, de gente que ya no está y de viejos amigos que han ido dejando de ser amigos: Luis Antonio de Villena, Miguel d’Ors, Andrés Trapiello.
            ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que comencé a publicar? Más de cuarenta años. Leo los nombres: Dionisio Ridruejo, Leopoldo de Luis, José Camón Aznar, nombres verdaderamente de otro siglo que me recuerdan que uno va siendo también historia antigua.
            He hablado con la directora de la Biblioteca de Asturias y hemos quedado de acuerdo en depositar en ella estos papeles. Me dice que se guardarán junto al legado de Víctor Botas. No es mal sitio, para seguir de tertulia por toda la eternidad.
            Después de las cartas, irán los recortes periodísticos, tantos años hablando de libros en la prensa. Algunos de ellos se pueden encontrar en Internet, pero bastantes no. Ahí estarán juntos casi todos los autores con los que he dialogado. Y luego, en una tercera entrega, los libros de poesía dedicados, las primeras ediciones hace tiempo inencontrables. Es como si uno estuviera arreglando la casa para un largo viaje.
            Me gusta que estos papeles queden en un rincón de la biblioteca del Fontán, a fin de cuentas también mi casa. “¿Y no te parece un poco vanidoso el pensar que tus papeles puedan interesar un día a alguien?”, me pregunta el primer amigo al que le cuento mi intención. “No, no me lo parece. La historia de la literatura se hace con tales minucias. Yo disfrutaría mucho explorando esta maraña de papeles si no fueran míos; una parte de la mejor poesía de estos años anda enredada en ellos”.
            Al preparar el envío, aparto discretamente algunos papeles y los rompo en pedazos menudos. Las cuestiones personales deben quedar al margen, los amores mejor dejarlos en un discreto misterio, entre la realidad y el sueño, nada de nombres y apellidos y deprimente anecdotario. Pero las cartas que más me gustaría romper andan por ahí, en manos ajenas; esperemos que sean discretas y las hagan desaparecer.
            Las cartas más extensas, las que entran en más pormenores sobre su poesía y la ajena, son las de los compañeros de generación: Fernando Ortiz, Miguel d’Ors, Luis Antonio de Villena, muy amigos al principio y luego, pronto o tarde, más pronto que tarde, todo lo contrario. Tengo la mala costumbre de reseñar los libros de los amigos como si estuvieran escritos por desconocidos. Y no hay reparo, por pequeño que sea, que no acabe viéndose como una ofensa.
            En ocasiones ocurre algo peor: la poesía de un autor admirado poco a poco deja de interesarnos. Esa es una ofensa que nunca se perdona. Fue el caso de Villena o de Ortiz.
            Y luego está la deriva ideológica que cada uno va tomando: Miguel d’Ors cada vez más Jiménez Losantos (pero siempre admirado poeta), Andrés Trapiello cada día más Félix de Azúa, pero siempre admirado por tantas cosas.
            Y las torpezas mías en el trato con los demás, que no son pocas. “Vivir es cometer esos errores / que humanamente nunca se reparan”.
            Pero los años que se llevan unos amigos, van trayendo otros, que inevitablemente dejarán de serlo en cuanto no te necesiten. Miro este montón de polvorientos papeles, tanto tiempo arrumbados en el trastero, y pienso que tengo la misma edad, o en algunos casos más, que aquellos provectos maestros de cuando yo comencé a escribir. No me lo acabo de creer. Sigo siendo el mismo aprendiz de entonces, quizá algo más cascarrabias (aunque siempre lo fui bastante), con infinitos libros por leer, innumerables autores por descubrir.
            Sigo siendo el mismo ilusionado aprendiz. Si ahora de pronto se borrara todo lo que he escrito, no me importaría demasiado. El único libro mío que me interesa es el que estoy escribiendo y el que pienso comenzar en cuanto lo concluya.


Martes, 5 de abril
UN ARTE QUE DOMINO

“Ese libro podrías haberlo escrito tú, sin duda” y me señala uno que acaba de comprar en la librería de viejo. Se titula El arte de no tener amigos y de no dejarse convencer por las personas y lo firma Noel Clarasó, tan de moda un tiempo, tan olvidado hoy. “Ya lo he leído”. “Y has aprendido la lección, por lo que parece”. “Es un arte que se aprende pronto; todos acabamos siendo expertos”.


