sábado, 20 de abril de 2024

Coraje y alegría: Historia y vida

 

Sábado, 13 de abril
ENCUENTRO CASA

Soy tan poco aventurero que solo salgo de casa para buscar sitios en que me encuentre como en casa. Si no pudiera vivir en España, viviría lo más cerca posible de España. Por ejemplo, en Bayona, esa pequeña ciudad con tres barrios separados por dos ríos. Me he alojado una vez en la Gran Bayona, otra en la Pequeña Bayona y ahora le toca el turno al barrio del Santo Espíritu, al otro lado del poderoso Adour. Antes de que hicieran al ancho puente y la elegante estación de ferrocarril, era una especie de gueto. Allí se alojaron los judíos expulsados de la península, y como recuerdo queda una sinagoga neoclásica (bien protegida ahora que las antiguas víctimas desempeñan a la perfección el papel de verdugos); junto a ellos, emigrantes y gentes de mal vivir. A los buenos ciudadanos, los protegía la fortaleza del Reduit, de la que apenas si queda una garita vigilante en el encuentro de los ríos.

            En el Santo Espíritu, alzándose junto al puente, he encontrado mi casa. La construyó un hombre hecho a sí mismo y mira por encima del hombro a los hidalgos del otro lado. Así, “por encima del hombro”, me dicen mis amigos que me gusta mirar a la gente. No es cierto. O sí, pero solo a cierta gente: al ignorante soberbio, al que aprovecha su poder para humillar a la buena gente o maltratarla estúpidamente con el pretexto de proteger su alma, como en tiempos de Felipe II, o su cuerpo, como en tiempos de Felipe VI.

            No tengo ni una casa que pueda decir que es mía, pero tengo casas dispersas por todos los lugares que me gustan. Ventajas de no ser rico (que no es lo mismo que ser pobre). Mi casa en Bayona me sale mucho más barata que si fuera mía. Siempre está lista y disponible para cuando me apetezca llegar, con su salón para tomar café frente al río y un tranquilo rincón en que encender el ordenador y ponerme a escribir.

            Al pasear por el nuevo barrio, llegué a una plazoleta que ni nombre tenía, o yo no se lo encontré. En el centro, un trozo de verdor asilvestrado (allí las plantas crecían a su aire, sin la profana mano del jardinero) y a ambos lados dos medias glorietas coronadas por glicinias. Había también una fuente, un rincón de juegos infantiles y una “boîte à livres”, para dejar y llevarse libros. Yo encontré un manual escolar, y en él un poema de un autor para mí desconocido, que me entretuve en traducir mientras escuchaba un silencio interrumpido por leves trinos: “Todo lo que me basta para ser feliz / es una mujer que me quiera, / hijos a los que ver crecer felices, / una huerta que cultive con mis manos / y una oración con la que agradecer a Dios / en cada amanecer tanta ventura”.

            Yo no tengo ninguna de esas cosas y sin embargo creo que la mayor parte de mis días, aunque sea por un pequeño rato, he sido todo lo feliz que se permite a los humanos.

            No tengo ninguna de esas cosas o quizá sí las tengo. El mundo es ancho y ajeno, pero también a veces intimo y acariciador como esta pequeña plaza.

Domingo, 14 de abril
LA CRUZ DE AZAÑA

Tras dar vueltas por el cementerio de Montauban y perderme en el laberinto de las tumbas, localicé por fin la de Azaña. Ya estuve allí una vez, pero me apetecía volver en este día en que se conmemora una ilusión que, como diría Garcilaso, fue “antes de tiempo y casi en flor cortada”. Llevé conmigo el libro de Cipriano Rivas Cherif, que termina con la larga carta que le escribió su hermana, casada con el presidente, contándole los últimos días de Azaña. Le dice que, antes de abandonar Montauban, dejó indicado a algunos amigos cómo quería que fuera la tumba: “Simplemente una lápida de piedra con dos cipreses a su cabecera y en la piedra una cruz de bronce sobre la inscripción: MANUEL AZAÑA / 1880-1940”. Y añade: “Dime que no he hecho mal”. Y Rivas Cherif, el gran amigo y confidente de Azaña, la persona que mejor le conocía, le responde: “Has hecho bien”.

            Pero ha habido un entrometido que parece que no piensa lo mismo. Esa cruz de bronce la he visto yo en alguna fotografía. En otras, parecía tapada por algún adorno floral o una bandera republicana. Esta vez, me decidí a retirar esos adornos que yo creía que la ocultaban por escrúpulo anticlerical de algún republicano. Y lo que ocultaban era otra cosa: su ausencia. Alguien la había arrancado.

            ¿Quién? ¿Cuándo? Espero que alguien se decida a investigarlo. Y que se la encuentre y se la restituya a su lugar.

            España habría dejado de ser oficialmente católica, como declaró Azaña, ya los españoles podían ser protestantes, judíos o ateos con plenitud de derechos. Pero también podían ser cristianos, buenos cristianos a la vez que buenos españoles, como lo fue Galdós, como lo fue el presidente Azaña, de cuya tumba arrancaron, quizá con las mejores intenciones, la amorosa cruz que quiso poner su esposa.

Lunes, 15 de abril
EN PROVINCIA

El azar es el mejor guía, me gusta repetir con Paul Morand. Y el azar me lleva a Damazan, una pequeña población de Nueva Aquitania. Tiene una hermosa plaza soportalada, con una fuente, rosas y el ayuntamiento en el centro. Hay también el solemne monumento habitual a los muertos de la Gran Guerra, que parece fue la única verdaderamente grande. Sus dos largas listas de soldados muertos contrastan con los añadidos que recogen los de las otras guerras. No llegan a media docena los de la siguiente guerra mundial y hay solo uno en la de Argelia y otro en la de Indochina

Tomo un café, leo en periódico local, Le Républicain, y al escuchar las campanas de la iglesia me vienen a la memoria unos versos de Rodenbach: “En provincia. En la paz de la hora matutina. / Se escucha la campana que tañe en la dulzura / de la aurora que mira con ojos fraternales. / Se escucha la campana y su indolente música / flor a flor se deshoja en los tejados próximos / y en negras escaleras de toscos escalones / cual ramo de sonidos mojados que alza el viento. / ¡Armonía temprana que baja de la torre, / que viene de muy lejos en pálidas guirnaldas!”

            Nada tiene que ver esta mañana luminosa con el frío amanecer que evoca Rodenbach, salvo la tranquilidad provinciana, tan agradable cuando se está de paso, tan insoportable cuando uno tiene veinte años y se asfixia en ella.

Martes, 16 de abril
AQUÍ REPOSA

Salgo de la estación de Collioure y hago el mismo recorrido que Antonio Machado en su último viaje. A un empleado, le preguntan si conoce algún hotel económico. Les recomienda el Bougnol-Quintana, que está cerca. No hay taxis, recorren a pie la avenida de la estación hasta la Placette. Allí, al otro lado de un pequeño arroyo, habitualmente sin agua, se encuentra el hotel. A la madre de Machado, han de llevarla en brazos. En la plaza hay una mercería, cuya dueña está a la puerta. Se conmueve ante aquel desvalido grupo de españoles y los invita a pasar. Ahora en lugar de la mercería hay una tienda de licores.

Es difícil pensar en estos últimos días de Machado sin que a uno se le llenen los ojos de lágrimas. Al fondo de la plaza, la nueva biblioteca, que lleva el nombre de Antonio Machado, y delante de ella el busto de un general napoleónico que combatió en España en 1808 y luego en 1823, cuando los cien mil hijos de San Luis.

El hotel Bougnol-Quintana ha sido reformado, pero conserva su hermosa silueta entre el río y la calle que lleva al cementerio. Ahora se llama Casa Quintana y se anuncia como “soberbios apartamentos con vistas sobre el mar”. Es posible dormir en la misma habitación en que murieron Machado y su madre y asomarse a la ventana desde la que él vio por última vez el mar.

            El azar escogió para la muerte de Machado un hermoso lugar. Es difícil no enamorarse de este pueblo marinero, como se enamoraron Matisse y tantos otros pintores. Machado se ha convertido en un atractivo turístico más.

A mí me emocionan más sus versos, que me vienen continuamente a la memoria, que su tumba abigarrada y llena de exvotos, como la de un santo laico. Él habría preferido el sencillo nicho prestado en que se enterró por primera vez y la inscripción de entonces: “Ici repose / Antonio Machado / mort en exil / le 22 febrier 1939”.

Miércoles, 17 de abril
LA RETIRADA

En el Castillo Real de Collioure, vigilante sobre el puerto, se encerró a los soldados republicanos. A algunos de ellos, se los dejó salir para llevar a hombros el féretro de Machado. Una exposición en el castillo que fue cárcel, con imágenes que todavía hacen daño, evoca aquellos días. A la salida, en el cuaderno que recoge la impresión de los visitantes, escribo: “Que nunca se acabe la memoria / de tanto dolor, tanta derrota, tanta historia”.




 

viernes, 12 de abril de 2024

Coraje y alegría: Deslumbrante misterio

 

Sábado, 6 de abril
FALSA ALARMA

Las enfermedades imaginarias también son enfermedades porque las molestias que causan no son imaginarias.

Algo de eso sé yo. Esta mañana, al levantarme a las siete y media, como hago siempre (bueno, ahora soy menos rígido y a veces me levanto unos minutos antes o después), me sentí un poco mareado, tuve miedo de caerme en la ducha y me volví a acostar. No me levanté hasta casi las diez, cosa que no sé si había ocurrido alguna otra vez en mi vida.

No volví a dormir, pero tuve las peores pesadillas. Estaba muy enfermo, no tenía a quien llamar, me iba a morir solo. O peor, iba a pasar largos años rodeado de muertos vivientes en una cochambrosa residencia. Ahora lo cuento y soy yo el primero en reírme. ¡Todo por estar un poco mareado y no tener ganas de levantarse! ¿Pues que pasará cuando esté enfermo de verdad? No quiero ni pensarlo. Y vivo solo, cierto, pero tampoco estoy tan solo. Puerta con puerta, como si durmieran en la habitación de al lado, tengo vecinos que son como de la familia. Y poco más lejos, gente que me quiere bien (aunque yo no lo merezca). Pero esas cosas tan evidentes, yo no las veía.

¿Una crisis de angustia? ¿Problemas de salud mental? Tengo que consultarlo con mi psicoanalista, que, por cierto, también es imaginario.

            Tras una eternidad, me levanté con cautela, recuperé mis costumbres habituales y poco a poco todo fue colocándose en su sitio. El mundo, mi mundo al menos, volvía a estar bien hecho.

            Bien está lo que bien acaba. Y ahora a esperar el próximo tropiezo, hasta que llegue uno –llegará, llegará, nadie escapa-- que no acabe bien.

Domingo, 7 de abril
ENTREVISTA

En una entrevista con el filósofo Javier Gomá, siempre un poco demasiado brillante, con algo de mago al que no acertamos a descubrirle el truco, subrayo dos aforismos.