Miércoles, 6 de abril
DOS POETAS

Cuánta novela, cuánta historia olvidada en estas viejas cartas que estoy ordenando para llevar a la biblioteca. Procuro no leerlas para no emborracharme de melancolía. Pero a veces no puedo evitarlo. No recordaba la del poeta portugués Al Berto, escrita en marzo de 1982. “José Luis, o Luis Miguel Nava acaba de passar alguns dias na minha casa y mostrou-me os teus livros, antologia e revista”, comienza.
            Al Berto, que en realidad se llamaba Alberto Pidwell Tavares, se convertiría pronto en uno de los nombres más destacados de la literatura portuguesa. Cultivaba el malditismo, era una especie de Leopoldo María Panero, murió de Sida. A Luis Miguel Nava lo conocí en Oporto, durante un homenaje a Eugénio de Andrade, del que era gran admirador. Su poesía me interesaba más. Tengo todos sus libros dedicados. La última dedicatoria la fecha a finales de 1994; hablaba en ella de su poesía “cada vez más negra” y hacía votos porque el nuevo año fuera feliz para ambos. Me indicaba también su dirección en Bruselas (27, rue de la Madeleine) y su teléfono de casa y del trabajo (por entonces no había móviles). Quería que fuera a visitarle.
            La siguiente noticia suya la tuve por los periódicos portugueses. Apareció muerto en casa de la manera más brutal. El crimen, por lo que yo sepa, no se aclaró nunca. Eugénio de Andrade le dedicó un poema: “Dicen que fuiste tú / el que escogió la violencia / de tu muerte, en un acorde perfecto / con tus versos. No es verdad. / tú sabías que ningún infierno / es personal, por eso buscabas / un río en el que ardieses / para volver a nacer lejos del mundo”.
            Al Berto jugó siempre a la marginación. Luis Miguel Nava, no. Alto, elegante, con modales de diplomático, hablaba perfectamente media docena de idiomas (en Bruselas trabajaba como traductor); nada hacía suponer el demonio que llevaba dentro y que un día le sentó en una silla de la cocina de su casa, le maniató cuidadosamente y le rebanó limpiamente el cuello.


Jueves, 7 de abril
ASÍ CUALQUIERA

Presento un libro, Ciudad de sombra, de mi amigo Avelino Fierro, fiscal en León, y aprovecho para juguetear un poco en el debate lanzándole algunas pullas. Es mi deporte favorito. A veces me causa algún problema con ciertos hinchados egos no muy dotados para la dialéctica (o simplemente para el ejercicio del pensamiento racional). Avelino, que es la cordialidad y la generosidad mismas, se lo toma con paciencia. Rechaza “la literatura de Internet”, las redes sociales, solo usa el móvil por razones de trabajo, escribe sus libros siempre a mano… Tomando luego algo en “La doble vida”, me entero de que su mujer, Mar, teclea cuidadosamente todo lo que escribe, le recoge los mensajes telefónicos, contesta al correo electrónico. “Qué cómodo”, le digo, “con una secretaría así hasta yo sería alérgico a las nuevas tecnologías”. Claro que yo jamás querría tener una secretaria, o un secretario, así: temería convertirme en esclavo de mi esclavo, como en la película de Losey.


Viernes, 8 de abril
AMAR Y VIAJAR

“Amar y viajar son una misma cosa. Cada país, igual que cada persona de la que nos enamoramos, está lleno de interés y de misterio y se piensa que va uno a habitarlo definitivamente; pero luego, conocido a fondo, se le descubre su semejanza con el anterior, su falta de misterio y de interés y se dice uno: Tampoco es esta la tierra de prometida. Y así se va pasando de un país a otro, de un amor a otro…”
            Cierto, Jardiel, ni la tierra prometida ni el amor no perecedero se encuentran nunca. Afortunadamente.