 “El inteligente conoce bien los medios para conseguir un fin; el sabio conoce los fines que merecen la pena”. O sea, que no se puede ser sabio sin ser inteligente, pero sí lo contrario.

“Lo humano es un castillo de naipes sobre arenas movedizas”. Hombre, Javier, tampoco hay que pasarse. O es un castillo de naipes que puede echar abajo una ligera brisa o se eleva sobre arenas movedizas en las que nos vamos hundiendo a mayor o menor velocidad. Ya me dirás tú qué castillo de naipes se sostiene sobre arenas movedizas.

Lunes, 8 de abril
UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO

La poesía es emoción recordada en la tranquilidad. La emoción poética, la que se transmite al lector, no es el directo dolor de una muerte, un desamor, un desgarrón afectivo. Es el sinsentido hecho sentido y convertido en razón vital.

Llevo hoy al Noor, para la primera lectura de la mañana, Los nombres que te he dado, las poesías completas de José Mateos. Abundan las leves canciones que se nos quedan en la memoria: “Te doy las gracias, jilguero. / Al cantar tú, conseguiste / hacer callar al silencio”.

            Comienzo a leer este libro de libros por el último, inédito, un extenso poema, escrito entre 2021 y 2023. Es la crónica de una larga estancia en el infierno, contada sin literatura, pero con excelente literatura: “Trato de que el miedo no salpique a nadie. / El miedo nos rebaja y, de repente, / nos convierte en un pobre / animal desvalido en una madriguera”.

Qué tentación de cerrar el libro, apartar la vista, pensar en otra cosa. Pero sigo leyendo, aunque parece que me falta el aliento: “Maldito / Padre Cáncer, Señor de las desdichas, / me has extirpado un ala, una vejiga, un ganglio, / unas cuantas canciones… / Me matas a pedazos. ¿Y acaso no es bastante? / Entonces para el último / momento y para el último / sorbo de esta agua turbia ¿qué me dejas? / ¿Por qué me disminuyes, Padre Cáncer? / Nací con brazos, manos, pelo, dientes; / nací con mis pulmones y mi próstata, / con dos ojos que han visto el mar y los colores, / los pinos y el acorde casual de unos delfines. / Nací con el amor entre las piernas. / ¿Y dónde están ahora las nieves de otro tiempo?”

            Pero el poema que habla del infierno –pienso como consuelo-- no se escribe en el infierno, sino tras haber logrado escapar de él. Recobro algo el aliento al llegar a los versos finales: “Deslumbrante misterio es estar vivo: / un vaso de agua clara; / un trozo de materia que respira; / una luz que me engendra a cada paso; / una noche anegada de Dios por todas partes…”

Martes, 9 de abril
COLOR SEVILLA

Me gustan las amistades para siempre, las que saben superar los inevitables encontronazos que surgen a lo largo de los años, sobre todo si se trata de amistades entre escritores, cada uno con su ego en su armario y sus certezas ideológicas en ristre.

Le cuento a Andrés Trapiello que la próxima semana voy a visitar, por gentileza de otro amigo, las tumbas de Azaña y Machado, y él, con el que mucho he discutido del primero, me hace un encargo a propósito del segundo. Yo improviso unos versos, que le envío: “Me dice el amigo Andrés / que en mi periplo francés / ponga una rosa amarilla / --él dice: color sevilla— / en la tumba de Machado. / La encomienda es bien sencilla / y la acepto de buen grado, / aunque una duda he callado: / si no sería mejor / una rosa tricolor”.

            Le envío los ripios y él me responde: “Por suerte, no hay rosas tricolores; lo más, jaspeadas (como bien sabes, ahora que eres jardinero de balcón). De cualquier modo, será bonita. Ya sabes lo que decía su madre a JRJ: Hijo, la rosa nunca cansa”.

Miércoles, 10 de abril
BREVE ENCUENTRO

El azar nos da una de cal y otra de arena. Hoy estuvimos comentando en la tertulia virtual la incómoda presencia en la semana pasada de una poeta recién llegada que, como no le gustaron mis comentarios a uno de sus poemas, se fue muy alterada y tratando de ofenderme: “Los demás, por miedo, no se atreven a decírtelo, pero eres un viejo. ¡Un viejo!”. Mucho me hizo reír su diatriba.

 “No creo que vuelva”, dijo el culpable de haberla invitado. “Pobrecita, espero que no”, dije yo. Qué gente hay por esos mundos.

            Como para compensar el mal sabor de boca, me llega un correo: “Soy el chico con quien conversó usted el otro día en la estación. Agradezco mucho la amabilidad que tuvo conmigo. Como le comentaba, Tres mil años de poesía es un libro que me leo cada poco, por lo que me resultó muy reconfortante haber podido hablar con usted, además de esa forma tan inesperada. Este fin de semana podré comentarle más detalladamente lo que me gusta del libro. El viernes me toca renovar los libros de las bibliotecas y como son cuatro a las que acudo, dos en Avilés y dos en Oviedo, me lleva gran parte de la tarde. Suelo leer de diez en diez, ya que es lo máximo que permiten sacar al mismo tiempo. Como la mayoría suelen ser libros de poesía, puedo combinarlos. Algunos de ellos, como el suyo, suelo leerlos muy a menudo. Cuando tenga su libro a mano, creo que podré explicar mejor por qué me gusta tanto”.

            Recordé el cuento de Borges en que el narrador, a sus setenta años, recostado en un banco junto al río Charles, al norte de Boston, se encuentra con el joven que fue a orillas del Ródano, en Ginebra. Yo me encontré conmigo mismo en la estación de Oviedo. Con el que era en 1968 o 1970, cuando venía de Avilés a estudiar y sacaba libros de todas las bibliotecas a mi alcance (y nunca eran suficientes, y no abrían los días de fiesta ni los domingos ni las largas vacaciones).

            La verdad es que había olvidado el breve encuentro, que se parecía mucho a uno de esos que yo suelo inventar en mis historias. Hoy la carta me lo recuerda. Y me cambia el humor, tras el feo recuerdo de la irascible poetisa. Y no porque elogie un libro mío, ya que ese libro es una antología de la poesía universal, sino por la alegría de encontrarme rediviva mi misma pasión por la poesía.

Jueves, 11 de abril
UN HOMENAJE

Al perro viejo todo se le vuelven pulgas. Hoy me dice Martín Caicoya que el próximo encuentro de poesía en Valdediós, que ahora no es en Valdediós por decisión inquisitorial y episcopal, sino en un jardín en las Caldas, sirva como homenaje por mi jubilación. Lo acepto porque habría más vanidad en rechazarlo (y en mí ya hay bastante vanidad), pero ya me encargaré yo de que apenas se note, que a falsa humildad no me gana nadie.

Viernes, 12 de abril
UNA ALEGRÍA

“Hoy, a las ocho y media, nació Bruno. Parto limpio y hermoso”, me informa el afortunado padre.

            ---¡Bienvenido al mundo, Bruno López-Vega Brezim!  

            Y yo me siento tan alegre y emocionado como si tuviera un nieto más.



 

 

sábado, 6 de abril de 2024

Coraje y alegría: El megalómano aburrido

 

Sábado, 30 de marzo
MENTIR O NO MENTIR

---¡Eres un indiscreto! No se te pueden contar nada, todo lo cuentas luego en tu diario.

            ---Todo, todo no. Solo lo que creo de algún interés, si no para el público en general, sí al menos para los “happy few” que tienen la buena costumbre de leerme. Si te veo a ti en una actitud demasiado cariñosa con una señora que no es tu señora, pues miraré para otro lado, haré como que no os he visto, y no se me ocurriría nunca decir nada, pero si se trata del rey de Inglaterra no creo que resistiera la tentación de contarlo, aunque diera un disgusto a Camila.

            ---No eres de rebotar bulos, eso hay que decirlo a tu favor. Pero no te importa repetir en voz alta verdades que te han contado en voz baja y que pueden hacer daño.

            ---Las verdades que yo digo solo suelen hacer daño a la vanidad de los escritores. No suelo entrar en su vida privada. Por no entrar, ni siquiera acostumbro a entrar en la mía.

            ---¡No haces otra cosa!

            ---Que te crees tú eso. Ya conoces los versos de Góngora: “Manda amor en su fatiga / que se sienta y no se diga, / pero a mí más me contenta / que se diga y no se sienta”. Miento más que hablo.

            ---Yo creo que cuando mientes es cuando dices que mientes. Te desnudas en público, aunque solo de cintura para arriba, y como luego te arrepientes de exhibir ante cualquiera tus desamparos y debilidades dices que todo es ficción. 

Domingo, 31 de marzo
RETROFUTURISMO

Al terminar la película, un bodrio franco-canadiense de dos horas y media, inspirado vagamente en un relato de Henry James, aparece en la pantalla un código QR y una frase “descubre y escanea”. Creo que soy el único que saca el teléfono –los escasos espectadores se apresuran a abandonar la sala-- y luego en casa veo que lo que se descubre son los títulos de crédito y, si uno tiene paciencia, una especie de propina tan prescindible como el resto de la película.

Supongo que al director –no voy a decir su nombre: pobre hombre-- eso le parecería un rasgo de modernidad. También en la avilesina calle Rivero, por la que paso todos los sábados, hay un restaurante, se llama Smash o algo así, que tiene a la entrada, por toda indicación, en lugar del menú, un cartel con un código QR. Y recuerdo a un profesor de que no sé qué colegio que presumía de que sus alumnos, durante todo el curso, no tenían que utilizar ningún libro ni escribir una línea en papel, les bastaba con la tablet.

¡Qué fácil le resulta a la Inteligencia Artificial superar la inteligencia natural de la mayoría de las personas! Seguro que hay ya museos en los que, debajo del cuadro, a la habitual cartela con el título y el nombre del autor le sustituye un código QR. Aún no se han enterado los retrofuturistas, que siguen viviendo a finales del siglo XX, que sirve para ampliar información, no para sustituir la fundamental.

            Como soy un poco maniático (o un mucho, para qué nos vamos a engañar), todos los domingos voy al cine, aunque a veces resulta difícil encontrar algo interesante. Pero esas dos horas, entre la lectura de antes y la lectura de después, me vienen bien. Soy experto en detectar fallos de guion. Si la película falla, averiguo por qué y propongo soluciones. Me gustaría tener a quién enviárselas. Claro que no sé si harían bien haciéndoles caso: a veces arreglo descosidos argumentales de películas de Almodóvar que luego reciben un Oscar al mejor guion.

Dar algo de coherencia a la película de hoy, quitarle aburrimientos y no enigmas, es todo un reto. Pero si a mí me dan la novela de Henry James La bestia en la jungla, seguro que saco algo mejor que este bodrio del que por piedad callo el título.       