domingo, 3 de abril de 2016

El arte de quedarse solo: La vida es almoneda


Sábado, 26 de marzo
POR ESPAÑA Y CONTRA EL REY

Leo: “Como no tenía la seguridad completa de que continuaría siendo rey hasta su muerte, apela a los negocios para juntar una fortuna rápidamente. Por esto ha arriesgado muchas veces el prestigio de la monarquía comprometiéndose, con la ligereza propia de su carácter, en todos los negocios que se le proponen. Es esas más que cuestionables transacciones, aportaba su influencia personal. Actuaba, en suma, como un influyente comisionista que no hacía gala de tener demasiados escrúpulos”.
            El rey tenía intereses en los casinos de San Sebastián, Deauville y Montecarlo; estaba “a sueldo de la casa Krupp y de todas las casas alemanas que quieran darle una buena propina”; tenía acciones de la Compañía de Transporte Transmediterránea, cuyos vapores transportaban las tropas y el equipamiento para la guerra de Marruecos, de donde se deduce “el interés financiero del rey en que dure la guerra. Mientras más se prolongue, la Compañía Transmediterránea hará negocios mayores y él podrá cobrar mayores dividendos”.
            Leo Por España y contra el rey, el combativo libro de Blasco Ibáñez y no sé hasta qué punto sus acusaciones contra Alfonso XIII son verdaderas o fruto de la pasión política del momento. Pero me gusta el reto con que concluye su alegato: “Estoy dispuesto a aceptar un tribunal, formado por los monárquicos más irracionales y más obtusos de España; los de más notoria brutalidad. Yo les presentaré un estado de lo que poseo (que no es poca cosa) y casas extranjeras de una responsabilidad universal justificarán todas las cantidades que me han dado por mis trabajos literarios, desde el primer dólar hasta el último. Tengo la certeza de que Alfonso XIII y la mayoría de sus partidarios no tendrán el valor de hacer esa misma prueba. El actual rey de España no aceptará seguramente la revisión de sus cuentas por un tribunal internacional compuesto de personajes de notoria imparcialidad. Tendría que explicar muchos ingresos extraordinarios, y así como yo presento a los editores que me pagan por mi trabajo, él se vería en la obligación de hacer mención de Pedraza, de Marquet, de la Transmediterránea y de otros consocios que no llegaron a ‘cuajar’ por culpa de la resistencia de sus gobiernos, pero que habían preparado negocios terribles para la nación”.
            ¿Podría presentar sus cuentas “el actual rey de España” ante un tribunal internacional de notoria imparcialidad o, simplemente, ante la opinión pública de su país? Creo que, quizá por primera vez, sí. Ya no es posible que ningún Blasco Ibáñez le lance un reto semejante. Algo hemos avanzado.
            Tampoco sería posible escribir lo que escribe Primo de Rivera en su manifiesto de septiembre de 1923 cuando se subleva contra la legalidad para rescatar a España “de los profesionales de la política”, causa de su decadencia: “Este movimiento es de hombres: el que no sienta la masculinidad completamente caracterizada, que espere en un rincón, sin perturbar, los días buenos que para la Patria preparamos”.
            La barbarie y la estupidez de ayer nos consuela de los desastres de hoy. Algo hemos avanzado.


Miércoles, 30 de marzo
EINSTEIN, LA ROSA Y LA ESTRELLA

Román Antonio Álvarez, que fue concejal de cultura del Ayuntamiento, presenta en el Palacio de Ferrera su libro Avilés. La huella de Sepharad, que es algo más, bastante más, que los devaneos eruditos de un político jubilado. Más gente de lo habitual y los mismos agradecidos tópicos de siempre, que a mí me aburren tanto. Pero las presentaciones ya no son lo que eran desde que se han inventado los teléfonos móviles. Una cita del libro, firmada por Einstein, me llama la atención: “Hasta la más pequeña gota de rocío, caída del pétalo de una rosa al suelo, repercute en la estrella más lejana”.
            ¿Eso lo escribió Einstein? Lo dudo. Busco en Google y encuentro repetida la cita en páginas sobre la teoría del caos, discursos de empresarios, manuales de autoayuda. En ninguna parte se indica la procedencia. Y en todas aparece así, con ese redundante “al suelo” (¿a dónde iba a caer?).
            Quien la inventó se la atribuyó a Einstein, prototipo del sabio, porque está muerto y no podía desmentirlo, al contrario que Paolo Coelho, al que le habría venido que ni pintada. Alguien, más cauto, señala solo “atribuida a Einstein”.
            De frases apócrifas sé un poco. He puesto a circular unas cuantas. Mi especialidad son las paradojas de Oscar Wilde. Algunas las he visto repetida en libros muy serios. También las citas que aparecen al frente de alguna obra mía son inventadas. Las de Al doblar la esquina, por ejemplo. La primera se la atribuyo a González Serrano, un olvidado ensayista español: “El poeta habla como ventrílocuo por la boca de la persona que representa, es todos y ninguno, hombre y mujer, anciano y niño”. Convertí así a González Serrano en un antecesor de Pessoa. La cita que le atribuyo a Hegel también me gusta mucho y la he visto repetida en más de una ocasión: “Los únicos poetas que importan son los que al contar su propia historia cuentan también, de alguna manera, la historia de la humanidad”.
            De una cita falsa, a poco hábil que uno sea, es prácticamente imposible demostrar su falsedad. Al no citar la obra de la que procede, ni el mayor especialista puede estar seguro de que no se encuentra en alguna página perdida del autor citado.
            Pero lo de la gota de rocío, el pétalo de la rosa y la estrella más lejana es difícil de tragar, aunque circule tanto por ahí, incluso para el lector más desatento. ¿Hay alguna manera de saber si algo de lo que pasa en la tierra, no ya la caída de una gota de rocío, sino el mayor terremoto, repercute o no en la estrella más lejana? No. Ningún científico habría por lo tanto afirmado jamás semejante cursilería, sugerida por la aquello de que una mariposa puede provocar un tornado al otro lado del mundo.
            En estas cosas me entretengo mientras se suceden breves intervenciones y minuciosos currículos de los presentadores. Y en pensar en el misterio de los judíos, esa marca de agua que aparece casi siempre que miramos la historia del mundo al trasluz. A mí me gusta imaginar que desciendo de criptojudíos. El único fundamento para esa fantasía es una frase que le oí muchas veces a mí madre cuando era niño. Siempre, a la hora de servir la mesa, cerraba las contraventanas, que en la casa del pueblo estaban al nivel de la calle. “Que no vean lo que comemos”, decía. A mí no me gustaba nada ese comer medio a oscuras. ¿Tenía algo que ver con ancestrales miedos de denuncias a la Inquisición? La matanza del cerdo, en cambio, era un ritual que se hacía ante la puerta, en medio de la calle, como queriendo demostrar que no se tenía nada de judío.