Lunes, 1 de abril
MÁS EGOÍSMO

Una vez me encontré en el avión a Madrid con Rosa Montero. Habíamos coincidido en el jurado del Príncipe de Asturias, pero me costó reconocerla, escondida tras unas grandes gafas de sol como una estrella que quiere pasar inadvertida. Al parecer había escrito un artículo criticando la huelga de los pilotos y no quería que la reconocieran. No sé si temía que la hicieran bajar del avión. Me contó luego los malos ratos que había pasado por culpa de un admirador insistente y me dijo una frase que recuerdo a menudo: “La fama atrae a los chiflados como la luz a las polillas”.

            Yo no soy famoso, qué más quisiera, pero después de la mala experiencia de hoy me ha dado por pensar que atraigo a las personas con problemas de salud mental con una frecuencia preocupante.

No soy famoso, pero soy fácil de localizar. Todos los días, a la misma hora, estoy tomando café en el mismo lugar. Llevo la lectura correspondiente, pero no me importa dejarla a un lado si alguien se acerca a saludarme. Un placer charlar un rato con cualquier amigo o conocido.

Pero los más habituales son los que tienen alguna chifladura más o menos grave. Yo escucho con paciencia, no busco ningún pretexto para marcharme antes de tiempo. Hago de buen samaritano y ya se sabe que no hay buena acción que no reciba su merecido.

Hoy vuelvo a casa de muy mal humor después una hora de inútil intento de terapia. Un poco más de egoísmo no me vendría mal.

Martes, 2 de abril
ACERCA DE LA DIVINIDAD

Entro en la librería Polledo, abierta en la calle del Peso allá por 1952 y a punto de cerrar, para hacer una última compra de despedida. Abro al azar el primer libro que encuentro sobre el mostrador (es de las pocas librerías que todavía tiene mostrador) y leo: “Hay que esforzarse por tener fe y creer a ultranza, porque, después de todo, si es inútil nada perdemos con ser engañados, pero, si vale de algo, será fatal para quien no haya creído”.

Es el argumento de Pascal, todavía tan repetido, pero al autor del libro le parece miserable e indigno de cualquier persona inteligente. “Es natural que deseemos que nuestro mérito sea conocido, pero si resulta que alguno, por criarse en la ignorancia o vivir en alguna provincia lejana, no lo conociera o no lo reconociera, ¿no sería ridículo que nos ofendiéramos por eso? ¿Y no quedaríamos como unos chiflados y amargados si pensáramos seriamente en vengarnos de esa gente que en su burda ignorancia, falta de criterio o incredulidad, no nos admirara? Y si ese comportamiento, en seres humanos, es reprobable, ¿cómo va a ser el propio de la divinidad”.

Quien razona de manera tan sensata es el tercer conde de Shaftesbury, muerto en Nápoles en 1713. Me llevo su Carta sobre el entusiasmo como homenaje a la librería y como recuerdo de que, si el fanatismo viene de lejos, de no menos lejos viene el buen sentido.

Qué mala idea tienen de Dios esos fieles creyentes que piensan que, en cuanto muere un ateo, va y le coge de las orejas y le grita furibundo: “Ahora te vas a enterar”.

“¡Pero qué idea la vuestra, retorcidas criaturas! –diría Dios si existiera--. Más me respetan los que no creen en mí que los que piensan que soy un vanidoso sádico a su imagen y semejanza”.

Miércoles, 3 de abril
INVITACIÓN

Me llaman para invitarme a la comida que, con motivo de la entrega del Cervantes, se organiza en el Palacio Real. No es la primera vez y la verdad es que lo paso muy bien. Los reyes son buenos anfitriones, siempre encuentro algún escritor admirado y algún amigo con el que cotillear un poco, el escenario es muy de película de época y el menú saludable, con las calorías justas.

Este año me hace especial ilusión el convite porque tengo previsto visitar la tumba de Azaña en Montauban. Acompañar en el 14 de abril al último presidente de la República y una semana después comer con el actual jefe del Estado no es algo demasiado frecuente.

Yo creo que a Manuel Azaña le habría encantado conocer a Felipe VI. Seguro que tendrían mucho de qué hablar y coincidirían en lo fundamental, como coincido yo con ellos.

Jueves, 4 de abril
SOBRAN HORAS

No sé quién hizo los días de veinticuatro horas. Con veinte serían más que suficientes. Luego con las sobrantes se formarían días adicionales para añadir a final de año.

Claro que a lo mejor no todo el mundo está de acuerdo con esa solución. Los habrá que prefieran treinta horas. Nunca llueve a gusto de todos.

Mejor dejarlo como está. Un poco de aburrimiento tampoco viene mal y yo ya debería estar más que acostumbrado.

Viernes, 5 de abril
MI FANTASÍA FAVORITA

Nuestras fantasías nos definen, y no solo las eróticas. Como soy un poco megalómano, mi fantasía favorita cuando me aburro o tarda en llegar el sueño, es imaginarme que soy Dios y voy a crear el mundo. Trato de evitar todos los errores que –en mi modesta opinión-- cometió el Dios verdadero. No es fácil y entretiene bastante.



 

 

sábado, 30 de marzo de 2024

Coraje y alegría: En el camino

 

 

Sábado, 23 de marzo
BREVE ENCUENTRO

Como el vagón del tren iba casi vacío, me sorprendió que se sentara frente a mí. Me saludó sonriente.

            ---¿Nos conocemos?, dije. Perdone que no le recuerde.

            ---Usted a mí, no; yo a usted, sí. Acabo de leer su diario; lo hago de vez en cuando.

            ---Pues entonces me conoce perfectamente. Soy bastante indiscreto.

            Pensé que me encontraba ante un anónimo admirador, esa especie en vías de extinción (hablo por mí), y mi humor –que no era muy bueno este día-- comenzó a cambiar.

            ---Y a mí me encantan sus indiscreciones, pero con lo que he leído hoy no puedo estar más en desacuerdo. Se burla usted del poeta Eloy Sánchez Rosillo porque manifiesta sus dudas sobre lo que hay después de la muerte. Usted no tiene ninguna duda: después de la muerte no hay nada. Nada de nada. Pues aquí estoy yo para desmentirle. Yo estuve en coma mucho tiempo, aunque no tanto como Ariel Sharon, al que ha dedicado un libro su amigo Sergio Calleja, que también es amigo mío, y en muerte clínica. No pasé al otro lado por muy poco, pero tuve tiempo de asomarme. Y vi cosas asombrosas. Aquí el presente sigue al pasado y el futuro al presente. Allí todo es simultáneo. Yo era niño y mi madre me llevaba de la mano y a la vez tenía ochenta años y era uno de los pocos supervivientes de la guerra nuclear.

            ---¿De la guerra nuclear?

            ---Sí, sí. No sé dentro de cuantos años será. Pero será. Es el desenlace natural de lo de Ucrania.

            Yo ya había dejado de tomarle en serio.

            ---¿Y vio también cómo va a acabar la masacre de Gaza? ¿Y sabe quién va a ganar las elecciones en Estados Unidos?

            ---No soy Nostradamus. No soy un adivino. Puede usted burlarse lo que quiera con su escepticismo de sabelotodo. Yo me limitaré a repetirle las palabras de Hamlet a Horacio: hay más cosas en el mundo de las que caben en tu filosofía. No sé quién va a ganar las elecciones en Estados Unidos. Ni qué número va a resultar premiado en la lotería. Pero sí sé, por experiencia propia, que la vida no acaba cuando acaba la vida.

Domingo, 24 de marzo
EL CUENTO DEL TESORO

Llevo años paseando por el mercadillo del Fontán y nunca se me ha ocurrido comprar otra cosa que no fueran libros.

Desde que yo recuerde, se ha hablado mucho en contra de la sociedad de consumo. Me temo que soy el peor consumidor que existe. Solo compro cosas de primera necesidad: ropa, calzado, alimentación, cosas así. Y libros. La mayor parte de las maravillas del mundo que a mí me interesan son gratis o no están a la venta.

Hoy, como excepción, me sedujo un cuadro amontonado junto a otros. Era una feria nocturna con su tiovivo y su noria y las altas luces de las ventanas a las que se asomaba una silueta solitaria. Me sedujo, no sé por qué. Me recordó las estampas iluminadas de Baroja, su elogio del tiovivo, los caballitos de madera del poema de Machado y tantas películas en que el marinero de permiso tira al blanco para regalar un peluche a su rubia y repintada pareja.

Sin embargo, no lo compré. Era demasiado incómodo llevarlo a casa. Le hice fotos, eso sí. Y un amigo sevillano, en cuanto las subí a Facebook, reconoció el cuadro y me mandó el enlace a una subasta en la que tenía el precio de partida de veinte mil euros (en el Fontán pedían treinta). El autor, nacido en 1909, es conocido, pero yo nunca había oído hablar de él. Como Gaya, no se ha dejado arrastrar por las sucesivas modas vanguardistas. Vivió en París, pintó vistas de Venecia y París, pero nada como esta fiesta nocturna que ahora lamento no haberme traído a casa. Y no porque fuera un buen negocio. Yo no hago negocios. Nunca he vendido nada. Bueno, sí, una rara edición de Miguel d’Ors (se hicieron solo 50 ejemplares) a un bibliófilo de Cáceres por cuatrocientos euros (era un folleto de pocas páginas), pero no lo hice por el dinero –que regalé--, sino por antipatía hacia el autor.

¿Seguirá todavía a la venta el cuadro de Florit el próximo domingo? Si no, escribiré un cuento en el que lo que uno encuentra en el mercadillo es un borroso y delicado San Juan que finalmente resulta ser de Leonardo da Vinci y se subasta en Sotheby’s no por unos miles, sino por unos millones de euros. Eso sí que le cambia a uno la vida. A mí, por cierto, no me gusta que me la cambien. Mejor que sea solo un cuento.

Lunes, 25 de marzo
POETA ANÓNIMO

Hace tiempo que no escribo versos, y no es que lo lamente, ya se escriben demasiados, aunque la poesía siga siendo tan escasa como en cualquier época. Cada vez llevo peor lo de vender la mercancía: tener que recitarlos, promocionarlos cuando se reúnen en libro, intercambiar elogios con los colegas que suelen hacer publicidad disfrazada de crítica en los suplementos. No valgo para eso. Lo intento de vez en cuando, pero no me sale.

Me gustaría ser un poeta anónimo. Escribir versos, echarlos a volar sin nombre y que se quede con ellos aquel a quien le vengan bien.

Digo que me gustaría ser un poeta anónimo y de alguna manera lo soy. Ya solo escribo coplillas que escuché cantar alguna vez o, más bien, que escucho ahora cantar dentro de mí: “Hay más penas que alegrías / en la vida de cualquiera, / pero si tú estás conmigo / hasta las penas se alegran”.

Martes, 26 de marzo
SE BUSCA

Me lo tengo bien merecido. Como siempre me estoy quejando de lo solo y aburrido que estoy –la verdad es que soy un quejica y exagero un poco--, últimamente me llegan bastantes propuestas de relación a través de las distintas redes sociales en las que participo. Naturalmente, no respondo a ninguna, aunque alguna es de alguien que me conoce bien. Esas son las que me dan más miedo, no las que andan a la caza del incauto solitario y necesitado de afecto, más que de sexo (aunque a nadie le amarga un dulce).