Jueves, 31 de marzo
ELEGÍA EN LOS PRADOS

Cada vez me vienen a la memoria con más frecuencia los versos de Borges: “Si para todo hay término y hay tasa / y última vez y nunca más y olvido, / ¿quién nos dirá de quién, en esta casa, / sin saberlo nos hemos despedido?”
            Ayer estuve tomando café, leyendo, escribiendo, como todas las tardes desde hace años (el centro comercial se inauguró en 2002) en el Caffè di Roma, de Los Prados, junto a la gran cristalera, sin importarme el barullo que podían hacer los otros clientes, casi siempre familias con niños. Soy un solitario al que le gusta la gente.
            Hoy encuentro cerrada la cafetería y a las camareras recogiéndolo todo con cara de funeral. Como yo, seguro que ayer no sabían nada de que iba a ser su último día. Termina el mes, hay que renovar el alquiler, la recaudación baja. Yo encontraré pronto oficina allí cerca (yo soy de los que pueden leer a Kant o escribir versos en una esquina del McDonalds). Espero que ellas también encuentren pronto otro trabajo.


Viernes, 1 de abril
NUNCA SE SABE

La semana pasada, como hago desde 1988, reseñé un nuevo libro en el suplemento cultural del periódico. Esta vez era una biografía de Aleixandre que causó cierto revuelo en los medios porque por primera vez hablaba claramente de que uno de sus grandes amores fue el poeta asturiano Carlos Bousoño.  La prueba eran cartas a él, de las que citaba amplios fragmentos, de inequívoco contendido sexual. Pero no se citaba su procedencia. A mi reproche por esa falta de rigor, me responde Emilio Calderón, el autor de la biografía.
            “Me sorprende tanto que me descalifique por evitar citar la procedencia de mis fuentes como que no sepa usted mismo que es el propio matrimonio Bousoño quien aporta un lote de cartas de amor entre don Carlos y Vicente Aleixandre como prueba en sede judicial. Unas cartas de las que yo solo he transcrito fragmentos, con las que el matrimonio Bousoño pretendía demostrar por qué Vicente Aleixandre quería que fuera don Carlos, y no otra persona, quien recibiera su archivo tras su muerte. Es, por tanto, el matrimonio Bousoño quien elige estas cartas y no otras de contenido menos sexual, para demostrar la relación de ‘íntima amistad’ entre su persona y el premio Nobel. Ruth Crespo, que en la vista pública –de la que existe copia grabada a la que pude acceder cualquier ciudadano– se declara abogada de profesión, era plenamente consciente de que al aportar dichas cartas como prueba, una copia de las mismas iba a ser entregada a la parte demandante, es decir, a los herederos legítimos del señor Aleixandre, depositarios de los derechos de propiedad intelectual del Nobel. ¿De verdad que usted no sabía que Historia del corazón está plagado de versos inspirados por Carlos Bousoño, siendo encima el señor Bousoño asturiano? Es cuando menos preocupante.”
            Pues no, no estaba yo al tanto de esos enredos judiciales, que darían para una buena novela. Parece que a Ruth Bousoño no le importaba airear intimidades con tal de amarrar mejor los muchos euros que pensaba cobrar por un legado que había acabado en sus manos de manera algo sospechosa.
            Continúa Emilio Calderón: “Me reprocha también no tener el valor de incluir fotocopias de las cartas, que usted presume apócrifas, como demostración de que digo la verdad. ¿Acaso desconoce que la reproducción de todo documento está sujeta a derechos de la propiedad intelectual, y que de la misma manera que el matrimonio Bousoño vendía por cinco millones de euros el archivo de Aleixandre, los herederos del poeta también tienen derecho a lucrarse haciendo públicas las cartas cuando les venga en gana? La vida es almoneda, señor, ¿acaso no se ha enterado todavía?”
            La polémica me ha servido para confirmar mi opinión sobre Ruth Crespo (me la presentó Bousoño cuando solo era su alumna predilecta) y para destruir ciertas cartas que no me gustaría que un día fueran publicadas. Pero las peores, las escritas por mí, están en manos ajenas y son difíciles de recuperar.  Claro que ya he tomado la precaución principal: no ser importante. Nadie dará jamás un euro por ellas. Pero nunca se sabe.