            Pero yo no necesito compañía de ese tipo. Don Quijote y Sancho, Sherlock y Watson, Poirot y Hasting, esas son las parejas que yo envidio, no Dafnis y Cloe, Antonio y Cleopatra o Adriano y Antinoo.

Jueves, 28 de marzo
SIN RUMBO FIJO

Aunque nada odio más que los cambios, aunque hago siempre lo mismo a las mismas horas, con puntualidad kantiana, de vez en cuando me gusta salir de casa sin rumbo fijo. Hoy me ha dado por sumarme a los peregrinos que hacen el camino primitivo y me he llegado hasta la colegiata del Salvador, en Grandas de Salime, que alza amorosa su falda soportalada para resguardar del frío y la lluvia a quienes llegan fatigados del largo caminar por los estrechos senderos de la vida.

            Me he acercado luego hasta el castro del Chao San Martín y una gentil guía, Susana, que es paisana mía, de Jaraíz de la Vera, y ha estudiado en Évora y escrito una tesis sobre Velázquez y Quevedo, tiene la amabilidad de acompañarnos, bajo una lluvia torrencial, a mí y al doctor Watson, que somos los únicos visitantes en aquella embarrada colina.

            Más que la casa romana que señorea el poblado, a mí me asombra la gran piedra que parece presidir el conjunto. ¿Es enteramente natural o intervino en ella algún Chillida de la Edad del Hierro? Giorgio Tsoukalos seguro que la consideraría una de las más evidentes confirmaciones de su teoría de los antiguos alienígenas. Yo, empapado de asombro y lluvia, pocas he veces he sentido con tanta fuerza la presencia de lo sagrado. Me extraña mucho que no sea objeto de culto. Quizá en la noche se reúnan a su alrededor secretos y fervorosos creyentes.

Viernes, 29 de marzo
A CADA PASO

Recuerdo haberle oído a Gustavo Bueno, en algunas de sus clases, que a los primeros cristianos en Roma los consideraban ateos porque solo creían en un Dios. Yo no tengo nada de ateo, creo en todos los dioses, incluido por supuesto el Dios de los cristianos. Y me gusta rezar, a mi manera, en cualquier templo: en lo alto del puerto del Palo, rodeado de nieve y soledad; junto al embalse de Doiras, entre la lluvia que difumina el fondo y aviva los colores cercanos; en la vieja escuela de mi infancia, recreada en el museo de Pepe el Ferreiro, con su retrato del Caudillo, sus pupitres de madera y su enciclopedia Álvarez; en el puñado de flores azules que crecían en una hendidura de la roca; y, sobre todo, en la gran piedra del Chao San Martín, la más acabada imagen --humildad y fortaleza-- de ese Dios que no existe y que yo encuentro a cada paso.



 

sábado, 23 de marzo de 2024

Coraje y alegría: Exceso de celo

 

Sábado, 16 de marzo
ELOY, ELOY

Hay quien piensa que el poeta, cuando habla en verso, puede decir cualquier sinsentido, como la sibila de Cumas, y luego que cada uno lo interprete a su gusto. No diré yo que no, y eso explica el éxito de tantos poetas sibilinos, pero cuando habla en prosa, debe someterse a las mismas reglas del pensamiento lógico que el tendero de la esquina.

Eloy Sánchez Rosillo es entrevistado por Isabel Marina en el nuevo número de la revista Ítaca. En la última respuesta, habla de la muerte, cuya existencia niega en un poema: “Para unos, tras ella no hay nada, lo cual es mucho decir y demasiado saber, pues nadie ha vuelto a la vida después de morir para confirmar lo que tan categóricamente afirmaba cuando estaba vivo. Para otros, gracias a su fe, después de la muerte está la certeza absoluta de la vida eterna. Y para otros, en fin, entre los cuales me cuento, al otro lado de la puerta estrecha a la que me he referido está el misterio. Todo es posibilidad dentro de él. En ese sentido la muerte es la gran aventura de la vida. Tengo la intuición poderosa, la ilusión inmensa y el sueño maravilloso de un más allá, aunque no la certeza”.

            Muy respetables la fe de unos o la ilusión inmensa y el sueño maravilloso de otros, pero la crítica a los que creen que tras la muerte no hay nada resulta algo endeble. Ni un niño razonaría de esa manera. ¿O sea, admirado poeta, que para que tengamos claro que tras la muerte no hay nada hace falta que Schopenhauer, Nietzsche o Bertrand Russell vuelvan del más allá y se presenten en un congreso de filosofía o en un plató de televisión y allí nos expliquen que, una vez muertos, han andado rebuscando por un lado y por otro y no han encontrado nada?

            Eloy, Eloy, el que nadie vuelva de la muerte, el que a los pobres muertos, allá en su vida eterna o en ese misterio con el que tú sueñas, no les dejen ni siquiera utilizar el móvil una vez al año para comunicarse con sus seres queridos, ¿no es la prueba más irrefutable de que no hay nada tras ella?

            Vuelve a la materia la materia de la que estamos hechos y aquí quedan nuestras obras –Las meninas, el Quijote o los árboles que plantamos-- y queda, además, el amoroso recuerdo en el corazón de los que nos quisieron. Hay un más allá de la muerte, cierto, pero está en el más acá.

Domingo, 17 de marzo
NO ME GUSTA REGATEAR

Soy alérgico a muchas cosas, entre ellas a regatear. Hace unos cuantos domingos, en un puesto del Fontán, me encontré con un tomo editado por Garnier Hermanos, la editorial de París en que trabajaron los Machado y tantos autores modernistas. Me pidieron diez euros, me pareció caro, y además no iba a leerlo, y allí lo dejé. A pesar de que forma parte de la colección “Los mejores autores españoles” incluía dos novelas de A. R. Le Sage, el escritor francés del XVIII que saqueó la literatura española y al que tradujo el padre Isla. Luego me arrepentí, sobre todo cuando vi en Iberlibro que lo vendían a noventa euros, pero ya no estaba. Hoy aparece de nuevo y me piden cinco.

Vuelvo a casa tan contento, como quien hubiera hallado un tesoro. Y me encuentro al final con dos rarezas: un cuentecillo de Francisco Navarrete escrito sin utilizar la letra “a” y otro “compuesto en equívocos burlescos” que parece preludiar el surrealismo. Y la novela de Le Sage El bachiller de Salamanca se lee con tanto gusto como cualquiera de las novelas picarescas españolas.

No me gusta regatear, pero el azar parece que regatea por mí.

Lunes, 18 de marzo
DESCATALOGADO

Enrique Bueres coordina, en el Antiguo Instituto de Gijón, una charla sobre la poesía en los medios de comunicación. Participan Ignacio Elguero y Antonio Lucas, dos veteranos periodistas de voz muy seductoramente radiofónica. Sonrío melancólicamente ante alguna alusión.

            ---Ahora ya no es como en los años ochenta y noventa, no hay referentes claros. Entonces todos estábamos atentos a lo que decían Luis Antonio de Villena, José Luis García Martín o el crítico ese tan perverso de Sevilla, ¿cómo se llamaba? Ah, sí, Miguel García-Posada. Una reseña suya hacia temblar el escalafón. Yo mismo fui uno de los damnificados de García Martin.

            Llega un momento en que uno, aunque siga publicando una reseña semanal como entonces, se convierte en un fantasma, alguien que habla, pero no se le oye.

            ---Ya me tienen por descatalogado –le digo a Dalia Alonso--. A mi edad ya solo se puede ser presidente de Estados Unidos o rey de Inglaterra.


Martes, 19 de marzo
RECUERDOS Y OLVIDOS
 

El primero en felicitarme, en este día de San José, es Amancio Prada, siempre tan gentil; la última, ya de noche, Dionisia García.

---Hoy es un día además muy especial para mí. Cumplo años, pero a esta edad ya es mejor no decir cuántos.

---No hace falta que lo digas, Dionisia. Está en la historia de la literatura. Naciste el mismo año que José Ángel Valente y Jaime Gil de Biedma. Y cuando me llamaste, por uno de esos raros misterios del azar, estaba leyendo un poema tuyo que se titula precisamente “Llamada”.

---Está en la revista Centauros, es el último que he publicado. “Pide permiso y ven” le digo a un ser querido cuando leo un libro hermoso que me gustaría que compartiéramos.

Pero en la nada no hay permisos, pienso yo recordando al bueno de Sánchez Rosillo.

A pesar de que no tengo motivos para quejarme, de que la vida me trata, como siempre lo ha hecho, mejor de lo que merezco, me voy a la cama con cierta amargura. ¿Cómo celebra el día del padre quien no tiene padre ni hijos? “Tienes más hijos de los que te imaginas. Y todos libres, como tú”, me dice Amancio Prada. Es posible, pero ninguno se ha acordado de mí en este día. Yo sí me he acordado de ellos.

 

Miércoles, 20 de marzo
CON GAZIEL

Francisco Fuster recopila algunos artículos de Gaziel, el admirable periodista catalán, perdidos en las hemerotecas. En uno de ellos arremete contra Pío Baroja, incapaz de crear personajes que se nos queden en la memoria. Años después, cuando José García Mercadal reproduce esa crítica en Baroja en el banquillo, rectifica. La crudeza de su opinión, dice, “no fue debida a falta de admiración por la obra barojiana, sino a todo lo contrario, a eso que los franceses llaman un trop de zèle. Quería yo tanto, ya entonces, a Baroja, literariamente hablando, que no me contentaba con lo que él era, y por eso me atreví a indicarle un tanto ásperamente cómo debía ser, para que fuese mejor todavía”.

            La verdad es que eso mismo podría decir yo de mis asperezas con autores de los que me he venido ocupando desde hace cuarenta años. Los más inteligentes entendieron ese “exceso de celo” y no se lo tomaron demasiado a mal. Otros, los menos, se lo tomaron tan a mal que hasta me prohibieron, entre amenazas, volver a pronunciar su nombre.

            Siempre he tratado de no meterme con nadie que no mereciera la pena, pero todos cometemos de vez en cuando algún error.

Jueves, 21 de marzo
TIEMPO SIN TIEMPO

Mientras en este gracianesco Día Mundial de la Poesía, poetas de toda clase y condición leían sus versos ante entusiastas o sufridos auditorios, yo me he acercado hasta la iglesia de Santa Eulalia, en Coya, y allí, acompañado de cipreses y del roble centenario, al que cariñosamente llaman el roblón (pero su esbelta gracia no se corresponde del todo con el aumentativo), me he sentido durante un tiempo sin tiempo como los bienaventurados en ese edén que la religión promete.

            Fue un sorbo de eternidad. Solo un sorbo. No me quejo. A nada más podemos aspirar los humanos.

Viernes, 22 de marzo
LAMENTO DE BÉCQUER

¡Podrá no haber poesía, pero siempre habrá poetas!